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Gamarra alza la mano de Sanz tras ser proclamado candidato a encabezar la lista del PP a las autonómicas de mayo. :: díaz uriel
Habla, PP, habla
LA CRÓNICA

Habla, PP, habla

«El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones»

JORGE ALACID

Domingo, 29 de marzo 2015, 01:16

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Winston Churchill

Sábado, 21 de marzo. 11 de la mañana. Pedro Sanz recibe al pie de la escalera del Círculo Logroñés. «Hoy voy a lanzar buenos mensajes», saluda a la prensa. La cita con lo más escogido de su militancia tiene lugar en el mismo escenario donde hace cuatro días Cuca Gamarra protagonizó una convocatoria semejante para ser investida candidata a revalidar su título de alcaldesa, rodeada igual que Sanz por un aforo donde se mezclaron dirigentes ya jubilados con altos cargos actuales y unos cuantos militantes que ya abonaban sus cuotas en tiempos de Manuel Fraga.

Prácticamente ahí se acaban la similitudes: así como la lideresa de Logroño congregó a los suyos en una estancia del primer piso, más recogida que el salón principal, el presidente/aspirante se decantó por ese otro espacio de mayor rango, un auditorio aún más concurrido y una visualización más solemne, revestida también de cierta pompa: ayer hubo listado de votantes, hubo urnas, hubo escrutinio y hubo, finalmente, lo mismo que en el caso de Gamarra, su entronización, no por esperada menos relevante. Porque con la elección de la candidata al Ayuntamiento logroñés ocurre como con el candidato a la Presidencia del Gobierno: tras su designación, ya están todos naipes sobre la mesa, aunque con un tipo de prolegómenos jamás vistos en el PP.

Que es donde reside la clave de arco de este enigma: cuál es la razón última que explique la votación vivida ayer para encumbrar a Sanz. De sus palabras, una especie de reflexión en voz alta que parecía dirigida a rearmar las filas y poner la popa rumbo al 24M, poco se deduce que justifique las pseudoprimarias de ayer. Dirigentes de su partido consultados no se ponen de acuerdo cuando se les pregunta a qué obedece este cambio de ritmo que propina su líder: las opiniones se dividen entre quienes lo ven como una especie de exhibición de fuerza por parte del líder más longevo del PP nacional, un mensaje dirigido más a Madrid que al interior de La Rioja, y los que se decantan por una interpretación más sencilla. A juicio de estos últimos interlocutores, Sanz no podía concurrir a su sexta convocatoria electoral comandando el cartel popular mediante el mismo modelo de elección que hasta ahora. En consecuencia, necesitaba agregar a su proclamación una aureola de poder. De esa clase de poder que sólo emana de las urnas, aunque sean urnas tan previsibles como las instaladas ayer en el Círculo. Rodearse en definitiva de esa liturgia que el cónclave del Círculo garantizaba y que hacía buenas las palabras que, según su propia confesión, dirigió semanas atrás a Rajoy: «Mariano, no te voy a decir que no, pero me lo tiene que pedir el partido».

De modo que el PP habló y lo que salió de sus labios fue lo pronosticado, incluido ese leve nivel de desafección que sonaba a pactado: Sanz sigue siendo su jefe y lo seguirá siendo mientras haga lo que mejor sabe hacer, ganar elecciones. Que suele ser lo primero que se le exige al número uno, aunque en los improvisados corrillos que clausuraron el cónclave algunos asistentes se concedieron su tiempo para ironizar sobre la auténtica necesidad de someter a votación lo que era cosa sabida. Una ironía que derivaba en puro sarcasmo cuando se comparaba el acto que acababan de compartir con el repaso a la lista electoral para Logroño divulgada por el PSOE casi al mismo tiempo, integrada por una serie de nombres que disparaban las sonrisas entre los reunidos en el Círculo. También disparaba su optimismo.

De donde se deduce que si algo refuerza de verdad durante los últimos veinte años al PP riojano es compararse con el aspecto que distingue a la oposición desde 1995.

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