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Manifestantes con pancartas pidiendo justicia para las víctimas del incendio de la torre Grenfell. :: CHRIS J. RATCLIFFE / AFP
El recuento de víctimas en Grenfell ensombrece el ánimo de los británicos

El recuento de víctimas en Grenfell ensombrece el ánimo de los británicos

La Policía londinense eleva a 58 los muertos mientras se suceden las protestas y se organiza el despliegue de solidaridad

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Domingo, 18 de junio 2017, 00:52

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londres. A primera hora de la mañana había contraste entre los titulares de los periódicos y la vida en torno a la torre quemada de Grenfell. Los primeros hablaban de caos y protestas, de gente que perdió la casa tras huir del fuego para salvar su vida y no sabía dónde dormir o dónde alimentarse. Las críticas a Theresa May y al Ayuntamiento del distrito londinense de Kensington y Chelsea son severas.

Ayer miles de personas se manifestaron en Whitehall, cerca de la residencia de May, y esta recibió en Downing Street. a una elegación de damnificados acogidos en la iglesia San Clemente, que la primera ministra había visitado la víspera.

Pero en el Harrow Club, a cien metros de la torre, los responsables preparaban su jornada y había otras preocupaciones. En la mañana del miércoles, con llamas en la torre y consternación en su derredor, las salas del club eran un pandemónium de gente y vituallas. Se agrupaban sobre las mesas ropas, galletas, juguetes..., a la espera de orientación sobre el destino.

«El jueves ya sabíamos cómo debíamos funcionar», decía el responsable más madrugador del centro improvisado de asistencia, dispuesto a la charla informal. En el exterior había dos furgonetas y los gestores conocen las direcciones de los residentes de Grenfell, alojados temporalmente en casas vacías y hoteles. Una llamada telefónica especificando las necesidades, y cargar la furgoneta hacia el destino. Día tras día.

En el Ayuntamiento, cerrado tras la invasión de manifestantes airados el viernes, se veían cajas de cartón tras la cristalera. «Todos los empleados pasaron el día de ayer metiendo en cajas las donaciones, cada una tiene su etiqueta explicando el contenido», decía un hombre ecuatoriano empleado en la limpieza. Esa tarea no recibió atención mediática, atraída por la protesta.

La sugerencia de desorden se debe en parte a que la solidaridad generada por la tragedia desborda las necesidades. En el exterior del Harrow Club, en el del club de rugby de Portobello, en las puertas de la iglesia de San Clemente. hay carteles que piden 'No más donaciones'. Pero la gente deja donaciones en la calle, una mujer deambulaba de un sitio a otro sin poder entregar su bolsa para ayudar a las víctimas.

En fachadas y verjas, fotos de los desaparecidos y de los fallecidos confirmados. Son ya 58 los muertos, según la Policía. La cifra aumentará. Fotos, flores, velas en el exterior de la iglesia metodista de Notting Hill. A 50 metros, una mujer mayor, posiblemente filipina, con las manos juntas sobre su rostro, como si rezase, contemplando con gafas de sol la torre infernal.

Vecinos salían de sus casas con bandejas de tazas de té para los policías que acordonan ahora un amplio perímetro en torno a la torre. Antiguos vecinos del barrio se acercaban a ver en persona la mole negra y no se explicaban la destrucción de un fuego tan rápido y feroz. En la cafetería o en el supermercado, conversaciones breves, hombres caribeños comprando varios periódicos, mujeres caribeñas quejándose sin que nadie les preste mucha atención.

Preludio de demolición

El amor nace con la permanencia, dice más o menos el filósofo Roger Scruton en alguno de sus libros. Y debe de ser amor la insistencia de los vecinos en que se aloje a los supervivientes en este mismo barrio, donde se ha construido un nuevo colegio, Aldridge Academy, al pie de la torre, que está ofreciendo asesoramiento a alumnos y maestros traumatizados y reanudará sus clases el lunes, en dos colegios vecinos.

El centro deportivo, con piscinas, canchas de juego, gimnasio... también está cerrado. Lo utilizan los servicios de emergencia como base logística y de reposo. Campos descubiertos de minifútbol, pistas de tenis o canchas de Eton Fives -modalidad de juego de pelota a mano en un pequeño trinquete, acuñada en la escuela de la élite británica- estaban vacías.

El barrio tuvo reputación violenta en los años setenta. Había comercio de drogas. Pero el Ayuntamiento y sucesivos gobiernos invirtieron en la regeneración. Los vecinos temen que es el preludio de la demolición de sus casas para construir polígonos mixtos que desembocarán en su desplazamiento. Quieren quedarse aquí, en el centro de Londres, junto a la riqueza de Notting Hill y junto a la torre de Grenfell.

Los escritores de la reina Isabel II acertaron en su declaración, en el día de los desfiles que celebran su cumpleaños oficial: «Hoy es tradicionalmente un día de celebración. Pero este año es difícil eludir un ánimo nacional muy sombrío. En meses recientes, el país ha sido testigo de una sucesión de tragedias».

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