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ZIGOR ALDAMA
Martes, 24 de mayo 2016, 00:14
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Vietnam ya no es enemigo de Estados Unidos. Así lo certificó ayer su presidente, Barack Obama, al anunciar en Hanoi el levantamiento del embargo de armas que impuso hace medio siglo al país contra el que perdió una de sus guerras más dolorosas. «La venta de material militar todavía estará estrictamente supervisada y tendrá que responder al cumplimiento de ciertos requerimientos, sobre todo en materia de Derechos Humanos», explicó el mandatario americano tras haberse reunido con su homólogo vietnamita, Tran Dai Quang. «Este cambio permitirá a Vietnam hacerse con el armamento necesario para su defensa y supone el fin de uno de los últimos vestigios de la Guerra Fría», añadió. Por su parte, Quang agradeció el gesto y aseguró que se trata de «un punto de inflexión para acabar con un doloroso capítulo de la historia».
Aunque Obama se apresuró a explicar que «el acuerdo no se ha tomado pensando en China», y recalcó que es «fruto del largo camino para normalizar las relaciones con Vietnam», a nadie se le escapa que Pekín está muy presente en la gira de una semana que el presidente estadounidense está realizando por Asia y que le llevará a Japón en su siguiente etapa. Allí se convertirá en el primer presidente de Estados Unidos que visite Hiroshima, donde su país lanzó en 1945 la primera bomba atómica utilizada en un acto de guerra. No está previsto que pida disculpas por ello, pero el gesto, que se enmarca en la celebración de la reunión anual del G-7, es de gran simbolismo y parece estrechar aún más los lazos que unen a ambos aliados. El suyo es el principal eje 'anti-chino' en una región molesta por la actitud de la segunda potencia mundial en el Mar de China Meridional.
De momento, Pekín se ha limitado a bendecir la decisión de Obama con respecto a Vietnam, un país con el que comparte ideología y fuertes lazos comerciales. «Esperamos que sirva para mantener la paz y la estabilidad», se limitó a decir ayer un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino. No obstante, el acercamiento de Hanoi y Washington no es una buena noticia para los dirigentes de China, que se disputan con Vietnam las islas Paracelso y Spratly. Porque, además, Obama también protagonizó ayer la firma de acuerdos empresariales por valor de unos 16.000 millones de dólares (14.200 millones de euros), muestra de que la superpotencia americana está decidida a hacer de contrapeso a China en todos los sectores.
«Las relaciones bilaterales con Vietnam están en uno de los mejores momentos de la historia, muestra de que el sureste de Asia es un pilar central de la estrategia para equilibrar Asia», dijo ayer la Casa Blanca en un comunicado. Pero esa buena sintonía no sólo inquieta en China. También afecta a uno de los principales proveedores de armamento de Vietnam: Rusia. Eso sí, ayer Anatoly Punchuk, director del Servicio Federal para la Cooperación Militar y Técnica, también decidió quitarle hierro al asunto.
«Nuestras relaciones con Vietnam son de naturaleza estratégica y su desarrollo futuro dependerá exclusivamente de los dirigentes vietnamitas», afirmó. Lo que no se sabe todavía es qué armamento comprará Hanoi a Washington. Cuando trascienda esa información puede que las declaraciones de Pekín y de Moscú no sean tan diplomáticas.
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