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Miembros del Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger, en una imagen de archivo. :: PIUS UTOMI EKPEI/ afp
Guerras vikingas en Nigeria

Guerras vikingas en Nigeria

Groenlandeses, islandeses, vikingos y otras bandas locales, conocidas como 'cults', luchan entre sí en el Delta del Níger

GERARDO ELORRIAGA

Lunes, 8 de enero 2018, 00:49

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Hay muchas maneras de morir violentamente en Nigeria. Las víctimas de los ataques suicidas de Boko Haram en el norte del país concitan la mayor atención mediática, pero existen otras formas, aún más atroces, de perecer en este territorio vasto y convulso. Los campesinos en los Estados centrales sufren la hostilidad de los ganaderos en una ancestral disputa por pastos y fuentes, teñida por las diferencias entre la fe cristiana y musulmana de unos y otros, y la minoría chií también cuenta con varias masacres en su haber, generalmente achacadas a la propia Policía.

Los abusos de los cuerpos de seguridad y la delincuencia común contribuyen a la inseguridad y, además, existe una zona donde las numerosas y masivas violaciones a los derechos humanos y el conflicto armado han llegado a provocar la inestabilidad económica de un gigante con los pies embarrados. El Delta del Níger, en el extremo suroriental, es el escenario brutal y surrealista donde los autodenominados groenlandenses, islandeses o vikingos luchan por el poder.

El último día del año pasado decenas de feligreses fueron abatidos por desconocidos cuando regresaban al hogar tras asistir a diversos oficios de la Nochevieja. Las últimas hipótesis descartan el motivo religioso y apuntan a una venganza por el apoyo prestado por las autodefensas locales al Ejército en la búsqueda y captura del líder de uno de los 'cult' asentados en la zona. Aunque cuentan con ciertas características sectarias, en realidad, se trata de organizaciones que guardan similitudes con las maras centroamericanas. Curiosamente, el origen de estas feroces entidades se halla en la universidad, pero su influencia ha desbordado los límites de todos los campus académicos.

LA CLAVE Han actuado al servicio de movimientos políticos revolucionarios y también de líderes tribales

Los Piratas sentaron precedente en los primeros años cincuenta. La cofradía fue creada por todo un Nobel, el escritor Wole Soyinka, entonces un joven estudiante, en una atmósfera que reclamaba independencia. Aquella iniciativa académica alentaba contra el poder colonial británico y reflejaba, tal y como ocurrió después, que los conflictos exteriores se proyectaban dramáticamente en el entorno universitario. Así, nuevas entidades surgieron durante la década de los sesenta, en plena guerra civil de Biafra, alentadas por las minorías étnicas procedentes de la región en lucha.

Los militares descubrieron pronto el potencial intimidante de los jóvenes airados. La dictadura de Ibrahim Babangida, a mediados de los ochenta, los sobornó para que controlaran las universidades y los sindicatos estudiantiles, ámbitos hostiles al nuevo poder autoritario. A finales del pasado siglo se produjo una explosión de grupos de heterogénea procedencia, con sus propios ritos iniciáticos a menudo ligados al vudú y nombres bizarros con ecos de rock metalero. Fueron los tiempos de la Hermandad de Sangre, Segundo Hijo de Satanás, Caballo de Troya, Obispos Blancos o Verdugos, pero también de la aparición de grupos femeninos, pronto convertidos en redes de prostitución.

La expansión resultaba inevitable y, como extensión de aquellos grupos, surgieron los 'cult gang', bandas armadas que encontraron en el extremo suroriental del país un territorio proclive para el asentamiento del crimen organizado. La zona productora de petróleo es una de las más deprimidas del país, con graves problemas de contaminación medioambiental, destrucción de ancestrales modos de vida y marginación. Los niveles de violencia de Port Harcourt, la capital, se hallan entre los más altos del planeta, y resultan comparables a los de Bagdad, por ejemplo.

Al menos mil muertos

Los islandeses y groenlandeses son algunas de esas sociedades que operan con estructuras mafiosas en Rivers y otros Estados ribereños del Golfo de Guinea, pero también son muy activas la Confraternidad Junior Vikinga o Deewell, y el Debam, un ala de la Confraternidad del Klan. Los cuerpos de seguridad aseguran que siguen ejerciendo la coerción contra los claustros y alumnos de otras etnias, aunque ahora sus principales actividades tienen que ver con el robo armado, el sabotaje de oleoductos y el secuestro, principalmente de trabajadores de la industria extractiva, como herramientas para la extorsión. Las políticas de amnistía han intentado descabezarlas, pero su proliferación alcanzó nuevas cotas en 2016, cuando la caída de los precios del petróleo acentuó la depresión social y económica de la rebión.

Al menos mil personas han muertos en los combates entre el Ejército y los 'cultistas' a lo largo de los dos últimos años y el líder groenlandés de Rivers resultó abatido a finales del pasado verano, pero existen serias dudas sobre la capacidad del régimen para acabar con este fenómeno. Las maras salvadoreñas aspiran a convertirse en actores políticos y los 'cult' han ejercido ese rol desde sus inicios.

Las pandillas han actuado al servicio del Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND), un movimiento separatista local, y, asimismo, han contribuido eficazmente a los intereses de líderes tribales, políticos y militares, tanto como milicias privadas o, veladamente, mediante el acoso a los rivales. Frecuentemente, los dirigentes implicados en estas alianzas iniciaron los contactos con el 'cult' en el medio universitario, allí donde se fraguan ambiciones y camaraderías que trascienden el ámbito de las aulas y en el sur de Nigeria se sellan con sangre y fuego.

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