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Autoridades y militares nigerianos supervisan el traslado de las niñas liberadas por Boko Haram. :: efe
«Dijeron que no volvieran a la escuela»

«Dijeron que no volvieran a la escuela»

Dirigentes de Nigeria cierran los centros educativos para evitar secuestros de Boko Haram y condenan a las jóvenes al analfabetismo

GERARDO ELORRIAGA

Viernes, 23 de marzo 2018, 00:58

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Las mujeres son seres de segunda en el noreste de Nigeria y las jóvenes están condenadas a la invisibilidad y el analfabetismo al calor del hogar. La igualdad de sexos resulta una fantasía absurda en aquella región árida y mísera, un territorio donde la sabana más pobre conduce progresivamente hasta el arenal del Sahel.

La liberación por los yihadistas de 105 alumnas de la escuela de Dapchi supone, paradójicamente, otro paso más en ese retrógrado proceso de segregación y marginación. Los milicianos de Boko Haram devolvieron a las muchachas a su poblado y, antes de partir hacia sus bases en Níger, aleccionaron a los padres. «Dijeron que no debíamos enviar nunca a nuestras hijas de vuelta a las escuelas occidentales», contó el representante de las familias, Kachalla Bukar.

Unos y otros se desearon paz e inmortalizaron el apretón de manos con 'selfies', a pesar de que cinco de las rehenes murieron asfixiadas durante el viaje y la única cristiana del grupo permanece retenida porque no quiere convertirse al islam. Ahora, el vecino Estado de Borno anuncia el cierre de internados femeninos para impedir nuevos secuestros.

Una de las jóvenes de Dapchi liberadas relató a su padre cómo fueron el cautiverio y la liberación. Los vehículos en los que viajaron estaban «abarrotados». «Algunas nos tuvimos que sentar encima de otras», contó Fatsuma. No sufrieron malos tratos. «Nos dieron comida y nos permitieron cocinar para nosotras», recordó.

La situación política del gigante africano es confusa, contradictoria y profundamente injusta. El Gobierno calla, el Ejército no actúa y la corrupción de las elites lastra el progreso. El rapto masivo de las alumnas de Chibok, en abril de 2014, fue respondido con el silencio, tal y como ha sucedido en esta ocasión. El Ejecutivo tardó una semana en reconocer su desaparición y ahora tampoco hay constancia del rol asumido en la recuperación de las jóvenes. El ministro del Interior sólo asegura que este ataque implica la ruptura de las conversaciones que mantiene con los sublevados en busca de un alto el fuego y que el regreso de las estudiantes fue fruto de conversaciones 'extraoficiales'.

Pero la versión oficial no sólo no concuerda con la real, sino que, en muchos casos, no existe. Nadie ha explicado aún por qué las tropas acuarteladas en la localidad no respondieron a cinco avisos de la llegada de guerrilleros, como denuncia Amnistía Internacional, o por qué se retiraron abandonando a su suerte a los pobladores. Las autoridades que clausuran las residencias, imprescindibles para las muchachas procedentes de aldeas sin aulas, tampoco aportan razones para no reforzar la seguridad de los centros sin privar a la población femenina de su derecho a la educación.

Ignorancia de masas

Boko Haram, que reclama la prohibición de la educación occidental, de ese 'boko' o 'book', libro en inglés, apoya una corriente de opinión en la zona favorable a la ignorancia de las masas. El noreste de Nigeria es la zona con las mayores tasas de analfabetismo del mundo. El 7% de la población sabe escribir y leer en Yobe, el Estado donde se ha producido el último rapto, mientras que el 92% posee esos conocimientos en Lagos, el Estado más meridional y rico.

Los planes de inversión demuestran que no se trata de una cuestión económica. Las autoridades locales han recibido fondos similares o incluso superiores a los dispuestos en el sur. Durante el dominio británico, la falta de escolarización fue atribuida a los políticos colonialistas que marginaban a los musulmanes; después de la independencia, a una elite conservadora contraria al desarrollo según moldes importados; y por fin, en el periodo democrático, a una insurgencia integrista que arrasaba escuelas. Hay muchas razones en el noreste de Nigeria para quemar libros, expulsar a las chicas de los pupitres e impedir su derecho a la educación.

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