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Donald Trump vistió en el debate la clásica corbata roja, el color del partido. :: afp
Trump elude comprometerse a respetar el resultado electoral

Trump elude comprometerse a respetar el resultado electoral

Vuelve a sembrar dudas sobre la limpieza del proceso ante una Clinton que carga contra el «patrón de división» por el que se rige su adversario

ÓSCAR BELLOT

Viernes, 21 de octubre 2016, 00:41

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A cara de perro. Hillary Clinton y Donald Trump volvieron a confrontar sus visiones irreconciliables sobre lo que es y debe ser Estados Unidos, así como el modo de conducir sus relaciones con el resto del mundo en el tercer y último debate entre los dos aspirantes a la Casa Blanca. Un cruce dialéctico en el que ambos contendientes han cargado contra su adversario con duros ataques que ejemplifican que ni siquiera están dispuestos a guardar las mínimas reglas de cortesía que rigen la tradición política estadounidense.

Especialmente severo fue Trump, que argumentó que su adversaria es una «mentirosa» y que EE UU ha sido sobrepasado por Rusia en los últimos años debido a que Vladímir Putin ha demostrado ser más inteligente que Barack Obama. Un aserto que venía a abonar la tesis esgrimida por Clinton de que el magnate no es sino una «marioneta» del Kremlin. Con todo, fue la renuencia del millonario a comprometerse a respetar los resultados del 8 de noviembre, sean estos cuales sean, la nota más sobresaliente.

Las dudas planteadas por Trump en torno a la limpieza del proceso suponen un ataque frontal sin precedentes. A remolque en las encuestas, el candidato republicano lleva días insistiendo en que los comicios están manipulados. Pero ayer fue un paso más lejos y eludió dar una respuesta afirmativa cuando el moderador del debate celebrado en Las Vegas, Chris Wallace, le preguntó si aceptará el veredicto de las urnas. «Lo miraré en su momento», replicó, para arremeter a continuación contra los «medios deshonestos» que «envenenan la mente de los votantes» en beneficio de su contrincante. Aseguró que hay millones de personas inscritas para votar que no cumplen los requisitos y remarcó que a Clinton ni siquiera debería permitírsele la candidatura a causa del uso que hizo del correo electrónico cuando era secretaria de Estado. La demócrata recordó que cada vez que a Trump le van mal las cosas, éste contraataca con acusaciones de amaño. «Nuestra democracia no funciona así», incidió Clinton. Horas después, Trump afirmó que aceptará los resultados si gana.

El intercambio de reproches viene a constatar la radical diferencia con que ambos afrontaron el último debate cuando restan menos de tres semanas para las elecciones. Clinton trató en todo momento de ofrecer una imagen de estadista frente a un Trump serio y enojado al que no se le vio esbozar ni una sonrisa en los 90 minutos de enfrentamiento. El republicano, con todo, hizo un esfuerzo de contención respecto a anteriores ocasiones, posiblemente también porque el formato, dividido en seis segmentos temáticos de quince minutos, favorecía esta actitud.

Inmigración, política exterior, sanidad o economía fueron algunos de los grandes bloques en torno a los cuales ha pivotado el cara a cara. Los candidatos fueron interpelados en torno a propuestas de su programa con el mismo resultado que en los dos debates anteriores: una Clinton más precisa, pertrechada con una retahíla de datos, frente a un Trump al que el moderador ha recordado en varias ocasiones sus incoherencias.

«Una visión peligrosa»

La inmigración centró buena parte del primer tercio del debate, con Trump reiterando su propuesta de construir un muro con México y acusando a Clinton de ser partidaria de la apertura total de las fronteras lo que, a su juicio, favorecería la entrada de terroristas.

En el segmento dedicado a la economía, Trump volvió a formular advertencias hacia tradicionales aliados de EE UU como Arabia Saudí o los integrantes de la OTAN. El republicano exhibió su proteccionismo, arremetido contra los tratados de libre comercio firmados por EE UU. Clinton reprochó a Trump que ofrezca «lágrimas de cocodrilo» para ganarse el favor de la clase obrera estadounidense prometiendo recuperar los puestos de trabajo perdidos cuando en su carrera como empresario ha deslocalizado empleos. La demócrata abogó por «invertir en las personas». «Recortar los impuestos a los ricos ya lo hemos hecho anteriormente y no funciona», espetó.

Las acusaciones de misoginia contra Trump afloraron en el debate. El candidato republicano defendió que las recientes declaraciones de mujeres en su contra «han sido desmentidas» y acusó a Clinton de fabricarlas. «Ni siquiera di excusas a mi esposa, porque yo no hice nada», dijo. «Donald piensa que hacer a las mujeres más pequeñas lo hace a él más grande», replicó Clinton. «Sabemos cómo piensa sobre las mujeres, cómo actúa con ellas, y eso demuestra quién es él», agregó.

Fue el momento más encendido del debate, cuando Trump acusó a Clinton de haber «mentido centenares de veces al pueblo, al Congreso y al FBI», a lo que la demócrata respondió recordando que Trump no sólo ha vertido comentarios denigrantes sobre las mujeres, sino que también se burló de un reportero disminuido, de los padres de un soldado musulmán caído en Irak e incluso del senador John McCain. «No se trata de una sola cosa, es un patrón de división» y de «una visión peligrosa de lo que es nuestro país», resaltó la ex secretaria de Estado. «Eso no es hacer poderoso a EE UU», continuó para remarcar que la presente es una elección sobre qué tipo de país quiere ser Estados Unidos.

El tiempo dirá si lo hablado ayer en Las Vegas servirá para convencer al porcentaje de indecisos que aún no han determinado el sentido de su voto. Pero si hubiera que atenerse al semblante de los candidatos finalizado su último cara a cara, todo apunta a que Clinton se ve ya ganadora.

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