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Barack Obama saluda a los periodistas a su regreso a la Casa Blanca tras la Navidad. :: Ron Sachs / efe
Los últimos días de la era Obama

Los últimos días de la era Obama

El presidente demócrata de EEUU trabaja contrarreloj para cumplir con sus promesas, a pesar de no disponer de apoyo legislativo

MERCEDES GALLEGO

Domingo, 8 de enero 2017, 00:38

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Si la presidencia de Barack Obama tiene un epílogo, se empezó a escribir el 9 de noviembre. Esa madrugada, contra todo pronóstico, el hombre que había hecho campaña con la promesa de destruir todos sus logros se convirtió en su sucesor. Al primer presidente afroamericano le quedaban setenta días de 'pato cojo' (período entre la elección y la toma de posesión) para terminar de escribir su legado.

La lista de asuntos pendientes que ya no podrá completar Hillary Clinton era tan larga como la carta de los Reyes Magos, con miles de demócratas de todo el país suplicándole un último favor, pero Obama siempre ha sido un presidente con la cabeza fría que no se deja arrastrar por las pasiones, ni bajas ni altas. Los perdones para Edward Snowden o Chelsea Manning serán más difíciles de conseguir que el del independentista puertorriqueño Óscar López Rivera, que a sus 74 años lleva 35 en prisión y se considera el preso político de más duración. O los cuatro millones de hijos de inmigrantes ilegales a los que concedió un permiso de trabajo temporal mediante orden ejecutiva, cuya identidad queda ahora expuesta ante el Gobierno de Trump.

La carta de la clemencia está por jugar, porque en estos días Obama se centra en sus deudas pendientes. Le debía a los trabajadores una retribución más justa de las horas extras, que, según su regulación, deberían pagarse a un 50% adicional al salario, además de un aumento de sueldo del 2,1% para los funcionarios, que sumado al 1,6% autorizado en agosto pretende compensarles por los tres años de congelación salarial durante la crisis.

A las mujeres que han confiado en los servicios de salud que proporciona Planned Parenthood debía protegerlas de la rabia política que ha sufrido esa organización como consecuencia de la batalla entre conservadores y demócratas. Al fin y al cabo la utilizaron como artillería contra su Administración. Con el reglamento propuesto por Obama a mitad de diciembre, los estados no podrían dejar de recompesar a esas clínicas por el costo incurrido al tratar a mujeres de bajos ingresos con seguro de beneficencia en mamografías, citologías, enfermedades de índole sexual, pruebas de embarazo, de fertilidad, cuidado prenatal y otros servicios de salud femenina, sin importar si esa clínica realiza abortos. Las leyes federales ya impiden que los fondos de Medicaid se utilicen para abortos, pero los conservadores de varios estados querían llegar más lejos chantajeando a las clínicas que los realizan con no pagarles tampoco por el resto de los servicios.

La cuestión indígena

Los indígenas, «ignorados como pocos en Washington», dijo en el 2008, cuando prometió dedicarles especial atención, tocaban a su puerta con tambores de guerra en Dakota del Norte, donde se construye un oleoducto que atraviesa sus manantiales, santuarios y cementerios en contra de toda moral y cualquier tratado con los sioux. El 4 de diciembre el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, que se tomó su tiempo para estudiar las solicitudes, anunció que negaría a la empresa petrolera los permisos para violar la soberanía indígena atravesando sus reservas.

Tres semanas después, el propio Obama, de su puño y letra, autorizó la designación de monumento nacional para los territorios de Utah y Nevada que contienen más de cien mil ruinas arqueológicas, pero también imponentes riscos y aguas cristalinas que atesoran los navajos para sus plantas medicinales y lugares de ritos sagrados. Rancheros armados como el desafiante Cliven Bundy se han enfrentado al Gobierno federal con las armas en la mano para defender el acceso de su ganado a esas tierras, a las que incluso prendieron fuego cuando les convino.

Las reclamaciones de los indígenas a menudo van mano a mano con las de los ecologistas, pero no llegan tan lejos en temas como el Ártico, «un tesoro sin explotar» que Trump ha prometido abrir a la industria petrolera. Para evitarlo, el 21 de diciembre Obama interrumpió sus vacaciones en Hawai y se acogió a una antigua ley que le permite vetar las perforaciones en el Ártico y parte del Atlántico sin que, a priori, su sucesor pueda revertirla al tener carácter de ley, en lugar de orden ejecutiva o una nueva regulación. Canadá ha imitado la medida, lo que deja a Rusia como la principal amenaza para esta última frontera.

El problema palestino

Los palestinos también parecen tener un sitio en el corazón de Obama, a pesar de que en sus ocho años en la Casa Blanca su apoyo a Israel haya sido inquebrantable y la ayuda militar con la que se les sofoca no haya hecho más que aumentar. Con todo, la resolución de la ONU condenando los asentamientos judíos en territorios palestinos no hubiera pasado sin la abstención de EEUU.

El acto de rebeldía se constató con el histórico discurso que dio días después el secretario de Estado, John Kerry, que acusó al Gobierno de Netanyahu de ser «el más ultraderechista de la historia». Kerry reconoció que el primer ministro hebreo se ha empeñado en hacer imposible la solución de los dos estados.

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