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El terremoto derribó el hotel Ane Centro en el municipio de Matías Romero, Oaxaca. :: efe
México vive el terremoto  más intenso del último siglo

México vive el terremoto más intenso del último siglo

El temblor, de magnitud 8,2, deja al menos 58 muertos y grandes destrozos en los Estados de Oaxaca y Chiapas, en la costa del Pacífico

MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO

LA HABANA.

Sábado, 9 de septiembre 2017, 00:47

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Once minutos antes de la medianoche del jueves un terremoto de magnitud 8,2, el de mayor intensidad registrado en 100 años, sacudió el centro y sur de México dejando al menos 58 muertos, 200 personas heridas y cuantiosos daños materiales en edificaciones e infraestructuras. Se vivieron momentos de pánico. Los coches, detenidos, se movían, la gente en el metro se sentía atrapada y miraba al techo con angustia, otros salieron de sus casas en pijama y no querían regresar.

El epicentro se registró en el mar, a unos 130 kilómetros de Tonalá (Chiapas) pero llegó a sentirse en Guatemala con una fuerza de 7,7. Los cerca de 50 millones de habitantes de esa parte de Centroamérica, sintieron muchas de las 337 réplicas. Se decretó la alerta de tsunami en México, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Honduras, pero el presidente Enrique Peña Nieto aseguró que éste «no representa en este momento un riesgo mayor, no se ve de una dimensión mayor». «Estamos en alerta, estamos atentos y haciendo una valoración completa que puede tardar días», dijo el mandatario.

Peña Nieto informó a los ciudadanos a través de la televisión. Según los datos en su poder, el hipocentro se localizó a una profundidad de 19 kilómetros y a unos 100 kilómetros de la costa. El presidente advirtió también de que podría registrarse una réplica fuerte en 24 horas. Ayer, en Tonalá la tierra volvió a temblar con una intensidad de 6,1 grados, pero podría haber más.

La violencia de los movimientos provocó momentos de terror entre ciudadanos, que evocaron el devastador cataclismo que a las 7:15 de la mañana del 19 de septiembre de 1985 mató a 10.000 personas. Gracias a la lección aprendida hace 32 años, el desastre no ha sido mayor porque las todas las construcciones posteriores se levantan con sistemas antisísmicos. No obstante, ayer se ordenó la suspensión de las clases en la mayoría de la región afectada por el temblor para permitir la inspección de las instalaciones educativas.

Cortes de electricidad

La mayor cantidad de víctimas mortales se registró en Oaxaca, en la costa del Pacífico, con 45 muertos. En la localidad de Juchitán, se derrumbó el palacio municipal, una construcción colonial, y resultaron dañadas varias viviendas. En el vecino Chiapas los fallecidos fueron siete, casi todos a consecuencia de muros caídos. El gobernador chipaneco, Manuel Velasco, confirmó que dos fueron mujeres a quienes se les derrumbó la vivienda en San Cristóbal de las Casas, la ciudad donde el 'subcomandante Marcos' dio a conocer su lucha en defensa de los indígenas y que se localiza en uno de los Estados más pobres del país.

En Tabasco, el gobernador Arturo Nuño informó de la muerte de dos menores, uno aplastado por una pared y un recién nacido porque se quedó sin electricidad el respirador al que estaba conectado. Precisamente uno de los efectos inmediatos del terremoto fueron los cortes de energía eléctrica y gas de los que no se libraron tampoco en la capital de la nación. En el aeropuerto del Distrito Federal se rompieron cristales y se abrieron grietas en la terminal. Alertados por 8.200 megáfonos desplegados en la capital federal, los 20 millones de habitantes de Ciudad de México salieron precipitadamente a las calles, donde permanecieron mientras duró la alerta.

Las autoridades explicaron que los sismos no se pueden predecir y que lo único que cabe es seguir los consejos de protección en el momento en que se dispara la alarma. Por ejemplo, desde hace dos décadas, la asociación Cires provee a Ciudad de México un sistema de sensores colocados a lo largo de la costa pacífica. Desde 1993, ha dado más de 60 alertas de terremotos.

El seísmo del jueves noche liberó con su magnitud 8,2 una energía equivalente a la explosión de 32.000 bombas atómicas como la de Hiroshima, o de 416 millones de toneladas de dinamita. Ante esa fuerza de la naturaleza poco se puede hacer. Abrir y aguantar las puertas de acceso a las viviendas, alejarse de las ventanas, colocarse debajo de una mesa o al abrigo de un dintel. Y mientras, desde un piso trece, observar como las otras construcciones, y la propia, oscilan como muñecos de tentempié.

Sin embargo, cuando las sacudidas son tan fuertes alguien siempre pierde la calma. Si cunde el pánico es fácil que tenga un efecto contagio y entonces se cometen imprudencias que pueden salir caras.

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