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Vista aérea del arrecife de Johnson, que forma parte del archipiélago de Spratly, territorio disputado desde hace años por los gobiernos de Filipinas y China. :: r. c.
Chispas para una Tercera Guerra Mundial

Chispas para una Tercera Guerra Mundial

La construcción de islas artificiales que China lleva a cabo con fines militares en aguas internacionales dispara la tensión con EEUU

ZIGOR ALDAMA

Domingo, 14 de junio 2015, 00:45

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'Desde tiempos ancestrales'. Esa es la coletilla con la que China acompaña todas sus reclamaciones territoriales. Sobre todo las que le enfrentan en el Mar del Sur de China con una decena de países. Los dirigentes comunistas repiten una y otra vez que esos lugares cuya soberanía se adjudican sin duda alguna han pertenecido al 'Reino del Centro' desde ese momento tan impreciso. Y ya se sabe que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.

Así, es difícil encontrar en el gigante asiático alguien que no esté convencido de que las aguas del sudeste asiático en las que China construye una barrera de islas artificiales con fines económicos y militares pertenecen a su país. No obstante, preguntados por las bases históricas de esa afirmación la mayoría se encoge de hombros. «Han sido parte de China desde tiempos ancestrales, ¿no?».

La comunidad internacional en pleno lo niega y Naciones Unidas sostiene con firmeza que esas son aguas internacionales, pero las imágenes por satélite que revelan la construcción de bases con aeropuerto incluido demuestran que a Pekín la legitimidad de sus acciones le preocupa poco. Puede parecer una chiquillada, una pataleta de críos sin importancia, pero ya hay quienes incluso ven en este conflicto la chispa que puede prender la Tercera Guerra Mundial, esa que enfrentará a China y Estados Unidos.

El analista Philip Bowring incluso comparó en un artículo del 'South China Morning Post' la situación actual con el nacionalismo exacerbado de Alemania y de Japón antes de la segunda Gran Guerra. Y añadió que el episodio de 2013 en el que la Marina china expulsó a pescadores filipinos de una zona que tradicionalmente han utilizado como caladero, y que está muy cercana a la isla de Luzón, fue «un acto de imperialismo». Precisamente, ese es un término que se repite cada vez más a menudo, pero China siempre refuta las críticas afirmando que está en su derecho y que lo único que busca es «la estabilidad y la paz en la región».

La 'línea de nueve puntos'

Lo cierto es que el Ejecutivo comunista ha hecho suya la 'línea de nueve puntos' que delineó Chiang Kai Shek y que, con forma de 'u', delimita las reclamaciones territoriales del país y se apropia de gran parte del Mar del Sur de China. Llega incluso a las costas de Borneo, una isla cuyo territorio se encuentra a casi 1.500 kilómetros de la costa continental china, e incluye los archipiélagos Paracelso, Pescadores y Spratly.

Sin embargo, incluso antiguos documentos chinos cuentan cómo la zona estaba en manos de marineros indonesios y vietnamitas antes incluso de que los navíos chinos comenzasen a surcar el mar durante la dinastía Song (960-1279), y libros escritos hacia el siglo tercero describen buques de Sumatra de más de 50 metros de eslora capaces de transportar a 600 personas, navíos con los que entonces los emperadores chinos ni siquiera soñaban. Claro que Pekín prefiere olvidar la existencia de esos escritos y adherirse a otros 'tiempos ancestrales' indeterminados e indocumentados.

Para entender el porqué del interés que despiertan estos islotes deshabitados hay que bucear en sus aguas. Ahí es donde se esconden los ricos caladeros de pesca y las grandes reservas de gas y de petróleo. Son recursos naturales que la segunda potencia mundial, a pesar de la ralentización de su economía, necesita para continuar con su espectacular desarrollo. Además, la zona alberga uno de los corredores marítimos más importantes del planeta, por el que circulan miles de barcos con todo tipo de mercancías y 15 millones de barriles de crudo diarios. Su control puede ser utilizado para ejercer presión política e impedir el acceso de fuerzas extranjeras, como las de la Séptima Flota que Estados Unidos tiene repartida en diferentes bases de Japón y Corea del Sur.

Y China está dispuesta a hacer valer esa fuerza. Es lo que dejó bien claro el primer 'Libro Blanco del Ejército', publicado a finales del mes pasado, que recoge la necesidad de adoptar una 'defensa activa' y salvaguardar los intereses chinos en el mar. Es un objetivo para cuya consecución la cúpula del poder chino no escatima recursos.

Ejército en expansión

El presupuesto militar del país más poblado continúa creciendo por encima del 10%, una cifra que supera ya la expansión económica, y su presidente, Xi Jinping, ya anunció que la modernización del Ejército es una prioridad que está proporcionando resultados claros: en los últimos años China ha añadido un portaaviones a su flota y ya está construyendo el segundo, ha diseñado su propio caza invisible y aumenta constantemente el número de submarinos nucleares. Así, la tensión va en aumento.

Recientemente, un avión espía estadounidense en el que viajaba un equipo de la cadena CNN sobrevoló las islas artificiales chinas y fue amenazado por los militares, que le ordenaron en varias ocasiones salir de la zona de exclusión aérea. El piloto hizo caso omiso aduciendo que estaba volando en el espacio aéreo internacional, a lo que los chinos respondieron con gritos. «¡Fuera!». La sangre no llegó al río, pero el incidente dejó en evidencia el peligro que existe cuando los dos principales ejércitos del planeta se ven cara a cara. Cualquier militar de gatillo fácil podría provocar un choque de consecuencias catastróficas.

«Es evidente que ni a China ni a Estados Unidos les interesa una guerra que podría dar al traste con su bienestar, pero en caso de conflicto sin duda es Pekín quien tiene la sartén por el mango. Porque América necesita mucho más a China que viceversa», analiza Zhu Xinming, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Fudan, en Shanghái. «Ellos han deslocalizado gran parte de su industria a China, que, por cierto, también es el país que más deuda americana tiene en sus manos. Si estallase una guerra, al otro lado del Pacífico tendrían dificultades para encontrar alternativas a las manufacturas chinas, que no se limitan ya únicamente a productos de poco valor añadido», sentencia. «En cualquier caso, la interconexión que ha creado la globalización es el mejor escudo que puede tener el mundo para evitar un holocausto como el que ya sufrió en dos ocasiones el siglo pasado».

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