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Manifestantes contra el abandono británico de la UE instalan un control simulado en Killeen, cerca de Dundalk, en Irlanda. :: paul faith / afp
La frontera del 'brexit'  divide de nuevo a Irlanda

La frontera del 'brexit' divide de nuevo a Irlanda

La decisión de Reino Unido de salir de la UE amenaza la economía de las dos partes de la isla y abre una falla política apaciguada por el Acuerdo de 1998

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Domingo, 26 de febrero 2017, 00:41

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En la carretera vieja que va de Dundalk a Newry se identifica la frontera entre el sur y el norte de Irlanda por los puestos que ofrecen cambio de divisas, dos o tres camiones aparcados allí no se sabe muy por qué y anuncios de venta de diésel blanco. El paisaje entre las comarcas verdes y onduladas de Louth, en la república de Irlanda, y Armagh, en la Irlanda del Norte británica, ha sufrido un cambio extraordinario.

Antes de que el Acuerdo de Viernes Santo de 1998 produjera un descenso vertiginoso de la violencia, que persiste en episodios obra de disidentes republicanos, esta frontera occidental y costera entre las dos Irlandas estaba salpicada por imponentes torres de hormigón y metal, desde las que las fuerzas de seguridad observaban los movimientos de la red más fuerte del IRA, en lo que se denominaba como el 'condado bandido'.

El IRA recreado en 1969 tenía en el sur las bases logísticas fundamentales para montar sus operaciones en el norte y en la frontera se combinaban con el contrabando de ganado o de combustible, ahora arruinado por la equiparación de precios. Las torres han sido desmanteladas y los contrabandistas se han especializado en eliminar el tinte rojo del diésel para tractores y venderlo blanco, más caro, a conductores de otros vehículos.

Un tercio de los casos descubiertos en Reino Unido ocurre en Irlanda del Norte y Dublín pierde entre 140 y 260 millones de euros por este fraude, que provoca graves daños medioambientales por los vertidos. Las autoridades han creado un nuevo tinte para que la 'limpieza' ya no sea rentable. Del paisaje asolado por el crimen con trasfondo político y militarizado a la canallada del diésel rojo, mientras la autovía entre Belfast y Dublín es transitada por gentes de negocios, compradores o turistas que van de una ciudad a otra.

Eso era así antes del 'brexit'. Arthur Aughey, profesor de Política en la Universidad de Ulster y autor de ensayos magníficos sobre los dilemas de las identidades británica e irlandesa, describe las consecuencias: «Una de las grandes transformaciones en la historia irlandesa moderna es que muy pocos han hablado recientemente de la frontera. Se puede decir que la interacción entre el norte y el sur, desde 1998, ha ayudado a asegurar la unión (británica), aunque sólo sea por demostrar la falta de ambición integradora del Gobierno de Dublín».

«El Acuerdo de Belfast hizo que la unidad irlandesa o la completa integración de Irlanda del Norte en Reino Unido no fuesen ya políticas realistas», prosigue Aughey. «Pero, aunque la crisis de confianza en las instituciones autonómicas ha sido causada por un escándalo (sobre el coste y posible corrupción en un programa de subvenciones a calentadores con combustible orgánico), el 90% oculto del iceberg con el que han chocado es que el 'brexit' pone en juego de nuevo estas opciones constitucionales desestabilizadoras».

Irlanda del Norte votó por mayoría, 56% contra 44%, a favor de la permanencia en la UE, con los partidos nacionalistas irlandeses pidiendo el 'In' y los unionistas probritánicos el 'Out'. El Gobierno autonómico se rompió después de la renuncia del Sinn Fein a seguir compartiéndolo con el unionista DUP. Y el próximo jueves se celebran elecciones en un clima hostil, que lleva a creer que no se formará un nuevo Ejecutivo y que la región no tendrá voz en el 'brexit' y volverá a ser gobernada desde Londres. La frontera -unos 500 kilómetros, con más de doscientos pasos- se creó en 1921. El Gobierno británico apuntaló a la mayoría unionista en el nordeste de la isla para mantenerse cuando la mayoría nacionalista en el sur logró el embrión de su independencia. En 1973, Londres convocó un referéndum. Fue boicoteado por los nacionalistas y el 99% de los votantes optaron por la permanencia de Irlanda del Norte en Reino Unido.

Sinn Fein pide ahora un nuevo referéndum, al mismo tiempo que demanda a la UE un 'estatuto especial' para la región que amortigüe el 'brexit'. El Gobierno de Dublín recorre las capitales europeas para alertar a los otros 27 miembros de las consecuencias catastróficas que tendría para Irlanda el establecimiento de una frontera 'dura'. Londres y Dublín cooperan para encontrar una solución.

En la cafetería de un hotel en Dundalk, el organizador de la Unión de Agricultores Irlandeses en el condado de Louth, Garard Melia, y dos granjeros fronterizos, Dennis Brennan y Henry McIlroy, enumeran los males que les han sobrevenido. El inmediato es la caída de la libra, que ha reducido sus ingresos entre un 10% y un 15%. Melia, directivo de una cooperativa láctea, y Brennan, especializado en vacuno, venden el 70% de su producción en Reino Unido; McIlroy, vacuno de alta calidad, el 50%.

Futuro de incertidumbre

El futuro se define como incertidumbre. La integración del sector lácteo entre norte y sur hace que algunos procesos obliguen a cruzar varias veces, diariamente, la frontera. En la granja de McIlroy un arroyo divide el sur del norte y, si las regulaciones divergen, epidemias de brucelosis o de fiebre aftosa pueden crear problemas más graves que en el pasado. Podría florecer un contrabando en torno al diferencial del IVA.

Reino Unido podría importar ganado más barato de Australia o Nueva Zelanda, o de Sudamérica. «La lógica dice que habría que establecer una penalización por la marcha británica del mercado común, pero entonces nos golpearíamos a nosotros mismos», resume Brennan.

En Markethill, al norte de la frontera, el vicepresidente de la Unión de Agricultores de Ulster, Ivor Ferguson, cuenta que su asociación se mostró partidaria de la permanencia -«más vale malo conocido...», dice- pero un sondeo reveló que el 70% de sus miembros votaría por el 'brexit'. Desde el referéndum se siente más optimista. Cree que los pronósticos catastróficos son exagerados y que se creará un sistema electrónico, con coste para los agricultores, para que el movimiento fronterizo sea como el que ya existe entre Alemania y Suiza o entre Noruega y Suecia.

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