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Trump alimentó de golpe a los peces imitando a Abe, en el palacio de Akasaka. :: J. E. / reuters
Trump queda en mal lugar por  culpa de su anfitrión japonés

Trump queda en mal lugar por culpa de su anfitrión japonés

El presidente americano y el primer ministro nipón hacen piña para responder con contundencia a la amenaza norcoreana

ZIGOR ALDAMA

SHANGHÁI.

Martes, 7 de noviembre 2017, 00:31

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Que Donald Trump esté un día sin llamar la atención es prácticamente imposible. Y ayer no fue una excepción. Durante la segunda jornada de su gira asiática, que ha comenzado en Japón con una agenda centrada en la amenaza militar norcoreana y el comercio bilateral, el presidente estadounidense protagonizó un curioso episodio en el que, por primera vez, no tuvo culpa alguna de su actitud irrespetuosa.

En uno de los muchos actos que tenía previstos junto al primer ministro japonés, Shinzo Abe, los dos mandatarios tenían que dar de comer en un estanque a unos peces de colores llamados koi. La tradición nipona dice que el proceso se debe realizar con calma, ya que la comida se lanza con una pequeña cuchara de madera.

Sin embargo, las cámaras captaron a Trump volcando la caja llena de pienso que le habían entregado, algo que enfureció a las redes sociales. «Ni siquiera sabe dar de comer a los peces», criticaron muchos usuarios de Twitter. «Los peces no pueden asimilar tanta comida de golpe», intervinieron biólogos.

Pero lo cierto es que Trump se limitó a seguir el ejemplo del propio Abe, que fue quien primero perdió la paciencia y lanzó toda la comida a las carpas. Segundos después, Trump hizo lo propio y saludó a las cámaras que le siguen. Había que darse prisa, porque la agenda siempre es apretada y los peces son lo de menos. Lo importante ayer fue la reiteración del frente común que Japón y Estados Unidos hacen para tratar de evitar que Corea del Norte continúe desarrollando bombas atómicas y misiles intercontinentales.

Derribo de cohetes

«La paciencia estratégica ha acabado», afirmó Trump, que parece haberse salido con la suya en la exigencia de que Japón derribe -utilizando armamento vendido por Estados Unidos, claro- cualquier otro cohete que pueda sobrevolar su territorio. Al fin y al cabo, Abe está de acuerdo con el presidente cuando dice que esas pruebas «son una amenaza para la paz y la estabilidad internacional». Claro que en Corea del Sur, adonde llega hoy, muchos de los ciudadanos a los que se supone que protegen las tropas americanas consideran que Trump, y no el dictador norcoreano, Kim Jong-un, es el mayor peligro para la región.

Convencerles de que no es así será el principal reto del magnate americano en Seúl. Y, sin duda, habrá menos risas con Moon Jae-in, el homólogo surcoreano que apuesta por el diálogo para resolver la crisis que ha abierto la hermana comunista con los misiles balísticos intercontinentales que ha desarrollado con capacidad para alcanzar territorio estadounidense.

Por si fuese poco, China, que acogerá a Trump desde mañana, también se sumó ayer a los países que piden moderación y menos retórica belicista. Sin duda, a partir de ahora la gira se complica para Trump, que tendrá preocupaciones mayores que la forma en la que da de comer a los peces.

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