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La Rioja troglodita

La Rioja troglodita

Para muchos riojanos, la montaña fue un hogar. Todavía se pueden encontrar sus huellas

Pío García

Viernes, 20 de junio 2014, 11:06

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Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra troglodita, en su primera acepción, significa que vive en cavernas. En La Rioja hubo trogloditas hasta hace muy poco tiempo y todavía es posible encontrar sus vestigios. Esta afición por encontrar cobijo en la roca se dio sobre todo en La Rioja Baja, aunque también vemos ejemplos relevantes en ciudades como Nájera.

Aprovechar la roca como pared tenía sus ventajas constructivas, pero también muchos riesgos. En Quel, por ejemplo, varios derrumbes sucesivos (con algún muerto) aconsejaron la evacuación completa del pintoresco barrio que se acurrucaba junto a la peña. Y en Nájera la visita a las cuevas está prohibida por el peligro que supone para los caminantes, aunque se hayan colocado barandillas en los caminos que serpentean por el acantilado.

En algunos casos, como el de Santa Eulalia Somera, el habitáculo excavado en el farallón no fue para una vivienda particular, sino para fundar un monasterio rupestre, con un columbario ajedrezado. Se puede visitar, el acceso no es difícil y merece mucho la pena: refleja maravillosamente la espiritualidad tosca y profunda, exacerbada por el ayuno y el fanatismo, de los cristianos altomedievales en estas tierras de frontera.

Una de las grandes experiencias que el fotógrafo Justo Rodríguez y yo hemos tenido en nuestro viaje por La Rioja fue conocer a Félix Ruiz, alias el Pati, natural y vecino de Arnedo. Lo encontramos en una casa metida en la roca que otea toda la ciudad. El Pati nació en las cuevas y allí pasó su infancia. No tenían agua, trabajaban en lo que podían y tampoco había mucha comida, pero puntualiza: No era mala vida. Había armonía entre la gente. Luego bajó a la ciudad, aunque no se le quitó la morriña y ahora que está jubilado pasa sus horas en esta vivienda embebida en la piedra. Se está de maravilla, dice mientras contempla la vega del Cidacos que se tiende a sus pies.

En Inestrillas, barrio de Aguilar del Río Alhama, hasta la iglesia y un imponente palacio están metidos en el acantilado. Y todavía hay casas cuyas habitaciones no tienen paredes ni techos, sino lascas de roca viva. Estas cuevas, siempre frescas y algo húmedas, pueden ser incómodas como dormitorios, pero ejercen magníficamente como despensas. Así la tiene por ejemplo Amaia Yarza, orgullosa de habitar la casa de sus abuelos. Cervera también exhibe al visitante su montaña agujereada y sus cuevas antaño habitadas y hoy vacías o convertidas en chamizos.

Estas magníficas fotografías de Justo Rodríguez reflejan una Rioja pintoresca y telúrica, que pocos forasteros conocen. En su tercera acepción, según el Diccionario, troglodita significa muy comedor. Hay que reconocer que, de eso, hemos encontrado muchos más ejemplos. Otro día los mostraremos.

(*) Este fin de semana, prosigue la serie La Rioja de cabo a rabo, con el patrocinio de Bankia. El sábado 21 recorremos San Asensio y Hormilleja y el domingo llegamos a Nájera, cuna y tumba de reyes.

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