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El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, ayer junto a los empleados de Amazon en Brampton, Ontario. :: Fred Thornhill / Reuters
Canadá se harta pero Europa aún confía

Canadá se harta pero Europa aún confía

Valonia mantiene su veto al acuerdo de libre comercio pese al viaje exprés de una ministra canadiense

ADOLFO LORENTE

Sábado, 22 de octubre 2016, 01:14

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Horas y horas de cumbres comunitarias dan para mucho e incluso para comprobar cómo la mejor forma de definir la enésima situación surrealista europea con epicentro en Bélgica es recurrir a dos dichos populares españoles: 'valones fuera' y 'los valones se ponen flamencos'. Ayer, el ambicioso acuerdo de libre comercio que la semana que viene tendrían que firmar la UE y Canadá (CETA) saltó por los aires por el veto de una pequeña región de 3,5 millones, la francófona Valonia. Han tirado tanto y tanto de la cuerda, que la otra parte, obviamente, se ha hartado y se ha levantado de la mesa. Canadá dijo basta a media tarde de ayer. Los líderes de Valonia, quizá superados por lo que estaba pasando, matizaron que sólo pedían más tiempo, y la UE, acostumbrada al abismo, insistió en que aún es posible salvar el acuerdo. «Sinceramente, creo que es posible», recalcó la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström.

El acuerdo, negociado durante siete años y que beneficiaría a las empresas de un bloque de 500 millones de europeos y 35 de canadienses gracias a la reducción del 99% de las tarifas arancelarias, empezó a resquebrajarse hace unos días pero ha sido en las últimos horas cuando todo se ha precipitado, con motivo de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno celebrada el jueves y el viernes en la capital comunitaria. De hecho, decenas de diplomáticos se pasaron toda la noche trabajando para intentar convencer a Valonia. El problema es que el Gobierno federal de Bélgica no puede dar su OK sin el plácet de sus gobiernos regionales y sin el OK de los 28 Estados miembros, no hay nada que hacer. Lo paradójico es que más de la mitad del país (zona flamenca) sí está a favor. Así que son 27 y medio contra medio. De locos.

Se producían avances, pero visto que el ministro-presidente de Valonia, el socialista Paul Magnette, no cedía, el Consejo Europeo (los países) aceptaron pedir el jueves por la tarde a la ministra de Comercio canadiense que viajase hasta Namur, capital valona, para convencer al Parlamento de que no son un ogro. Dicho y hecho. Chyrstia Freeland voló a Bruselas y comenzó un trabajo de cocina que dio por imposible a primera hora de la tarde. Basta.

Visiblemente afectada, lamentó que «es evidente que la UE ahora no es capaz de firmar un acuerdo internacional ni siquiera con un país que tiene valores tan europeos como Canadá, con un país tan amable y paciente como Canadá. Hemos decidido volvernos a casa», zanjó antes de confesar que «estoy muy triste porque es una cuestión emocional para mí. Lo único bueno que puedo decir es que mañana por la mañana estaré en casa con mis tres hijos».

Las causas del 'no'

¿Por qué el 'no' valón? Durante su comparencia matinal en la Cámara regional, Magnette confesó que ya han despejado su preocupación con las exportaciones agrícolas, pero que siguen recelosos de los tribunales de arbitraje para resolver disputas entre empresas extranjeras y los gobiernos nacionales. Los diputados valones tampoco se fían del valor legal de la declaración adjunta y de que las empresas estadounidenses puedan usar filiales canadienses para aprovecharse del acuerdo. Sólo ellos. Los otros 27,5 Estados sí lo hacen.

El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, tiró de ironía para censurar lo absurdo de la situación: «Me quedo sin palabras, sorprendido, por el hecho de que cuando concluimos un acuerdo comercial con Vietnam, mundialmente conocido por aplicar todos los principios democráticos, nadie levanta la voz. Pero si cerramos un acuerdo con Canadá, que es una dictadura consolidada, todo el mundo nos dice que no respetamos los derechos humanos y los derechos económicos y sociales».

El presidente del Consejo, Donald Tusk, no dudó en señalar que el problema no es técnico ni legislativo, sino «político». Y es que Valonia es un territorio liderado por los socialistas mientras que tanto el Gobierno federal como el norte, Flandes, lo gobiernan los liberales del primer ministro, Charles Michel, con el apoyo de los independentistas. El país siempre ha estado fracturado en dos y esto sólo es el reflejo de su realidad. Desde Valonia, sin embargo, lo niegan.

El problema va mucho más allá del acuerdo de libre comercio con Canadá. Se trata de una cuestión de imagen para una UE ya de por sí muy magullada. «¿Quién se va a fiar de nosotros?», advertía hace unos días la comisaria Malmström. Esta es la clave. «Se pone en peligro nuestra reputación», dijo Tusk, quien alertó de que si el CETA fracasaba, quizá era el último acuerdo comercial que firmaría Europa. Y no hay que olvidar que está esperando el TTIP (EE UU), Japón o Mercosur. «Si ya es difícil poner difícil a 28, imagínese cuando algunos de los 28 tienen varias opiniones...», ironizó el presidente español en funciones, Mariano Rajoy.

¿Qué pasará? La fecha fijada para el acuerdo es el próximo jueves 27 y pese al pesimismo canadiense, nadie en Bruselas da todo por perdido. Todo es posible y en Europa, más. Aunque no menos cierto es que con el 'brexit', la UE perdió ese 'duende' de conseguir salvar siempre los muebles sobre la bocina.

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