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Juan Pablo, hijo del narco Pablo Escobar.
«De Pablo Escobar heredé la papada»

«De Pablo Escobar heredé la papada»

Su padre asesinó a 10.000 rivales y fue el narco más rico y buscado del mundo hasta su muerte a balazos. Ahora, Juan Pablo Escobar desvela hasta un intento de secuestro a Chabeli y la relación de ETA con el cártel de Cali

Francisco Apaolaza

Sábado, 18 de abril 2015, 08:20

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Cuando conoció que habían liquidado a su padre, se hizo un juramento: «Voy a matar a esos hijoputas, yo solo los mato». Tenía 16 años y enseguida comprendió que estaba a punto de seguir los pasos del hombre que más había criticado en su vida. «Iba a convertirme en el segundo Pablo Escobar, pero elegí el camino de la paz».

El hijo del mayor narco de la historia, del jefe del cártel de Medellín, el tipo que mató a 10.000 personas e incendió Colombia, el que controló el 80% del tráfico de droga de todo el mundo, se explica en el bar verde del Palace, el mismo hotel en el que su padre celebraba en el 82 el triunfo socialista deFelipe González.

Ha venido a España a promocionar su libro Pablo Escobar, mi padre (Ed. Península) en el que consigue la cuadratura del círculo de querer al padre y odiar al bandido y que los dos sean la misma persona. Juan Pablo Escobar, 38 años, vestido de cuero negro, serio como un catedrático, se hace llamar Sebastián Marroquín desde que en 1993, la policía mostró el cuerpo de su padre en un tejado, descalzo, baleado y armado, como el final ensangrentado de una leyenda poderosísima.

Una reunión en el Palace

  • bajo la sombra del narco

  • En 1982, PabloEscobar estuvo en el mismo hotel en el que su hijo ha presentado el libro sobre su vida. Acudió a celebrar la victoria socialista en 1982 y pasó el tiempo en los salones del hotel junto al torero Luis Miguel Dominguín.

  • Las bombas de ETA

  • Escobar relata cómo un miembro de ETA enseñó a colocar bombas en los coches a los narcos del cártel de Cali, que atentaron contra su familia (y contra él mismo) con 700 kilos de explosivos en 1988. Su padre, jefe del cártel de Medellín, copió la técnica y respondió con una oleada de 200 atentados con bombas.

  • Secuestrar a Chabeli

  • «Según me contaron los muchachos tiempo después, mi padre organizó dos grupos para raptar en Miami a Chabeli Iglesias y en Nueva York a uno de los hijos del magnate industrial Julio Mario Santodomingo. La idea era traer a los secuestrados a Colombia en un vuelo privado desde Miami, pero el plan nunca se consumó».

  • La marca PabloEscobar

  • Sebastián Marroquín sacó a la calle una marca de ropa Escobar Henao con mensajes relativos a su padre, entre ellos el DNI estampado en camisetas. En la parte interior de sus pantalones lleva frases alusivas a lo ocurrido, como Para qué quieres una mansión si no te espera nadie en ella.

Es usted el hijo del demonio.

Depende de para quién.

¿Para usted?

Para mí Pablo Escobar no era un demonio, era mi padre.

¿Cómo encaja el padre narco y asesino y el padre a secas?

Este libro ha sido revelador, pues dibuja las dos realidades. Se puede ser un gran padre y un bandido. Yo he sido el que más le ha criticado. No elegí la vida de mi padre, ni su vida para mí. Hice lo mejor que pude. Ahora he elegido el camino de la paz, de la reflexión, de intentar contar qué pasó para que no se repita.

¿Querría haber tenido otro padre?

Si volviera a nacer, elegiría el mismo padre. En ese sentido, no tengo ningún reproche para él. Yo no estaba de acuerdo. Muchas veces le pedí que hiciera las paces con sus enemigos. Nunca conocí que un padre cambie la profesión por la opinión de su hijo.

¿Cómo fueron los meses siguientes a la muerte de su padre?

Los cárteles, en connivencia con los poderes, nos quitaron todo literalmente a punta de pistola. Fue el abismo.

¿Qué les quedó?

Nos quedó la papada.

¿Qué hizo su madre?

Tomó el mando tras su muerte. Los cárteles vinieron a cobrarse todo lo que habían gastado en perseguir a mi padre durante diez años y en matarlo. Creo que la fortuna de mi padre sufragó de alguna manera su muerte.

¿Cuánto fue eso que les quitaron?

Unos 200 millones de dólares.

Ahora se alegra de que se llevaran ese dinero.

Si sin tener un duro estás manchado por aquello, imagínate con plata.

¿Ha vuelto a Hacienda Nápoles, la lujosa finca rural en la que vivía con sus padres en Antioquía?

Sí que volví. Me negué a pagar, pues dije que aquella era mi casa. Me dejaron pasar.

¿Qué lugar buscó?

