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MERCEDES GALLEGO CORRESPONSAL
NUEVA YORK.
Viernes, 6 de abril 2018, 00:09
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Donald Trump no es el único irritado con la investigación de Robert Mueller. El fiscal especial se ha convertido en el terror de los oligarcas rusos, que en varias ocasiones han sido interceptados por su equipo al aterrizar en un aeropuerto de EE UU para ser sometidos a someros interrogatorios del FBI. No es como ser musulmán y acabar en una cárcel secreta de la CIA, pero tampoco está a la altura de la aristocracia saudí, encarcelada en el Ritz.
El fiscal especial ya ha dado varios sustos a antiguos colaboradores de Trump cuando regresaban a EE UU de algún viaje, pero en las últimas semanas las órdenes de detención que expide su equipo se han centrado en encontrar a los rusos que puedan estar detrás de importantes donaciones de campaña, bien directamente al candidato o al Partido Republicano. Las leyes estadounidenses de financiación electoral prohíben a extranjeros influir en las elecciones a través de donaciones o cualquier otra vía.
La identidad de los interrogados no se ha hecho pública, pero inquieta en determinados círculos. «Al fiscal le gusta aprovechar el elemento sorpresa», dijo el exfiscal Daniel Goldman a la CNN, que dice tener datos de la detención de al menos tres acaudalados rusos.
No importa que lleguen en vuelo comercial o en aviones privados. Al menos uno de ellos fue detenido tras aterrizar con su jet en un pequeño aeropuerto de Nueva York, donde habitualmente se les prodiga un tratamiento VIP. Las autoridades aprovecharon esas detenciones para registrar sus teléfonos y ordenadores portátiles. Según lo que encuentren, algunos resultarán más proclives a cooperar con las autoridades.
Fue el caso de George Nader, un especialista en Oriente Próximo que en enero se dirigía a la fiesta de aniversario de la victoria de Trump en Palm Beach cuando fue detenido por el FBI durante el trasbordo en el aeropuerto internacional de Washington Dulles. Nader había organizado un encuentro secreto en las islas Seychelles entre Erik Prince, un seguidor de Trump que fundó la milicia paramilitar Blackwater, y Kirill Dmitriev, jefe ejecutivo de un fondo de inversión estatal ruso cercano a Putin. El objetivo era establecer un canal secreto para que ambos líderes se comunicaran sin que lo supiera ni la Inteligencia estadounidense.
Desde entonces Nader está colaborando con la investigación. Como también hizo el exasesor de política exterior George Papadopoulos, detenido en ese mismo aeropuerto después de un largo vuelo procedente de Alemania, que ha optado por declarase culpable para pactar con el fiscal.
Otro asesor de Trump durante la campaña, Ted Malloch, se quejó recientemente de haber sido detenido en el aeropuerto de Boston por órdenes de Mueller cuando volvía de un viaje internacional. En su caso los agentes del FBI buscaban conexiones con el amigo y asesor de Trump durante la campaña Roger Stone, cuya relación con el fundador de Wikileaks, Julian Assange, podría proporcionar la pista que anda buscando.
Según 'The New York Times', el presidente no es el objeto de la investigación, o eso le habría dicho el equipo de Mueller a sus abogados el mes pasado. Sin embargo, el círculo se estrecha y la estrategia de seguir la pista al dinero está llevando al fiscal camino de Moscú.
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