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Detonación de la maleta del terrorista de Bruselas. :: Reuters
El terrorista no supo detonar su maleta

El terrorista no supo detonar su maleta

El kamikaze de Bruselas, un marroquí de 36 años, no estaba fichado por terrorismo pero ideó una masacre que buscaba «el mayor daño posible»

ADOLFO LORENTE

Jueves, 22 de junio 2017, 00:29

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b No hubo heridos, cierto, pero de milagro. Sólo murió una persona, el presunto terrorista, pero pudieron haber fallecido muchas más. El miércoles por la noche no tocaba. La suerte y la falta de pericia del kamikaze, «simpatizante del Estado Islámico» pero no fichado por radicalismo, evitaron «lo peor» en la Estación Central, como confesó el ministro de Interior belga, Jan Jambon. La principal carga explosiva que portaba no estalló y eso evitó que Bruselas volviese a revivir las peores pesadillas, como las del 22 de marzo de 2016, que dejaron 32 muertos y más de 300 heridos tras los atentados del aeropuerto y el metro. Pero ayer no tocaba. No hubo que llorar muertos, cierto, pero volvió el miedo, esa terrible sensación que no termina de desaparecer. Quizá nunca lo haga, así que desde esta perspectiva, los malos han ganado parte de la partida.

Fue una noche larga, dominada de nuevo por sonar de sirenas. «Está claro que trató de hacer más daño del que causó. Los daños podrían haber sido peores», admitió el portavoz de la Fiscalía Federal, Eric Van der Sypt. Desde el primero no dudaron en calificar lo sucedido como un «atentado terrorista» que finalmente quedó en tentativa. Se frustró, por un lado, por la ineptitud del protagonista, y por la rápida actuación de los militares desplegados en la Gare Central, el principal nudo de transporte público de la capital comunitaria.

Según el relato de los hechos trasladado por el Ministerio Público, todo comenzó a las 20:39 horas. El marroquí O. Z., de 36 años y residente en el barrio de Molenbeek, accedió a la Gare Central, pasó el hall principal (acoge la zona de las taquillas) y descendió a la entreplanta, donde se encontraba un grupo de personas. Al parecer, se mostró muy nervioso en todo momento. Tras alejarse un poco, volvió de nuevo a la zona donde se encontraban las personas. Eran las 20:44 horas.

Entonces, comenzó a gritar mientras la maleta que portaba protagonizó una pequeña explosión. Luego echó a correr hacia la planta baja, hacia los andenes, «persiguiendo» al jefe de estación. Mientras, se produjo una segunda explosión, mayor que la primera, de la maleta, que seguía en la entreplanta. Como desveló la Fiscalía, «contenía botellas de gas y tornillos», con el propósito de «causar el mayor daño posible». Falló.

No iba armado. Nada de pistolas o cuchillos. Tampoco portaba un cinturón de explosivos, como se dijo. Su única salida fue abalanzarse hacia una patrulla de militares al grito de Alá es grande. A los pocos segundos fue neutralizado. Los tiros podían apreciarse ayer en la estación. No falleció en el momento, sino que quedó gravemente herido murió en torno a la medianoche. El cadáver no fue evacuado de la estación hasta las siete de la mañana. «Su identificación no ha tenido mayores complicaciones», explicó Jan Jambon.

Sin fichar

O. Z. no estaba fichado por los servicios antiterroristas, pero sí era un viejo conocido de la Policía al tener antecedentes por tráfico de drogas, como desveló Françoise Schepmans, burgomaestre de Molenbeek. Sí, de nuevo Molenbeek, la comuna donde residía y que se hizo famosa en el mundo entero a raíz de los atentados del 13-N parisino, al ser identificado como un santuario de terroristas yihadistas en pleno corazón de la UE, de la OTAN y a sólo diez minutos a pie de la Grand Place, la simbólica plaza que también tuvo que ser evacuada.

Durante toda la mañana de ayer, la Policía registró su casa y según confirmó la Fiscalía, se encontró la suficiente informaciómo como para concluir que es «simpatizante del Estado Islámico». Además, hallaron «compuestos químicos y material que podría haber sido utilizado para fabricar un explosivo» empleado.

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