Borrar
La línea de la crecida del río queda de manifiesto en esta imagen.
Desperdicios humanos

Desperdicios humanos

El Ebro vuelve a su cauce y deja al descubierto las vergüenzas de una sociedad sucia y poco implicada con el medio ambiente

Miguel Martínez Nafarrate

Sábado, 14 de febrero 2015, 10:03

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Una pareja de patos huye de las cámaras y del crujido de los pies sobre las ramas. Baten las alas a ras del río dejando una estela de puntitos sobre el agua. Más allá canta un pájaro. Es un sonido corto, como de aviso. Ha visto a alguien paseando por abajo y da la alarma a sus congéneres. Las cigüeñas de la Redonda se apresuran a tomar tierra en algún punto donde poder pescar algún sapo, culebrilla o pescado y llevarlo a su torre a devorarlo.

Es muy pronto. Poco personal por el parque del Ebro y su confluencia por el Iregua. Apenas un corredor que se deja el pellejo con su cazadora amarillo fosforito, un ciclista que pasa a todo trapo y un compañero de profesión paseando a su galga que se viene encogiendo de hombros desde 500 metros. ¿Qué hacéis por aquí?

Viendo el panorama. Las ramas de los árboles dejan una marca de la altura que ha tomado el río en su brava riada. No cabe duda. La inmundicia se apodera de la mirada. Es imposible dirigir los ojos a un punto limpio. Es un asco de tamaño supino. Lugar de solaz y paseo para los logroñeses. Maravilla de interpretación del medio ambiente, del gusto por acercar el río a la ciudad, de la ecología a pie de urbe... Que no. La vista se pierde en un mar y nube de hasta cinco metros de mugre. De desperdicios humanos que no tienen ni siquiera la catalogación de detrito. No es lo orgánico lo que sorprende. Los efectos colaterales de una riada son evidentes. Marcas de agua, ramas, hojas, árboles caídos, hierba tumbada en la dirección del río, arenales... Pero lo del Parque del Ebro-Iregua es otra cosa. Es un monumento al sonrojo. El de una ciudad que no tira los plásticos donde debe, que inunda de telas, trapos, botellas y compresas (las hay por millares) y que quedan colgadas de las ramas como una peli gore de zombis. Juguetes, medias, calcetines y condones cuelgan de este tétrico espectáculo que provoca una repugnancia especial. Está aquí al lado, a 3,3 kilómetros del Espolón como dice un indicador. Otro explica que es una zona de pesca sin muerte.

Puente arriba, los caminos entre el vallado tratan de recomponer su imagen. El río se ha llevado por delante todo lo que ha podido. Pero no solo lo que está expuesto, sino las huertas que están algo más arriba y que nos dan los alimentos frescos de diario. Unas burbujas blancas que dejan rastro en el río y que vienen de alguna tubería, van dejando también su rastro. No interesa abrir capítulo para saber su composición. En semejante escenario es peor dejar rienda suelta a la imaginación.

Un cochecito de juguete se bambolea en una rama y un par de calcetines cuelga de otra como si debajo hubiera una tienda de campaña. Es caprichoso el asunto porque en casa es fácil dejar los calcetines huérfanos y aquí, en medio de semejante podredumbre, flamean como la bandera de un galeón. El Iregua llega como un hilito de agua para encontrarse con un Ebro que baja a toda pastilla. El agua está transparente en la unión. Si fuera verano...

Medio ambiente tiene por allí un casetón en el que convergen cables de cierto grosor. Aparatos eléctricos que resuenan con un zumbido agudo. Alguien ha borrado de la pared una leyenda de 'Salud y República' y en un cartel de chapa de lustrosa identidad corporativa pone: Medio Ambiente.

El camino del Ebro, su famoso GR, obliga a mirar hacia otro lado a su paso por la ciudad. No es un sitio bonito para hacer campaña electoral. La mugre hay que limpiarla y hay tanta que abruma. El parque se ha convertido en una escuela de ecología para sonrojo de una sociedad que sique dándole la espalda al Ebro. ¿Cómo tuvo que ser lo del tsunami del 2004? Mejor no pensarlo, iban a escasear medicinas contra el cólera.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios