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Caitlan Coleman y Joshua Boyle con dos de sus hijos en un vídeo publicado por los talibanes. :: reuters
La familia que creció en cautividad

La familia que creció en cautividad

Pakistán se lleva el mérito del rescate, tras entregar a EEUU la pareja formada por un canadiense y una estadounidense que tuvo tres hijos en ese tiempo

MERCEDES GALLEGO

NUEVA YORK.

Viernes, 13 de octubre 2017, 00:12

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Primero fue Latinoamérica, luego Asia central. El itinerario que se habían preparado los jóvenes mochileros que se conocieron por internet hablando de Star Trek pasaba por Kazakhstan, Tajikistan y Kyrgyzstan, países que no eran «tan peligrosos como los pintan», aseguraron a sus familias en Canadá y EEUU, respectivamente. Joshua Boyle y Caitlan Coleman, veinteañeros recién casados, les habían prometido a los padres de esta, embarazada de siete meses, que no irían a Afganistán, pero el último email que recibieron de Boyle decía que estaban «en un lugar inseguro» de ese país. De eso hace ya cinco años. Aquel cibercafé fue el último lugar conocido en el que se les pudo ubicar hasta ayer, cuando el Gobierno de Pakistán se los traspasó al de EE UU para que los trasladase a sus países de origen.

Donald Trump ya lo sabía. Los talibanes se los habían entregado al Gobierno de Pakistán aún no se sabe a cambio de qué -inicialmente habían pedido la liberación de uno de sus líderes-. El presidente presumió la víspera de que «el mundo está empezando a respetarnos», porque ese día «uno de sus generales» le había confiado que «uno de los países que antes nos faltaba el respeto totalmente» le había llamado con la noticia y que «hace un año nunca hubieran hecho esto». Su halago favorito para destacarse de Obama. Ya se sabría después de qué hablaba, terminó enigmático.

La pareja no venía sola. En estos cinco años de cautiverio Caitlan Coleman, que ahora tiene 31 años, ha dado a luz a tres hijos. Su marido, de 34, le hizo de comadrona con una linterna, contó en uno de los vídeos que los talibanes les grabaron. En él la joven de Pensilvania suplicaba a su Gobierno un gesto que permitiese a sus captores salvar la cara y sacarlos de ese infierno «kafkiano» en el que vivían, donde sus hijos «me han visto siendo mancillada», narró temblorosa y compungida bajo una hijab negra. «Si salimos de aquí con vida será un milagro», lapidó.

El general John Kelly, jefe de gabinete de la Casa Blanca, confirmó ayer que la pareja «prácticamente ha vivido en un agujero durante cinco años», por lo que habían preparado para ellos asistencia médica y psicológica en el vuelo que los llevaría «a donde ellos quieran».

Contacto por carta

Los padres de Boyle, a los que habían despertado de madrugada para ponerles a su hijo al teléfono por primera vez en cinco años, aclararon al diario 'Toronto Star' que el reencuentro tardaría un par de días. De sus palabras de agradecimiento a los soldados pakistaníes que habían «arriesgado su vida para rescatarlos» parecía deducirse que no se había tratado de una entrega voluntaria, pero el general Kelly negó que EEUU hubiera participado en ningún operativo militar para rescatarlos.

En su último vídeo de enero pasado Boyle agradecía la pronta entrega de una carta de sus padres con fotos y noticias sobre las bodas y decesos que habían ocurrido en la familia durante su ausencia. Aún tenía estado de ánimo para destacar que los tres días que habían tardado en recibir la carta desde que se escribió dejaban «muy mal» al servicio postal canadiense, «que es una vergüenza», porque cuando estoy en Canadá no consigo que a mi abuela le llegue una carta mía así de rápido.

Menos risueños aparecen en otros vídeos los estadounidenses que se creen aún en poder de los talibanes, como el escritor Paul Overby, de 74 años, desaparecido hace dos años cuando intentaba entrevistar al cabecilla de los Haqqani para su siguiente libro, el mismo grupo talibán que retuvo a la pareja recién liberada. O el profesor universitario Kevin King, de 60 años, secuestrado a las afueras de la Universidad Americana de Kabul junto a otro profesor australiano que en el vídeo suplica piedad. «No quiero morir aquí», dice Timothy Weeks. «Donald Trump, esto está en tus manos».

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