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Desayuno en Harlem. Bernie Sanders se reunió con Al Sharpton en el mismo restaurante de Nueva York en el que el reverendo afroamericano recibió en 2008 al entonces candidato Barack Obama.
La 'revolución Sanders' pone en jaque a Hillary

La 'revolución Sanders' pone en jaque a Hillary

El primer judío en ganar una primaria de importancia disputará a Clinton el apoyo de los afroamericanos en las filas demócratas

MERCEDES GALLEGO

Jueves, 11 de febrero 2016, 00:30

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La derrota estaba asumida, pero la radiografía el día después revela un cáncer preocupante. Hillary Clinton no sólo sufrió el martes una humillante paliza en New Hampshire por la friolera de 22 puntos, sino que perdió entre todos los sectores de población, excepto entre los mayores de 65 años y quienes ganan más de 200.000 dólares al año. Los jubilados son, eso sí, los más fiables a la hora de depositar el voto, pero la música del senador independiente de Vermont no ha hecho más que empezar a sonar.

«No me creas, sólo mira», bailaban el martes por la noche los jóvenes del Instituto Concord, donde Bernie Sanders celebró su victoria, después de «Hablar de la Revolución» y «Quemar la Casa». La primera es de Bruno Mars (Don't Believe me, just watch), la segunda de Tracy Chapman (Talking about the Revolution) y la tercera de Talking Heads (Burning down the House). Clinton sin duda necesita una nueva lista de éxitos con la que competir con el mensaje directo y pegadizo del socialista de Vermont. EE UU parece estar cansado de oír hablar de su experiencia a lo largo de medio siglo en la vida pública. Muchos asocian su trayectoria con la corrupción política de quienes se venden a las grandes corporaciones y a sus 'lobbies' para llegar al poder, con lo que acaban interponiéndose «entre la voluntad del pueblo y su democracia», repite Sanders.

De acuerdo con las encuestas, más de la mitad de los votantes de New Hampshire consideran que Clinton no es una persona de confianza, a pesar de que en 2008 la eligieron como candidata, frente al entusiasmo que generaba Barack Obama. Al senador de Vermont, sin embargo, casi el 90% lo considera una persona honrada. Hasta Linda Marquis, una profesora afiliada al partido conservador que el lunes llevó a sus alumnos a un mitin de Sanders para que aprendan de política, acabó diciendo ese día que el septuagenario candidato sonaba «honesto e inteligente». Tal es la fuerza de las convicciones de este político independiente de 74 años, que siempre ha luchado por la justicia social y pretende acabar con las desigualdades económicas, desde mucho antes de que nacieran los indignados de 'Occupy Wall Street'.

El martes, Clinton se sumó a su mensaje contra la codicia financiera en su discurso de reconocimiento de la derrota, pero al hacerlo se mostró menos auténtica que nunca, dispuesta a decir cualquier cosa para ganar la nominación del partido. Los seguidores de Sanders, a los que el candidato advirtió de que, gane quien gane, tendrán que unirse en noviembre para evitar que la derecha vuelva a la Casa Blanca, se rieron de ella al escucharla a través de las pantallas.

Ayer la ex primera dama analizaba sus resultados, buscaba nuevo jefe de campaña para las redes sociales y refrescaba sus lealtades en los siguientes Estados donde se disputará la nominación -Nevada y Carolina del Sur-, consciente de que tendrá que pelear por cada voto.

Vuelta a Nueva York

Sanders, por su parte, volvió a su Nueva York natal para llevar su mensaje a los afroamericanos entre los que registra una importante desventaja. Este sector que convirtió a Obama en el primer presidente negro de la historia supuso en 2008 el 56% de los votantes demócratas de Carolina del Sur. En esto confiaba la ex secretaria de Estado a la que Obama defiende como «una persona buena, lista y dura a la que le importa profundamente su país», pero que, para su desgracia, «lleva mucho tiempo en el ojo público de una cultura en la que lo nuevo siempre es mejor».

El primer presidente negro sugería con esas palabras que Sanders es una moda pasajera, pero si ése es el caso, de momento no lo parece. Ayer desayunó en Sylvia's, el famoso restaurante de Harlem que sirve comida soul después de las misas gospel desde 1962. Le acompañaba el reverendo Al Sharpton, que le entrevistó para su programa de televisión. Y más tarde, desde Carolina del Sur, el congresista afroamericano James Clyburn, que luchó por los derechos civiles en los 60, adelantaba enigmático que la semana que viene hará un anuncio electoral en favor de uno de los dos candidatos. Por sus comentarios de admiración hacia la organización que Sanders está poniendo sobre el terreno, es posible que el primer judío en ganar una primaria importante en la historia de EE UU esté empezando a ganarse el corazón de los negros, con los que su familia de inmigrantes polacos compartió gueto en Brooklyn.

En las siguientes doce horas a su victoria del martes, la campaña de Sanders recaudó 5,2 millones de dólares, y el dinero seguía lloviendo ayer en pequeñas donaciones de incluso tres dólares. Su base de donantes es ya la mayor de la historia electoral de EE UU, sin que haya aceptado una sola aportación corporativa. Cuenta con unir a todo el electorado en torno a las desigualdades económicas que ha generado el capitalismo desbocado. La separación entre negros, blancos o hispanos «no es más que el legado de los supremacistas blancos que han querido dividirnos», dice en sus mítines Cornel West, un prominente activista afroamericano, profesor de Princeton, que ha condenado desde el principio a Obama por no enfrentar la miseria y las injusticias que sufre su raza.

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