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JUAN CARLOS BARRENA
Viernes, 14 de octubre 2016, 00:41
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berlín. El caso del presunto terrorista sirio del Estado Islámico Jaber al-Bakr, que apareció ahorcado en su celda en la cárcel de Leipzig la noche del miércoles, se ha convertido en un escándalo para la región alemana de Sajonia y el resto de Alemania. Pese a que el riesgo de suicidio del joven de 22 años era evidente, las autoridades judiciales y penitenciarias de la región germanooriental cometieron al parecer errores imperdonables que condujeron a la muerte de un presunto yihadista que guardaba valiosa información para la lucha antiterrorista en el país.
El sospechoso se declaró en huelga de hambre cuando ingresó en prisión, a mediodía del lunes. En su primera noche en la celda destruyó la lámpara del techo y el enchufe, una maniobra que «se interpretó como un acto de vandalismo y no como un indicio de sus intenciones de suicidarse», admitió el director de la cárcel, Rolf Jacob.
La psicóloga del centro ordenó un control visual del preso cada quince minutos, y aumentó después los intervalos a media hora al considerar que no había peligro de que Jaber al-Bakr se quitara la vida. En los casi tres días que estuvo encarcelado sólo contó en una ocasión con intérprete para comunicarse con el personal penitenciario, precisamente en la entrevista con la psicóloga. Sebastian Gemkow, ministro de Justicia de Sajonia, insistió en que en ningún momento «se detectó un peligro inminente de suicidio» del preso preventivo. Una valoración extraña cuando se sabe que el recluso había fabricado kilo y medio de explosivo de alto poder destructivo con el que proyectaba inmolarse en uno de los dos aeropuertos de Berlín, según miembros de la lucha antiterrorista.
Al final, el sospechoso utilizó la ropa de preso para colgarse de la reja de la ventana de su celda. Su cadáver fue encontrado por una aspirante a funcionaria en prácticas, que adelantó en un cuarto de hora el control visual del recluso. El médico de la prisión y los servicios de emergencias no consiguieron reanimarlo. Alexander Hübner, abogado de oficicio de Jabar al-Bakr, habla de escándalo. A la vista de los «claros indicios» de que el joven podría atentar contra su propia vida, las autoridades penitenciarias debían «haber tomado medidas», dijo el letrado.
Para el ministro federal del Interior, Thomas de Maizière, lo sucedido exige «una amplia y rápida investigación de las autoridades judiciales locales», ya que la muerte del sospechoso «dificulta las investigaciones y es un obstáculo para determinar si hubo otros implicados, cómplices, redes y demás» en los hechos de los que se acusaba a Al-Bakr.
A los fallos de la justicia sajona hay que sumar los de las fuerzas de seguridad de la región. Varios medios revelaron que tras ser reconocido como refugiado en junio de 2015, Al-Bakr viajó a Turquía y Siria en varias ocasiones y regresó a Alemania en agosto, según declaraciones de su familia en el país sumido en guerra civil y de compañeros en la residencia de refugiados en la localidad sajona de Eilenburg. Nadie explica cómo y con qué documentación se desplazó a lugares en los que pudo recibir formación e instrucciones del Estado Islámico.
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