Fui a la casa. Me la encontré en ruinas y comida por la selva. Volvieron muchos recuerdos a mi mente. Alegría, tristezas...

¿Ha pedido perdón por algo?

A todos los que sufrieron por mi padre les he pedido perdón, en el libro y en persona siempre que he tenido oportunidad.

¿Alguno que recuerde?

Uno fuera de cámaras. Estás con un narco, tiene una pistola sobre la mesa y no hay testigos... Ahí es el perdón de verdad. Le dije que sentía que mi padre matara a sus hermanos y él me dijo que también sentía lo que hizo sufrir a mi familia. Estamos todos hartos de la violencia en Colombia, incluidos los narcos.

¿Cuál es el principal lugar común sobre su padre?

Su fortuna inconmensurable.

¿Cuánto dinero llegó a tener Pablo Escobar?

Se lo pregunté y ni siquiera él sabía cuánto dinero tenía. Iba y venía. La corrupción es así. En un fin de semana podía ganar cuarenta millones de dólares.

¿Cómo le va a usted como arquitecto?

No me va mal, pero la gente en igualdad de condiciones prefiere a alguien que no sea hijo de Pablo Escobar.

Cuenta que ETA les enseñó a hacer bombas. ¿Cómo fue ese capítulo?

El jefe del cartel de Cali Gilberto Rodríguez resultó detenido en España y en la celda conoció a un miembro de ETA. Se hicieron amigos y les enseñó a poner bombas en los coches. El 13 de enero de 1988 colocaron 700 kilos de explosivos en el edificio Casanova en el que nos encontrábamos mi madre y yo. Fue el inicio del narcoterrorismo más duro, pues los hombres del cartel de Medellín también aprendieron esa tecnología. Mi padre respondió con 200 bombas en propiedades del cartel de Cali: fincas, casas, periódicos...

¿Quién era ese miembro de ETA?

Le decían Miguel, pero podría ser un nombre falso.

Popeye [antiguo jefe de sicarios de Escobar] dijo que sabía quién era.

De lo que diga Popeye hay que creer la mitad de la mitad.

¿Es cierto que gastaban miles de dólares solo en gomas para poder atar los fajos de billetes?

No lo sé. Pero en Hacienda Nápoles las motos acuáticas, los leones, los animales, lo que fuera, se compraban por docenas.

¿Qué pasó con aquel zoo?

Mi padre tenía una gran imaginación a la hora de eludir la ley. Trajo un cargamento de cebras y capturaron el transporte, así que las llevaron aun zoo. Mi padre ofreció el hombre de seguridad de aquel lugar el sueldo de varios años.Se llevaron las cebras y metieron burros pintados con rayas. ¡Pobres burritos!

¿Qué provocó todo este horror?

La prohibición. Mi padre murió hace 20 años y en el mundo no ha faltado un gramo de coca desde entonces. No cesa el consumo ni la violencia y hay drogas nuevas de las que no se conocen ni los efectos. Esta es una historia vieja, pero en este hotel en esa barra se puede consumir y pagar impuestos por la peor droga que hay: el alcohol.

¿Probó la coca?

Probé a los 28 años la marihuana.

«Lo fácil es ser mi padre»

¿Por qué no cree que mataran a su padre y piensa, en cambio, que se suicidó de un balazo en aquel tejado?

Hay muchas razones.La primera es el informe de los forenses que nos hicieron llegar. Además él siempre dijo que prefería una tumba en Colombia a una cárcel en Estados Unidos. Llevaba diez años eludiendo los controles y de pronto... Él nunca usaba el teléfono. Siempre decía que el teléfono era la muerte y de pronto se puso a hacer llamadas y lo usó cinco veces. Llamaba a todos menos a mí, que le cortaba el teléfono porque sabía lo que ocurría. Además estaba descalzo, cuando dormía con los zapatos atados a la ametralladora por si tenía que escapar.Si quería escapar, no hubiera estado descalzo. Éramos rehenes y alguien tenía que aparecer muerto: la familia o él. Dio la vida por la familia. En realidad, todos somos Pablo Escobar. Ser él es muy fácil. Tenemos valores distintos, pero no hay nada que nos impida asaltar un banco. Lo difícil es ser arquitecto. Lo fácil es ser mi padre.

¿Qué conserva de su padre?

Un reloj. Y la ropa que llevaba cuando murió.

¿La guarda tal cual?

Está lavada y en un lugar seguro.

¿Le echa de menos?

Todos los días.

¿Entiende que haya gente que se alegre de que ya no esté?

Entiendo, pero no comparto.

¿Ha necesitado ayuda psicológica para aceptar todo esto?

No. El mejor psicólogo es la conciencia que te invita a distinguir lo bueno de lo malo y a asimilar las enseñanzas.

¿Para qué ha escrito el libro?

Para que no le cuenten cuentos a mi hijo Juan Emilio, que tiene dos años, sobre quién fue su abuelo. Y para recorrer un camino de paz.

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