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Ortega intensifica la ofensiva paramilitar contra los focos rebeldes en Nicaragua

Ortega intensifica la ofensiva paramilitar contra los focos rebeldes en Nicaragua

El Vaticano intercedió por la liberación de los estudiantes asediados en la Iglesia

mercedes gallego

Enviada especial a Managua

Domingo, 15 de julio 2018

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El impulso moral que recibió el pueblo nicaragüense con el rescate de los más de cien estudiantes asediados en la Iglesia de la Divina Misericordia durante 16 horas duró poco. El gobierno necesitaba retomar su posición de fuerza. En la madrugada de este domingo el ejército paramilitar que ha formado Daniel Ortega para reprimir las protestas lanzó una ofensiva sobre los pueblos blancos que rodean Masaya, el foco rebelde donde el viernes enfrentaron una fuerte resistencia.

«SOS de Derechos Humanos: Nos están masacrando», suplicó por teléfono a una cadena de televisión Álvaro Leiva, secretario ejecutivo de la Asociación Pro Derechos Humanos (ANPDH). Tras la ocupación por la fuerza de ese ejército irregular «lo que más nos preocupa es «el alto índice de detenidos ilegales y muertos», informó. Entre los cinco que se registraban antes de mediodía y el alto número de heridos había una niña «de diez u once años», dijo. «La situación es grave, muy grave», advirtió desesperado. «A todos los organismos de derechos humanos: ¡Por favor! Necesitamos abrir un corredor para evacuar heridos. Se nos está muriendo la gente».

En la morgue de Managua, su asociación, que acompañaba a las familias de los estudiantes fallecidos el viernes en la Iglesia, les negaban los cuerpos diciéndoles que volviesen más tarde porque «estamos esperando más». En la catedral cerraron las puertas ante el rumor de que las turbas sandinistas preparaban otra de sus violentas protestas de masas como la que hirió al obispo auxiliar de Managua Silvio Baez el lunes en Diriamba y saqueó la Basílica de San Sebastián. Padres y obispos tuvieron que suspender las homilías en varias parroquias y participar en otras sin avisar para no dar pistas a las turbas que maneja el Frente Sandinista para amedrentar a la Iglesia.

Con todo, los más fieles se atrevieron este domingo a volver a la Iglesia de la Divina Misericordia para atender el llamado del padre Raúl Zamora, que el viernes salvó la vida a más de un centenar de jóvenes que huían de la operación paramilitar en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). El asedio que sufrió la Iglesia durante toda la tarde y noche siguiente en plena capital, donde la Policía custodiaba los accesos a la Iglesia para que los paramilitares disparasen a sus anchas, ha dejado la fachada de la parroquia como un colador.

Sólo las gestiones directas del nuncio del Vaticano con el gobierno de Ortega lograron el alto al fuego y el traslado de los chicos hasta la catedral. «No me lo agradezca a mí, agradézcaselo al Santo Padre», dijo el nuncio Waldemar Stanislaw a una de las feligresas, lo que sugiere la intercesión directa del Papa Francisco en la liberación de los estudiantes, aunque oficialmente no ha tomado crédito por ello.

El primer papa Latinoamericano sigue de cerca la realidad de Nicaragua y apoya a sus ministros. Su mensaje, contó el cardenal Leopoldo Brenes a este periódico, es que permanezcan unidos y no abandonen su papel mediador en la Mesa del Diálogo. Brenes dijo sentirse orgulloso de que sus ministros están recibiendo las amenazas, insultos y hasta golpes y cuchilladas «con dignidad», sin devolver la palabra a las turbas y utilizando su voz serena para denunciar los abusos de las autoridades.

En palabras del rector de la Universidad Americana Ernesto Medina, que este domingo participaba en el cuerpo de voluntarios que limpiaba los destrozos en la Divina Misericordia, lo que el gobierno quiere es «amedrentar a la Iglesia para que rebaje sus peticiones en la mesa del diálogo», explicó. «Este es el estilo de Ortega, ya lo conocemos: llevar las cosas al extremo para manipular la angustia de la gente e imponer sus condiciones».

Compungidos por el estado de destrozo en que encontraron su parroquia, las mujeres empuñaron las escobas y las garrafas de lejía para lavar la sangre del suelo mientras que los hombres intentaban devolver los bancos al templo. «Lo que más escalofríos me da es ver que todos los agujeros de bala están a la altura de la cabeza, fue un milagro que no muriera más gente», decía Flor, una de las feligresas.

El horror que vivieron esa noche, escondidos en sus casas mientras veían a los paramilitares regar de balas la parroquia una y otra vez, se materializaba de nuevo este domingo en la sacristía destruida y las paredes ennegrecidas por el fuego sofocado que bien pudo acabar con todos. «Estábamos seguros de que amaneceríamos con un reguero de cadáveres», explicó Marisol Callejas. «Este gobierno está horrible, quiere que vivan sólo los viejos que ya no servimos para nada», lamentaban las mujeres. «Jamás pensé que pudieran hacer algo así. Creía que Daniel era de izquierda y tenía buenas intenciones de ayudar al pueblo. ¿Cómo podemos vivir ahora con un gobierno así?».

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