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PERMITIDO PARA MENORES

MANUEL ALCÁNTARA

Martes, 23 de agosto 2016, 23:57

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El último fenómeno de precocidad que hemos producido desde Mozart son los niños bomba, esa invención del siniestro yihadismo. «¿Quién podrá describir a un niño tal como es?», se preguntó Rilke. Quienes escriben cuentos infantiles son ángeles traspapelados que recuerdan cómo eran o cómo creían ser cuando aún no habían sustituido el uso de misterio por el célebre uso de razón, pero lo de ahora es distinto: hay kamikazes párvulos. Los niños, lo que ven. A algunos los secuestran y los obligan a colocarse un cinturón de explosivos en la cintura, para ver si mejora el mundo disminuyendo el número de sus habitantes.

Turquía indaga si algunas de las tiernas criaturas endurecidas por el llamado Estado Islámico estaban drogadas por un libro que les promete la felicidad después de muertos o se la anticipa con la farmacopea. Son los mártires más jóvenes que han reclutado las religiones insaciables, siempre ávidas de testigos más o menos responsables. Durante el año pasado fueron ensalzados como «mártires» en la propaganda del Estado Islámico, algunos menos que antes. La aportación de los descreídos sigue siendo la más valiosa. ¿Qué sería de los creyentes más obtusos si alguien editara un mapa con la cartografía del más allá? Dicen que los adolescentes kamikazes están drogados. Que se lo pregunten a ese inocente angelito que el domingo acabó con la vida de 54 personas, la mayoría de su edad, en la ciudad de Gaziantep.

El 'califato' recluta cada día a más menores, según las estadísticas. Con los viejos no gastan bombas ni invierten en publicidad. Quizá sea una cuestión de paciencia, como me decía mi de verdad inolvidable Chumy Chúmez, que era el mejor malhumorista de la época. No sé de ningún otro país donde se le pueda llamar chiste a un dibujo donde dos adultos comentan la desaparición de un recién llegado. «Que niño tan precoz: ha nacido muerto». Los niños bomba, en el yihadismo, son precursores del futuro.

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