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Miércoles, 11 de abril 2018, 00:34
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El programa de armas químicas de Siria nació a comienzos de los 70 cuando, según informes estadounidenses, recibió una pequeña cantidad de este tipo de armamento por parte de Egipto antes de la guerra árabe israelí de 1973. Creció y se desarrolló en secreto en la década posterior bajo la supervisión de la Unión Soviética (URSS), en manos del Centro de Estudios Científicos e Investigación, que tenía cuatro fábricas y decenas de almacenes repartidos por el país, hasta llegar a dotar al régimen del «mayor arsenal del mundo», tal y como lo definió en 2012 el Ejército hebreo poco después de que su existencia saliera a la luz por boca del portavoz de Exteriores sirio, Yihad Makdessi.
Un año después del estallido de la revuelta, Makdessi encendió todas las alarmas al responder en que este tipo de armas se emplearían «únicamente en caso de agresión externa». A partir de entonces el resto de altos funcionarios intentaron maquillar el tema, pero no tranquilizaron a la comunidad internacional. Aunque nadie olvida el fiasco de las armas de destrucción masiva de Sadam Husein en Irak, las armas químicas en Siria han aparecido de forma reiterada en los siete años de guerra. Régimen y oposición se acusan mutuamente de recurrir a ellas en este conflicto.
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