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Un Trump exultante celebra su éxito junto a su hija Ivanka, su nuera Lara y su esposa Melania (de izda. a dcha.). :: l. jackson / reuters
Trump toma posesión del partido

Trump toma posesión del partido

El magnate mira a Newt Gingrich como posible vicepresidente y dice que vetará a los musulmanes en sus cien primeros días en la Casa Blanca

MERCEDES GALLEGO

Viernes, 6 de mayo 2016, 01:02

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En Estados Unidos se dice que los demócratas se enamoran (fall in love), mientras que los republicanos se cuadran (fall in line). Ayer, muchos pesos pesados del partido conservador hicieron bueno el dicho al cumplir con su obligación de rendir pleitesía al nuevo líder, Donald Trump, que presuntamente los representará en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Otros inventaron posturas intermedias y algunos más se negaron en redondo a presentarle sus respetos.

Entre los que se han tapado la nariz destacan la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Halley, una estrella del partido a la que «El débil» de Jeb Bush cortejó sin éxito y que acabó traspasando su lealtad a «El pequeño Marco», que perdió luego las primarias del Estado frente a Donald Trump. O el congresista de Long Island Peter King, que nunca habría votado por «El mentiroso de Ted (Cruz)», y que bromeó con que si Trump era el nominado se metería a reportero del tabloide Daily News. En el diccionario de motes con los que Trump pretende hundir a sus rivales brilla ya con luz propia el de «La retorcida de Hillary».

A él no le pusieron apodos, pero muchos de sus nuevos 'amigos' desplegaron antes críticas despiadadas y promesas que ahora no van a cumplir. Como dice el magnate neoyorquino, son políticos. Los que ya no lo son se pueden permitir hacer lo que quieran, como los expresidentes Bush, cuyos asesores han dicho a la prensa que no acudirán a la convención del partido el próximo julio en Cleveland. Trump, que por fin siente que se le trata «con el respeto que se merece», ha empezado ya a tomar posesión de la formación conservadora para planificar los detalles de su coronación y la manera de utilizar los recursos de los republicanos para hacer campaña en su favor.

Hasta ahora, el millonario neoyorquino ha financiado su carrera hacia la Casa Blanca con dinero prestado que recuperará con intereses al convertirse en nominado. El negocio le ha salido redondo. Su apellido, que al principio valoraba como marca en 2.000 millones de dólares (1.750 millones de euros), se ha revalorizado mundialmente hasta niveles incalculables. Y, para rematar, la campaña le pagará hasta por el uso de su avión, los hoteles que ha utilizado para sus discursos y los campos de golf en los que ha celebrado conferencias de prensa.

En su primera entrevista desde que se ha convertido en el presunto candidato del Partido Republicano, Trump presumió de que podría financiarse el resto de la campaña, pero no le haría gracia «tener que liquidar un par de edificios», así que prefiere trabajar con el partido para engrasar la maquinaria de financiación republicana. En realidad, los expertos vaticinan que la campaña de mil millones de dólares (880 millones de euros) que plantaría Hillary Clinton supera con creces la liquidez del multimillonario, por lo que necesitará de las estructuras de los conservadores. Un terreno en el que le ponen condiciones. Importantes donantes han dicho que concentrarán su dinero en financiar a los legisladores que luchen por su respectivo asiento, en lugar de apoyar al candidato presidencial.

Sin muro

La senadora Susan Collins ha advertido a Trump de que para unificar el partido tendrá que dejar de hablar del muro en la frontera de México y renunciar a prodigar insultos, lo que no parece formar parte de sus planes. El candidato prometió en la misma entrevista que durante sus primeros cien días de gobierno pondrá en práctica el veto a todos los musulmanes que quieran entrar en EE UU y diseñará la barrera en la frontera con el país vecino del sur.

Para lidiar con tantos legisladores rebeldes, avanza que elegirá como pareja presidencial a un político establecido que tenga buenas relaciones con el Congreso y sepa manejar sus hilos. Para esa tarea de selección ha elegido a uno de sus primeros leales, el neurocirujano Ben Carson, que se apuntó a su campaña tan pronto como dio por perdida la propia. A Trump le gusta premiar la fidelidad de quienes se humillan para apoyarle. Por eso, uno de los nombres que más se barajan es el del exportavoz del Congreso Newt Gingrich, que demostró sus ambiciones presidenciales en la anterior campaña. Gingrich conoce bien a los Clinton porque cerró el Gobierno de EE UU en dos ocasiones durante sus órdagos contra los presupuestos de Bill Clinton. Y nadie duda de que tiene un colmillo a la medida del que sería su amo.

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