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Atasco en la Central, ya en Oriente, cerca de Las Tunas. :: R. Pastor
Por el laberinto de la Central

Por el laberinto de la Central

Un periodista riojano recorrió este verano el camino que siguen las cenizas de Fidel

SERGIO MORENO

Martes, 29 de noviembre 2016, 00:44

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Salir de Cienfuegos hacia Oriente resitúa al viajero en la verdadera dimensión del reto al que se enfrenta. De La Habana hasta Pinar del Río para desandar el camino y tomar ventaja hacia Oriente con el objetivo de cubrir una ruta que estos días cobra, de nuevo, relevancia mundial: las cenizas de Fidel Castro visitarán las principales ciudades cubanas en sentido inverso a la Caravana de la Libertad de 1959. Es decir, el último viaje del Comandante arrancará en La Habana para pasar por Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Santa Clara, Santi Spíritu, Camagüey, Las Tunas, Holguín, Bamayo, Sierra Maestra, y finalmente, el 4 de diciembre, Santiago de Cuba. De Occidente a Oriente. Desde donde todo acabó hasta donde todo comenzó, desde donde se encuentra la población más necesitada y por tanto con más ganas de cambio a pocas millas de Florida hasta donde se mantiene encendida una leve llama revolucionara porque como dicen en Cuba: «Oriente es diferente y allí la gente vive la vida con más sentido del humor, pero también con los ánimos más encendidos». Por todo, hasta Oriente hay que llegar, o al menos intentarlo. Paciencia, carretera y capacidad de 'negociación'.

Porque si salir de Cienfuegos es un ejercicio de jineterismo grado doctorado, superar la Carretera Central parando y haciendo noche en todas y cada una de las ciudades que conformaron la llegada de Fidel Castro al poder resulta de una complejidad manifiesta. Cuba es un país sin Internet (ni ganas tienen de facilitárselo al viajero), con segregación entre la forma de viajar de los locales y los extranjeros (Vía Azul, alejada de la Cuba real), sin horarios fijos, sin plazas reservadas, sin destinos claros, sin lo que viene siendo una organización de la movilidad de las personas, acostumbradas como ninguna otra poblacación del mundo a pasarse la vida en eternas colas como si el Gobierno supiera que mientras esperan y hacen fila para aliviar sus necesidades más básicas, las del día a día, su pueblo no piensa en problemas de índole superior.

Sin tiempo para pensar más que en cómo llegar a casa, una sombra en la cuneta es el toldo de la vida de esas numerosas personas que quieren ir de Occidente a Oriente o al revés. Con fajos de billetes en la mano, sin apenas valor real en la calle, en tumultos reclamando una plaza, esperan que alguien les recoja en este laberinto de la Central, mientras bicicletas, motos, carruajes de jamelgos enjutos, almendrones, camionetas, y pesados camiones de mitad de siglo transportan a personas de un lado a otro atentos a cualquier grito para detenerse y proceder a cargar y descargar personas, sin saber qué criterio siguen para esta vez parar y la siguiente continuar.

Por la Central, una carretera nacional bacheada y sumamente estrecha, viajarán por última vez las cenizas de Fidel Castro, mientras su pueblo le despide desde las cunetas. A buen seguro muchos cubanos saldrán a despedirle (el viajero nunca lo sabrá), a brindarle su último adiós, en similar número a los otros muchos que verán pasar a su Comandante haciendo lo que han siempre han hecho (al viajero tampoco se lo dirán): esperar sentados en la mejor sombra posible a que alguien decida pararles y sacarles definitivamente de este laberinto de la Central.

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