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FERNANDO ITURRIBARRÍA
Martes, 25 de abril 2017, 00:50
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El presidente francés, el socialista François Hollande, se pronunció ayer por primera vez a favor del centrista Emmanuel Macron como su sustituto en el palacio del Elíseo y alertó sobre los riesgos representados para el país por la presencia de la extrema derecha en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Mientras tanto, la ultraderechista Marine Le Pen, que ayer anunció el abandono de la presidencia del partido para centrarse solo en su candidatura, atacó a su rival en la final del 7 de mayo por los flancos que considera más débiles, su atribuida debilidad para combatir el terrorismo yihadista y su defensa de la «globalización salvaje».
En una alocución pronunciada en el Elíseo, sede de una jefatura del Estado que abandonará el 15 de mayo, Hollande anunció que votará por Macron, que fue el inspirador de su política económica de apoyo al empresariado, primero como estrecho colaborador en la Presidencia de la República y luego como ministro de Economía hasta dimitir para consagrarse a la conquista del poder.
«Es quien defiende valores que permiten la unión de los franceses en este período tan especial», glosó el impopular mandatario en un servicio mínimo de elogios, consciente de que hay amores que matan. El ahijado político se limitó a agradecerle «su apoyo republicano» de manera a escueta con un tuit como si de un beso de la muerte se tratara.
En su diatriba contra el programa del Frente Nacional, Hollande optó por focalizarse en las consecuencias que una salida del euro tendría en el bolsillo de los franceses. El poder adquisitivo sería amputado, miles de puestos de trabajo quedarían destruidos y la subida de precios afectaría a los más modestos, enumeró sin olvidarse del «peligro de aislamiento de Francia». «Frente a la amenaza terrorista, la extrema derecha dividiría profundamente a Francia y estigmatizaría a una parte de nuestros conciudadanos respecto a sus orígenes o su religión», añadió en alusión a la islamofobia rampante con la que Marine Le Pen ha sustituido el antisemitismo de su padre.
El presidente saliente advirtió de la amenaza lepenista a la unidad de Francia, su pertenencia a la Unión Europea y su lugar en el mundo, «todo por lo que he escrupulosamente velado desde el comienzo de mi mandato» hace cinco años. «Ante tales riesgos no es posible callarse y la movilización se impone», sentenció en una transparente andanada al izquierdista Jean-Luc Mélenchon, el único de los principales candidatos que no ha impartido consigna de voto para dejarla en manos de las bases de su movimiento, Francia Insumisa.
El tono solemne y grave adoptado por Hollande vino a ser una lección brindada a su discípulo preferido por la manera en que festejó la victoria del domingo, contraproducente para movilizar al electorado progresista como si el triunfo en el duelo final con Le Pen fuera cosa hecha. Macron celebró su éxito en el restaurante La Rotonde, del parisiense bulevar Montparnasse, con actores, cantantes y estrellas de la televisión, en un sarao que recordó al montado por el conservador Nicolas Sarkozy cuando fue elegido presidente en 2007. «Yo no tengo lecciones que recibir del mundillo parisino», replicó el líder de En Marche!, insensible a la mala imagen brindada a la opinión pública.
«Seguro que esto es un cambio con La Rotonde», ironizó Le Pen de paseo electoral por el mercado de Rouvroy, localidad norteña en la que acaparó el 42,7% de los votos emitidos. Se presentó de nuevo como la candidata del pueblo frente al antiguo banquero de negocios, encarnación a su juicio del triunfo del «rey dinero», mientras repartía octavillas con sus propuestas para «erradicar el terrorismo islamista», materia en la que juzgó «debilucho» a su rival.
«Creo de veras que esta elección presidencial es un referendo a favor o en contra de la mundialización salvaje que los franceses deberán zanjar», valoró la mujer que ha colocado a la extrema derecha por segunda vez en quince años en la segunda vuelta de los principales comicios del país. Como ocurrió en 2002 con su padre ante el conservador Jacques Chirac, conservadores, socialistas, ecologistas y comunistas se han conjurado en una alianza para cerrar a la extrema derecha la senda al poder.
«El viejo frente republicano todo podrido, que nadie ya quiere y que los franceses han largado con una violencia rara, intenta coaligarse en torno a Macron. Casi me dan ganas de decir, mejor para mí», replicó la finalista a la que todas las encuestas dan perdedora con una correlación de fuerzas del orden de 60 a 40% de las intenciones de voto.
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