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Restos de la bomba y de la mochila que la contenía hallados por la Policía. :: afp
Salman Abedi, el enfermo  de la mezquita de Didsbury

Salman Abedi, el enfermo de la mezquita de Didsbury

El autor del ataque vivía en una zona de clase media acostumbrada a la diferencia donde nadie supo atajar su deriva hacia el adoctrinamiento

I. GURRUCHAGA

Jueves, 25 de mayo 2017, 00:25

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En el atardecer del lunes, mientras Salman Abedi avanzaba con su carga mortífera hacia el Mánchester Arena, la gente de la mezquita de Didsbury, donde su padre solía cantar la llamada a la plegaria, se reunió como cada semana para escuchar una charla de algún miembro de la comunidad. Ese día corrió a cargo de un médico cardiólogo que había firmado un contrato en otro país y se marchaba.

Esa misma noche los vecinos del sur de Mánchester oyeron la enorme explosión y el martes supieron que alguien crecido entre ellos se había suicidado en nombre de Alá matando a niños, adolescentes, padres... que asistían a un concierto musical como si no tuvieran importancia alguna la vida, la muerte, la alegría o el sufrimiento de nadie. «Quien mata a personas como si fuese un carnicero tiene que tener un problema de salud mental», dice Nafisa Madany.

Se tituló en Políticas en las universidades de Trípoli y Mánchester y acude a la mezquita de Didsbury. Estuvo en el Arena en un concierto de uno de sus ídolos musicales, Tom Jones. Está convencida de que la respuesta a su pregunta, «qué vamos a hacer cuando se sequen las lágrimas», es tener una actitud más vigilante sobre la salud mental de jóvenes problemáticos que caen finalmente bajo la influencia del islam estricto de Al-Qaida o el Estado Islámico (EI).

El padre de Abedi, Ramadan, era militar en el Ejército de Muamar Gadafi hasta que desertó, fugándose a Arabia Saudí. De allí viajó, en 1991 o 1992, a Inglaterra. Su mujer vestía la túnica y el velo negros que no eran habituales entre las mujeres de Libia, pero que se extendieron por los países árabes en la década de los 80 a partir de la causa del islamismo militante -financiado entonces por Estados Unidos y Arabia Saudí- para liberar Afganistán de la invasión rusa.

Una bella voz dio a Ramadan el privilegio de ser el muecín de Didsbury, una mezquita construida en una iglesia cristiana, en una zona de clase media, a la que acudían musulmanes de los barrios colindantes y de otros lugares. Doctores y enfermeras, africanos, árabes, británicos conversos... La prédica del imán no gustaba al joven Abedi cuando ya se había convertido a la causa perversa del EI.

Quiebras

¿Qué había sucedido? El barrio de Fallowfield en el que residía la familia no es Beverly Hills pero es un lugar razonable para vivir. A cien metros de su casa hay un gran colegio. En Mánchester hay como en todas partes gente capaz de hostigar a un musulmán por el hecho de serlo, pero es una ciudad acostumbrada a las diferencias. Lo que sucedió fue una deriva rebelde e insatisfecha, de fumar y pandilla, y la súbita conversión a un islam hiperestricto.

Todo ocurrido en esta zona del sur de Mánchester, donde ya hubo antes episodios de conversión, como el de dos gemelas de 16 años, estudiantes brillantes del colegio al que acudía Abedi, que partieron a Siria para unirse al EI. En ese tránsito de la normalidad al lavado de cerebro ve Nafisa Madany la tarea pendiente para la Policía a la hora de detectar a la red de adoctrinamiento, y también para escuelas, padres y profesionales de la salud mental. Salman Abedi cantaba últimamente versículos en voz muy alta mientras caminaba por la calle cuando se le veía en su barrio.

Los padres de Abedi regresaron a Trípoli tras la revolución de 2011, volvieron a Mánchester y finalmente regresaron a su tierra natal. A Madany le gustaría retornar a Libia, donde su padre fue un próspero hombre de negocios al que Gadafi quitó todo. Pero sus hijas quieren quedarse en el país que acogió a sus padres. Les gusta Beyoncé. ¿Qué falló para que su vecino Abedi amargase tan hondamente estos días de los libios de Mánchester por su decisión de matarse junto a los seguidores de Ariana Grande?

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