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INTEGRACIÓN HEROICA

CAUTIVO Y DESARMADO PABLO ÁLVAREZ

Jueves, 21 de agosto 2014, 23:38

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Pongamos que las cosas son como nos las han contado. Tiene pinta de ser así: no es la primera vez, incluso en una ciudad tan pequeña como Logroño, en que la Policía interviene para proteger a una joven de un país islámico (Pakistán, en este caso) de sus propios padres.

Esta vez, una chica de 19 años y su hermana pequeña de 14 han huido para evitar que a la pequeña le pasara lo que a la mayor: que sus amorosos papás la casasen con un desconocido en Pakistán. Contra su voluntad y sin preguntarle, por supuesto. Que para eso las mujeres son propiedad de papá... hasta que pasan a serlo del marido.

No soy yo muy partidario de la palabra «integración». Creo que, en la mayoría de los casos, escondemos tras ella el deseo innoble de que todos sean iguales que nosotros. Nuestra ropa, nuestra religión, nuestra tortilla de patatas. Soy más bien de la opinión de que cada uno tiene que poder hacer lo que le dé la gana, llevar el sari que prefiera y rezar al dios que le salga (o mejor, no rezar a ninguno).

Pero todo tiene sus límites, claro. Y los derechos humanos son la primera línea de no tolerancia. No podemos los españoles evitar que en Pakistán (en una parte, al menos) se pasen los derechos de sus hijas por el mismo forro, con la ayuda diligente de unas mamás cegadas por la tradición.

Lo que sí podemos es luchar contra ello con todas nuestras fuerzas en nuestro vecindario. Y las jóvenes pakistanís que sufren esas bonitas vacaciones-con-matrimonio-incluido son víctimas.

Todos los hombres son respetables y no condenables por sus creencias. Pero esas creencias sí que son condenables, y nadie nos obliga a respetarlas. Es más. Toda la humanidad de que dispongamos nos obliga a proteger a estas chicas que, para escapar, necesitan un esfuerzo heroico: el que les lleva a romper con todo su mundo.

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