Borrar
La urna y el dedazo

La urna y el dedazo

LA OPINIÓN JORGE ALACID

Jueves, 26 de febrero 2015, 22:55

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Aroma de despedida en el salón de plenos. Agoniza la legislatura y sus señorías lo saben: para muchos, la sesión de ayer será probablemente la penúltima. Lógico que se pongan crepusculares y aflore la melancolía, el lado poético que puebla de metáforas el diario de sesiones. «Es usted a la ética», advirtió el consejero Del Río al parlamentario Gil Trincado, «lo que la cuchufleta de feria a la música de Mozart». Unos segundos después, Pablo Rubio, portavoz socialista, exploraba esa misma veta: «Ahora es de noche en este Parlamento aunque fuera haga sol».

Era de noche, en efecto. Siempre metafóricamente, anochecía en el exconvento de La Merced porque esta cuarta entrega del mandato de Pedro Sanz ya sólo apunta hacia las elecciones, si es que alguna vez apuntó hacia otro lado. Aunque los asientos se veían más poblados que en la última sesión, aunque al presidente le acompañaron en mayor número sus consejeros, esa sensación de inminente visita a las urnas termina de adormecer cualquier opción de debate.

Intentaron que la sesión se elevara los mencionados Del Río y Rubio; el primero, concediéndose a sí mismo turno para la ironía cuando respondió al PR+ a cuenta de las cestas de Navidad regaladas por el alcalde de Lardero a destinatarios opacos. El segundo, con una referencia a los veinte años que el PP se dispone a cumplir al mando del Gobierno riojano. Fuegos fatuos, no obstante, que se recortaban contra el telón de fondo de las vísperas electorales, cuyo primer acto se anuncia para antes del 24M: entonces será el turno de una urna primigenia, la urna del PP. La misteriosa urna que Sanz invoca para someter su candidatura a un plebiscito interno, una suerte de miniprimarias a las que está convocado el sanedrín de sus más íntimos, lo cual es una manera de garantizarse un resultado a favor con pinta de goleada. Lo cual es también, por otro lado, una concesión inesperada muy difícil de interpretar en el delicado juego de equilibrios que rodea últimamente al PP riojano.

O tal vez sea todo más sencillo: tal vez Sanz quiera sentir algo más que la anuencia de los suyos. Tal vez pretenda una manifestación de estima ahora que parece conducirse al último peldaño de su carrera política, un reconocimiento postrero por los servicios prestados. O sólo ocurre que el dedazo se ha quedado obsoleto. Que el dedazo es feo. Que el dedazo ya no se lleva.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios