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Exprisioneros depositan velas y flores ante el Muro de la Muerte en el campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau durante los actos del 71º aniversario de la liberación.
Amargo aniversario del Holocausto

Amargo aniversario del Holocausto

Los actos de recuerdo en Europa quedan empañados por los últimos episodios de antisemitismo

Miguel Salvatierra

Domingo, 31 de enero 2016, 07:42

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Numerosos actos recordaron el pasado miércoles el Holocausto. Hace 71 años, el 27 de enero de 1945, una patrulla rusa entraba en el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, donde desde mayo de 1940 hasta enero de 1945 fueron exterminadas 1,1 millón de personas, la mayoría de ellas judíos polacos. Esa fecha fue elegida por la ONU para conmemorar la Jornada internacional en memoria de las víctimas del Holocausto y de la prevención de crímenes contra la humanidad. Un recordatorio de los seis millones de judíos que perecieron en los campos de exterminio nazis, junto a otros millones de víctimas también inocentes como gitanos, disidentes políticos, discapacitados y homosexuales.

En Bruselas, la Alta Representante de Política Exterior y de Seguridad Común de la UE, Federica Mogherini, pidió que no se olvide a las víctimas de Holocausto y reconoció que el antisemitismo todavía está vivo en Europa, en referencia al aumento de las acciones antijudías y en especial el ataque integrista al supermercado de París en el que murieron cuatro personas. El alarmante aumento de los atentados antijudíos ha provocado un importante éxodo desde Francia hacia Israel. Según la Agencia Judía, en 2014 emigraron casi 7.000 personas, el doble que en 2013, y calculan que el año pasado lo han hecho unos 10.000.

Lo cierto es que el antisemitismo estuvo presente en Europa incluso cuando en los campos de exterminio apenas se acaba de enterrar a las últimas víctimas. Aunque se podía suponer una Europa avergonzada y horrorizada por lo sucedido, pocos recuerdan hoy las violencias antisemitas contra aquellos judíos supervivientes que trataban de regresar a sus lugares en origen en Polonia, Hungría o Rumanía y veían que sus casas ya no les pertenecían, en muchos casos ocupadas por sus vecinos. Es el caso del pogrom de Kielce de julio de 1946 en Polonia. La desaparición de un joven desencadenó una ola de linchamientos contra judíos que acabó con 42 muertos.

En la misma Polonia, hoy se trata de echar tierra sobre un pasado vergonzoso en el que hubo numerosos casos de colaboración con los nazis en el exterminio e, incluso como sucedió en la matanza de la Jedwabne, en 1941, cuando los propios polacos exterminaron a sus vecinos judíos sin la participación de los alemanes.

En 1996, el primer ministro polaco, Wlodzimierz Cimoszewicz, pidió perdón a los judíos por la matanza de Kielce y en 2011 primado de la Iglesia católica en el país, el cardenal Jozef Glemp, arzobispo de Varsovia, pidió al episcopado polaco que rezara por las víctimas de la masacre de Jedwabne, y de otras atrocidades en las que tomaron parte católicos polacos.

Sin embargo, esa revisión crítica del pasado no gusta a todos y en especial al nuevo Gobierno nacionalista polaco obsesionado con exaltar los valores patrios y marginar todo aquello que suponga una contradicción con su relato histórico. Es el caso de Ida, ganadora este año del Oscar a la mejor película extranjera. El film de Pawel Pawlinkwoski no es de temática histórica, pero su trama se mueve sobre las complicadas relaciones entre judíos, católicos y comunistas polacos bajo los efectos del Holocausto.

Un reavivamiento del antisemitismo en Europa que tampoco se entendería sin el conflicto derivado de la ocupación ilegal de Palestina por parte de Israel y la ofensiva terrorista del fundamentalismo islámico. Un amargo aniversario del Holocausto en un momento además en el que comienzan a desaparecer los supervivientes de aquel horror y sus verdugos. Una memoria viva que todavía es el mejor antídoto contra cualquier tipo de discriminación basado en la religión o la raza.

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