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Estudiantes de un colegio en India rezan por el rescate de los niños futbolistas atrapados en una cueva de Tailandia. :: Amit Dave / reuters
Los buzos dan el último arreón para completar un rescate de leyenda

Los buzos dan el último arreón para completar un rescate de leyenda

Ya son ocho los niños que han salido a la superficie después de más dos semanas bajo tierra y solo quedan cinco atrapados en la cueva

PABLO M. DÍEZ

MAE SAI (TAILANDIA).

Martes, 10 de julio 2018, 00:03

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El milagro que, hace solo una semana, parecía imposible va a hacerse realidad. Superando los más funestos presagios, ayer fueron rescatados otros cuatro niños atrapados en la ya famosa cueva de Tham Luang, al norte de Tailandia. Tras sumarse a los cuatro rescatados el domingo, ya solo quedan cinco en dicha caverna, que los equipos de salvamento tratan de sacar hoy a la superficie.

«La operación ha ido más rápida y mejor que antes», se congratuló el gobernador provincial de Chiang Rai, Narongsak Osottanakorn, al anunciar el éxito de la misión, que duró desde las once de la mañana hasta las ocho de la tarde (de cinco de la madrugada a tres de la tarde, hora peninsular española). El mismo equipo de trece buzos extranjeros y cinco tailandeses que había sacado a los cuatro primeros niños repitió la proeza y tardó dos horas menos que el día anterior.

Gracias al conocimiento de la cueva que han adquirido durante los últimos días, los buzos han logrado una destreza que está resultando decisiva para recorrer los cinco kilómetros de grutas, algunas estrechísimas e inundadas, que separan al grupo, atrapado a 600 metros de profundidad de la luz .

El bombeo de agua al exterior ha reducido las inmersiones que deben realizar los menores

A la pericia del equipo de salvamento se unió ayer la suerte. A pesar de las previsiones de lluvias torrenciales por el monzón, que podrían volver a inundar la caverna y complicar aún más el dificilísimo rescate, no cayó ni una sola gota en todo el día. «Lo único que le pido al cielo es que me siga dando un poco más de tregua», rogó el gobernador entre los aplausos y gritos de ánimo de algunos periodistas tailandeses. Pero, demostrando una vez más que no siempre llueve a gusto de todos, después de la medianoche empezó a descargar una fuerte tormenta que amenaza con perpetuarse esta semana.

A pesar de este contratiempo, las autoridades han mejorado el drenado de la cueva para bombear el agua que sigue anegando algunos tramos. Parece que así se ha logrado reducir el número de inmersiones al que deben someterse los niños para atravesar las grutas y pasar de una cavidad a otra, en ocasiones a través de huecos que apenas tienen un metro de ancho. Sin apenas visibilidad por el fango y con fuertes corrientes, se trata de la parte más peligrosa de esta claustrofóbica odisea para unos niños que solo tienen entre 11 y 16 años y han aprendido a bucear en un par de días.

Haciendo un alarde de madurez y serenidad, ocho de ellos ya han salido de esta cueva de pesadilla y se recuperan en el hospital de la capital provincial, a 60 kilómetros de Mae Sai. Con los síntomas propios de haber pasado demasiado tiempo bajo tierra, están en cuarentena y todavía no han podido reunirse con sus familias. Desmintiendo algunas informaciones que aseguran que el Gobierno no había dicho a los padres qué niños estaba sacando para no generar tensiones por el orden del rescate, el gobernador indicó a este diario que «sí estamos avisando a los familiares de los evacuados».

El entrenador, el más débil

Debido al hermetismo de las autoridades, también hay bastante confusión sobre quiénes están siendo rescatados primero: los que estaban en mejores condiciones o peores. Al no revelarse los nombres de los evacuados, no se sabe si el monitor de los chicos, de 25 años, sigue todavía en la cueva. Como es el responsable del grupo, se supone que debería ser el último en salir. Pero parece que es el que se encuentra más débil porque, hasta que fueron encontrados al cabo de diez días, le dio a los niños lo poco que tenían de comer.

El pasado 23 de junio, y tras un entrenamiento de su equipo de fútbol, llamado Jabalíes Salvajes, el entrenador y los doce muchachos se adentraron en la cueva, un popular destino turístico de la zona. Haciendo caso omiso a los carteles que advertían del peligro de inundaciones durante el monzón, que dura de junio a octubre, allí pretendían celebrar el cumpleaños de uno de los menores. Pero una fuerte tormenta les impidió la salida y, al inundar la lluvia varias grutas, tuvieron que ir retrocediendo hasta cobijarse en una cavidad a cinco kilómetros de la entrada. Tras haber sacado ya a más de la mitad, un dispositivo de un centenar de buzos internacionales y tailandeses intenta hoy el último milagro.

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