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MILAGROS LÓPEZ DE GUEREÑO
Viernes, 25 de noviembre 2016, 00:58
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Por segunda vez en menos de dos meses, Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño 'Timochenko' empuñaron el 'balígrafo' para firmar el acuerdo de paz que debe acabar con más de cincuenta años de combates entre el Gobierno y las FARC, «el definitivo» como puntualizaron el presidente y el líder de la guerrilla. Mientras los testigos de la ceremonia de apenas 45 minutos coreaban «Sí se pudo, sí se pudo» y «Viva la paz, viva la paz», poco más allá los defensores del 'no', encabezados por el expresidente Álvaro Uribe, arreciaban su campaña de protesta contra el histórico acuerdo, que llega tras seis años de conversaciones con la Mesa de Diálogo de La Habana como epicentro y después de que el primer documento consensuado fuera rechazado por el plebiscito nacional.
A diferencia de la gran ceremonia del 26 de septiembre en Cartagena de Indias, donde el blanco dominaba la indumentaria de los 2.500 invitados, el acto de rubrica de ayer se realizó en el Teatro Colón del centro histórico de Bogotá y los 750 invitados vestían mayoritariamente trajes oscuros, como correspondía a un encuentro contenido y serio, sin alharacas. Queda pendiente además el refrendo por parte del Congreso del acuerdo 'mejorado', previsto inicialmente para la próxima semana.
De cualquier manera, la dosis de grandiosidad la aportó el himno nacional y un canto contra la violencia interpretado por el grupo cartagenero Tambores del Cabildo, ataviado con los colores amarillo, rojo y azul de la bandera colombiana.
El primero en intervenir fue el jefe máximo de las FARC. De traje, pero sin corbata, Timoleón Jiménez, nombre de guerra de 'Timochenko', usó los quince minutos que se le adjudicaron para volver a pedir perdón a las víctimas, agradecer a todos los que impulsaron el nuevo acuerdo y las marchas de apoyo convocadas tras la derrota de la consulta nacional.
Además pidió «un Gobierno de transición que garantice el cumplimiento de los acuerdos y que esté conformado por todas las fuerzas políticas», al tiempo que insistió en que «nadie debe quedarse por fuera de él. Sólo ponemos fin de manera definitiva a la guerra para confrontar civilizadamente las contradicciones».
El líder de la guerrilla reclamó, asimismo, un cumplimiento «rápido y eficaz de este acuerdo» que, según añadió, se ha «modificado y enriquecido teniendo en cuenta las inquietudes, propuestas y aclaraciones hechas por partidos políticos y sectores de opinión. Introdujimos importantes cambios a los textos antiguos hasta convertir el acuerdo de paz en definitivo». Concluyó su discurso diciendo que «la palabra sea la única arma de los colombianos», aunque no se cumplió en la persona de otro líder comunal asesinado en la madrugada de ayer.
Santos también se dirigió a las víctimas, quienes por primera vez fueron escuchadas en directo durante las negociaciones. «Todos sabemos que el conflicto armado tiene un coste alto. Es demasiado doloroso, como lo son todas las guerras. Los muertos, los desaparecidos, los heridos, las víctimas y sus familias han sufrido este terrible enfrentamiento. Y todos, absolutamente todos, sabemos que la paz nos devolverá la esperanza, la fe en el futuro y la posibilidad de tener un mejor vivir para nosotros y nuestros hijos», afirmó el presidente, que ha hecho del fin del conflicto armado que ha dejado más de 250.000 puertos, miles de desaparecidos y millones de desplazados, el objetivo de sus dos mandatos.
Santos anunció que el martes se reunirá el Congreso para debatir el refrendo del texto. Ese día o el miércoles, cuando está previsto que se apruebe, como se prevé, se comenzarán a contar los 150 días establecidos para el desarme total de las FARC.
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