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La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y su vicepresidente, Michel Temer, hablan en un acto para promocionar el turismo de los Juegos Olímpicos de Río 2016, el pasado miércoles en Brasilia.
La doble crisis de Brasil

La doble crisis de Brasil

Crece el asedio de la oposición para destituir a la presidenta Rousseff mientras la economía sigue sin dar muestras de recuperación

Miguel Salvatierra

Sábado, 10 de octubre 2015, 07:26

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El Brasil modélico en lo político y en lo económico de hace cuatro o cinco años ha perdido su aura. No se sabe muy bien si fue primero la crisis política o la económica, pero lo cierto es que ambas aparecen estrechamente entrelazadas. La sensación de declive se percibe también en la sociedad y las malas noticias llegan hasta de la 'canarinha', la brillante selección de fútbol, que no levanta cabeza tras caer con estrépito en el Mundial del año pasado ante Alemania con un marcador de escándalo, 1-7.

La presidenta Dilma Rousseff, que ganó las elecciones en octubre de 2014 de forma ajustadísima, con una ventaja de apenas tres millones de votos en un país de 146 millones de electores, se encuentra en una posición de extrema debilidad. El pasado miércoles, el Tribunal de Cuentas (TCU) rechazó por unanimidad las finanzas de su Gobierno en 2014 en las que ha detectado graves irregularidades en el capítulo de gastos. Aunque la decisión del tribunal no es vinculante, ha adquirido una trascendencia extra al producirse un día después de que el Tribunal Superior Electoral de Brasil (TSE) decidiera reabrir una demanda de la principal fuerza de la oposición, el Partido de la SocialDemocracia Brasileña (PSDB), en la que se pedía la impugnación de los mandatos de Rousseff y de su vicepresidente, Michel Temer, por presuntas irregularidades en la campaña electoral. Se les acusa de aprovecharse de propiedades del Estado --edificios públicos, espacios televisivos y dinero sucio procedente de Petrobras--, para su campaña partidista.

Ambos reveses para el Gobierno van a alimentar el asedio de la oposición contra la presidenta y a reforzar su estrategia para solicitar su destitución. Rousseff niega las acusaciones y, según declaró esta misma semana en una entrevista radiofónica, ve ya luz al final del túnel y vincula las iniciativas de la oposición con variantes golpistas . Sin embargo, la popularidad de la mandataria está bajo mínimos, con menos del 10% de aprobación, y se ha visto obligada a ceder poder a través de una reforma ministerial a uno de sus aliados, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) para reforzar su posición en el Legislativo.

En el terreno económico y con el país en recesión, la batalla se centra en el desajuste fiscal que se prevé equivalente al 0,5% del PIB en los presupuestos de 2016 y que he hecho que la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor's rebaje la nota de crédito del país al llamado 'bono basura'. La lucha contra este déficit ha forzado al Gobierno a anunciar nuevos recortes del gasto que van a afectar a programas sociales.

Rousseff tiene ante sí una tormenta casi perfecta, política y económica, que va a poner a prueba todas sus capacidades y, sobre todo, la limpieza de su gestión. Pero más allá de lo que le suceda a la presidenta, el coloso brasileño parece haber entrado en una fase de fuertes turbulencias que los más optimistas calculan que no comenzarán a despejarse hasta dentro de al menos dos años.

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