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Medio siglo de diferencia. Imagen del Muro de las Lamentaciones en 1967 y en la actualidad. :: afp
Seis días de guerra, cincuenta años de ocupación

Seis días de guerra, cincuenta años de ocupación

La victoria de Israel sobre los ejércitos de Egipto, Siria y Jordania en 1967 quebró Oriente Próximo y recrudeció un conflicto que todavía perdura

MIKEL AYESTARAN

Domingo, 4 de junio 2017, 00:45

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Harout Sandrouni tiene una de las tiendas más conocidas de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Desde el mismo escaparate por donde hoy ve pasar a turistas y peregrinos de todo mundo, vio por primera vez en su vida pasar un judío el 7 de junio 1967. «La guerra fue corta, apenas nos enteramos. Solo el sonido de algunas explosiones y disparos sueltos nos asustaron, hasta que se hizo el silencio y entró el ejército de Israel», recuerda este ingeniero reconvertido en artesano de la cerámica que cuando estalló la Guerra de los Seis Días tenía trece años. Sandrouni nació en el paréntesis entre 1948 y 1967 en el que los jordanos habían expulsado a todos los judíos de la Ciudad Vieja, «alejándoles por primera vez en miles de años de su lugar más sagrado», según recuerdan guías de turismo como Janet Moshe, con largos años de experiencia. Después de tres días de guerra los paracaidistas israelíes llegaron hasta el 'kotel', el Muro de las Lamentaciones, el gran trofeo de una contienda cuyas heridas no han cicatrizado y «con el paso de los años han convertido la Ciudad Vieja en un lugar animal, en el que cada bando quiere su parte», lamenta Sandrouni, representante de una minoría armenia que ya apenas tiene presencia entre las murallas.

Israel celebra estos días su victoria fulminante sobre los ejércitos de Egipto, Siria y Jordania. El Estado judío, que acababa de cumplir 19 años, lanzó el 5 de junio del 67 «una guerra preventiva», según la página web del Ejército israelí, después de que el presidente egipcio, Gamal Abdel Naser, desplegara a su Ejército en la península del Sinaí, cerrara el estrecho de Tirán y forzara la retirada de los cascos azules interpuestos entre Egipto e Israel. En seis días, en los que sufrieron 776 bajas, conquistaron Gaza, Cisjordania, la meseta siria del Golán y el Sinaí egipcio. Un golpe de autoridad y de fuerza frente a un enemigo «que tenía el plan de aniquilarnos, tal y como anunció la Liga Árabe. Aunque algunos académicos intenten distorsionar la realidad y convertir a los árabes en víctimas, tenemos documentos que prueban que sus órdenes eran exterminar a la población civil», defiende el periodista Ben-Dror Yemeni, del diario 'Yedioth Ahronoth', que recuerda «el miedo que teníamos todos en el colegio y como no había refugio, empezamos a cavar agujeros entre todos los alumnos en el patio».

La victoria militar fue fácil, pero su administración está siendo complicada, especialmente en puntos como la Ciudad Vieja de Jerusalén, donde se encuentran los lugares sagrados para las tres religiones monoteístas: el Muro de las Lamentaciones, la Explanada de las Mezquitas (o Monte del Templo) y el Santo Sepulcro. En el siglo XXI se mantiene la división en cuatro zonas que realizaron los británicos. Los musulmanes son mayoría, seguidos de judíos, cristianos y armenios, estos últimos también cristianos y con presencia ininterrumpida entre las murallas desde el siglo IV.

Organizaciones israelíes como Ateret Cohanim tratan de equilibrar la balanza demográfica haciéndose con propiedades árabes para vendérselas a precios ventajosos a colonos judíos y ya hay más de un millar viviendo dentro de las zonas musulmana y cristiana. Es el caso de Rabbanit Esther Sternburg, que cambió hace 28 años el asentamiento de Bet El por la calle As Saraya Ascent. «Por motivos espirituales, los árabes no pueden entender que los judíos somos soñadores y más fuertes que nadie», dice. Este aniversario es «una fecha muy feliz, enormemente feliz porque recuperamos lo que siempre ha sido nuestro. Nunca más nos iremos de aquí», asegura emocionada tras recordar que a su familia los jordanos le expulsaron de la Ciudad Vieja en el 48 y que «lo perdimos todo y además se llevaron a mi padre a un campo de prisioneros». Ella vivió la guerra desde el oeste de Jerusalén y recuerda que seguían los combates desde Ammunition Hill, contando los minutos para volver a estar cerca del 'kotel'.

La «capital eterna»

Israel firmó en 1979 la paz con Egipto y se retiró del Sinaí, también salió de Gaza en 2005, aunque sin levantar el bloqueo sobre la Franja. Lo que los israelíes mantienen hasta hoy es el control del Golán, Cisjordania y la zona oriental de Jerusalén, por lo que la ONU considera oficialmente al Estado judío una «potencia ocupante» y no reconoce ningún cambio en las líneas vigentes hasta el 4 de junio de 1967 -la víspera del inicio de la Guerra de los Seis Días- hasta que sea acordado por las distintas partes. Pero lo que para la comunidad internacional es «ocupación», para Israel es «liberación». En el caso de Jerusalén hay que añadir la palabra «reunificación» ya que desde 1980 la Knesset (parlamento) aprobó la Ley de Jerusalén por la que se anexionó de forma unilateral los barrios orientales y la Ciudad Vieja y la declaró «capital eterna e indivisible del pueblo judío», una medida que tampoco apoya la comunidad internacional, que fija en esta parte de la ciudad la capital del futuro Estado palestino.

Cincuenta años después de su conquista militar, en el Golán sirio residen 23.000 israelíes, a los que se suman otros 385.000 en 228 colonias en Cisjordania y los 200.000 colonos de Jerusalén Este, según datos de la ONG israelí Paz Ahora. Estas cifras aumentan año a año pese a la condena internacional y las «políticas» y las «prácticas» de la ocupación aplicadas desde hace medio siglo por Israel «son la principal razón de las necesidades humanitarias de los habitantes de los territorios palestinos», según el último informe publicado por la ONU con motivo de este 50 aniversario. Esta política expansionista es también la que hace cada vez más complicada la solución de los dos Estados en la que trabaja la comunidad internacional desde la Conferencia de Madrid de 1991, que abrió dos años más tarde el camino a los fallidos Acuerdos de Oslo.

A apenas unos minutos a pie de la casa de los Sternburg y de la tienda de Sandrouni se llega a la asociación cultural que dirige Noura Kurt. Su familia también lo perdió todo en el 48, pero esta vez porque sus propiedades quedaron en la parte oeste de la ciudad. «Desde la creación del Estado de Israel nos convertimos en refugiados dentro de la Ciudad Vieja y la guerra del 67 fue ya el desastre total, frustrante para nosotros y para todos los árabes», lamenta, mientras enumera sus propiedades perdidas cerca del hotel King David, una de las mejores zonas de la Ciudad Santa. «Es cierto que ya no hay muro de división, pero Jerusalén sigue partida por la fuerte desigualdad. La inmensa mayoría de los 400.000 árabes somos residentes, no ciudadanos, y en cualquier momento nos pueden revocar el permiso de residencia. Somos extranjeros en nuestra ciudad», denuncia Kurt.

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