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ZIGOR ALDAMA
Viernes, 14 de octubre 2016, 00:41
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Se le había dado por muerto en varias ocasiones. Sobre todo en los últimos años, desde que fue hospitalizado por diferentes dolencias relacionadas con la insuficiencia renal que sufría. Pero el rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, siempre había logrado sobreponerse a la enfermedad. El sábado pasado, sin embargo, fue sometido a un proceso de hemodiálisis que marcó el principio del fin de sus 70 años de reinado, el más largo del mundo. «El estado de salud del rey es inestable», despachó el Palacio Real en un primer comunicado. Luego se supo que sufría una grave infección. Decenas de miles de tailandeses se ataviaron con camisas rosas de buen auspicio para desearle una rápida recuperación, pero ayer falleció a las 15:52 horas -cinco menos en España- en el hospital Siriraj de Bangkok, un centro del que no había salido desde el 3 de octubre de 2014. Tenía 88 años.
La noticia la dieron medios de comunicación chinos hacia las 17:00 horas, aunque tuvieron que borrar todos sus mensajes en las redes sociales hasta que el Palacio Real decidió emitir un lacónico comunicado de confirmación dos horas más tarde. Los presentadores de las televisiones nacionales, vestidos de luto y sobre un fondo negro, certificaron lo que todos temían. Y el general golpista que hace dos años se hizo con el cargo de primer ministro, Prayuth Chan-ocha, comunicó poco después en televisión que, tal y como estaba previsto, el único hijo varón de los cuatro que tuvo el monarca, Maha Vajiralongkorn, será coronado rey de Tailandia. Finalmente, decretó nada menos que un año de luto oficial. Diarios como el 'Bangkok Post' desterraron inmediatamente el color de su página web, y publicarán hoy sus portadas en blanco y negro. A las puertas del hospital, cientos de personas parecían negarse a aceptar la noticia y coreaban «¡larga vida al rey!».
Concluye así una era que comenzó el 9 de junio de 1946, cuando Bhumibol -literalmente, 'la fuerza de la tierra'- se convirtió en Rama IX de la dinastía Chakri. Pronto se erigió en la figura unificadora de un reino caracterizado por la inestabilidad política. No en vano, desde que se abolió la monarquía absolutista en Tailandia, en 1932, el país ha visto cómo triunfaban doce golpes de Estado -otros siete fracasaron- y se redactaban 19 constituciones diferentes. Sin embargo, la figura del rey nunca ha estado en cuestión. De hecho, está protegida por una de las leyes de lesa majestad más draconianas que existen.
En parte, eso ha facilitado que no se hayan divulgado los aspectos más oscuros de su persona. Por ejemplo, nadie sabe exactamente si es cierto que el rey llegó a amasar una fortuna de 23.000 millones de euros, como publicó la revista 'Forbes'. Mucho menos se investiga el papel de Bhumibol en el tiroteo del Palacio Real que acabó con la vida de su hermano, el primogénito, lo que a la postre le permitió acceder al trono. Lógicamente, tampoco se cuestiona el rol político que ha asumido, de forma evidente o taimada, en los diferentes gobiernos que han desfilado por el reino.
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