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Trabajadores en una estación de metro. :: Reuters
Bombardeo de realidad en Pyongyang

Bombardeo de realidad en Pyongyang

El régimen de Corea del Norte combate su aislamiento con una continua movilización de su población contra el 'enemigo exterior'

PABLO M. DÍEZ

Domingo, 8 de mayo 2016, 01:22

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«Hacia la victoria final con el mariscal Kim Jong-un». Con el dibujo de un soldado, un ingeniero y una campesina, así reza un cartel a la salida de la parada de metro de Pu Hung (Prosperidad) en el centro de Pyongyang. «¿La victoria contra quién?», preguntamos al guía del Gobierno que nos acompaña en todo momento en este viaje a Corea del Norte para cubrir el histórico congreso del Partido de los Trabajadores. Nos mira extrañado sin saber qué contestar. «¿Contra los americanos, los surcoreanos, los japoneses?», insistimos. «No, contra todo, en general», dice apurado gesticulando con las manos, como queriendo abarcar a un enemigo invisible en el aire.

Desde la mañana hasta la noche, la propaganda moviliza a los norcoreanos con proclamas políticas para rendir culto al líder. Un bombardeo que empieza al amanecer, cuando suena en la estación de Pyongyang el himno de Kim Il-sung, fundador del país y abuelo del actual dictador, Kim Jong-un, y concluye al anochecer, cuando se vuelve a oír esa misma marcha por la megafonía. Estos días, con motivo del congreso, por toda la ciudad resuenan los coros de las canciones oficiales, que se suman a las soflamas emitidas por las furgonetas con altavoces que recorren las calles, plagadas de retratos de los líderes.

Dicen los guías que la televisión estatal tiene cuatro canales, incluyendo uno de deportes y otro de educación, pero sólo hemos visto noticias sobre Kim Jong-un vitoreado por las masas y un concierto de la popular Orquesta Moranbong con una banda del Ejército que se repite una y otra vez, así como películas de guerra o documentales sobre los multitudinarios desfiles que organiza el régimen.

En la fábrica de cables eléctricos 26 de Marzo, bautizada así para recordar el día de 1968 en que la visitaron Kim Il-sung y su hijo, el difunto 'Querido Líder' Kim Jong-il, las paredes están forradas de carteles con motivos bélicos. «La política 'songun' de primacía militar traerá grandes victorias al país», promete un colorista cartelón con figuras de soldados y obreros colgado sobre las arcaicas máquinas que trenzan el hilo eléctrico. Entre dos enormes cuadros de soldados en plena batalla, una sentencia del mismisimo Kim Jong-il recuerda que «los héroes de nuestro tiempo quedarán en la memoria» para incentivar la producción.

Todo nacional

Con unos mensajes y una iconografía que se repiten desde hace décadas, el objetivo es siempre el mismo: movilizar a los norcoreanos contra un enemigo exterior, ya sean «los imperialistas americanos» o las sanciones internacionales por los ensayos nucleares que asfixian al país. «Gracias a nuestros líderes, tenemos una economía de autosuficiencia y las sanciones no nos han afectado porque todas nuestras máquinas y materias primas son nacionales», señala el responsable de la factoría, que tiene 1.000 operarios y produce 2.000 toneladas de cable eléctrico al año.

Donde tienen más problemas con las sanciones de la ONU es en la Maternidad de Pyongyang, ya que la mayor parte de su equipamiento médico viene del extranjero. Aunque un responsable del hospital insiste en que «hasta 2010 teníamos máquinas extranjeras, pero ahora las hacemos nosotros», el TAC es de la marca alemana Siemens y otros aparatos son japoneses y chinos. En su ala para la detección del cáncer, el equipamiento electrónico visible se reduce a una televisión Arirang en el cuarto donde nos recibe la que parece ser la única paciente.

Siguiendo el discurso de la propaganda, un responsable de la Maternidad, Mun Chang-un, repite que todas las máquinas son norcoreanas. «Si nuestro país puede desarrollar una bomba de hidrógeno, ¿por qué no va poder fabricar aparatos de rayos X?», cuestiona antes de sentenciar que «nuestras cien incubadoras también son nacionales».

En 2007, cuando este enviado especial visitó Corea del Norte por primera vez, en la Maternidad reconocían que hasta dos años antes no habían podido sustituir su única máquina de rayos X, que databa de la apertura del centro en 1980. Mientras aquel nuevo aparato era de fabricación italiana, su equipamiento para mamografías y ecografías y las incubadoras venían de Alemania. Hoy, el discurso ha cambiado.

Siguen igual las 165 toneladas de gemas y piedras preciosas que adornan el suelo de la entrada a la Maternidad, colocadas por orden de Kim Il-sung para «hacer brillar este palacio de las mujeres», dice la guía del centro. Tampoco parece haber cambiado mucho la desnutrición que, según la ONU, afecta a uno de cada tres menores de cinco años. Aunque Mun Chang-un sitúa el peso medio de los recién nacidos entre 2,8 y 3,2 kilos, ni a los dos kilos llegaban algunos de los bebés de las incubadoras, fueran extranjeras o norcoreanas. Al final, la propaganda es bombardeada por la realidad.

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