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El primer ministro británico, David Cameron, durante la entrevista televisiva realizada el jueves por el conocido y crítico presentador Jeremy Paxman. :: reuters
Cameron siembra dudas en campaña

Cameron siembra dudas en campaña

El primer ministro de Reino Unido reduce la ventaja sobre Miliband al mostrar falta de contundencia en una entrevista televisiva

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Domingo, 29 de marzo 2015, 01:09

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Qué tuiterío acompañó en la noche del jueves la única comparecencia en el mismo plató de televisión de los dos hombres que pueden liderar el Gobierno de Reino Unido tras las elecciones del 7 de mayo. Twitter, el sitio de Internet en el que los usuarios expresan sus ideas en 140 caracteres, se ha convertido en la red predilecta de los periodistas, que veían a uno de los suyos triturar a David Cameron y Ed Miliband.

Jeremy Paxman, que ganó fama como presentador del programa nocturno de noticias, Newsnight, en la BBC 2, regresaba de su retiro para entrevistarlos y su estilo -«¿sabe cuántos paquetes gratuitos de comida se han repartido este año?», preguntó a Cameron; «los electores le consideran un friki del norte de Londres», dijo a Miliband- era festejado en Twitter como la prueba de fuego de los líderes.

Es ficción mediática. En las elecciones de 2010, Cameron cometió el error de aceptar que el debate televisivo de la campaña incluyera al liberal-demócrata Nick Clegg. En lugar de una contienda entre un desacreditado Gordon Brown y el cambio conservador, la audiencia vio a Clegg como la alternativa fresca al bipartidismo que se agrieta en las últimas décadas.

En los días siguientes, los sondeos registraron un espectacular aumento de la intención de voto hacia el tercer partido en el sistema británico. Al final de la campaña, los liberal-demócratas de Clegg aumentaron en un punto el porcentaje de sus votos con respecto a los comicios de 2005 y perdieron cinco escaños. Las tendencias en la opinión de los electores no habían sido alteradas por la televisión.

Paxman es una estrella de un tipo de periodismo en la BBC que ha adoptado la perspectiva de que los políticos mienten. En su despedida de la BBC confesó que es un 'tory' de una nación, conservador moderado. Autor de libros populares y banales, pertenece a la élite de Oxford y Cambridge y a una familia del establishment (su hermano fue embajador británico en Madrid), pero cultiva la apariencia del enojado.

John Humphrys, del programa Today en Radio 1 de la BBC, es otra estrella del periodismo de hostigamiento, de la composición persistente de una actitud desengañada. No suelen lograr noticias, porque sus preguntas no buscan sino desacreditar lo que afirma el entrevistado. Humphrys se ha moderado tras confesar preocupación «por el efecto que ha tenido en la política» su estilo y el de Paxman.

El exjefe de Gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell, describe en su libro 'Los Nuevos Maquiavelos' la frustración de los gobernantes con los medios. Cuenta cómo la BBC enviaba sus equipos a un discurso del primer ministro, pero no lo emitía. El espectador oía un fragmento de Blair y el resto era la interpretación del periodista enviado.

Las entrevistas de Paxman se combinaron con las de una audiencia en el estudio. Las del público no gustaron a los medios porque eran menos mordientes. En esa burbuja se desarrolló la única aparición conjunta de los dos posibles gobernantes y el balance final dio la razón a los estrategas conservadores, que han evitado debates entre Cameron y Miliband.

Credibilidad en juego

El primer ministro en ejercicio no tiene nada que ganar emparejado con el líder de la oposición y tal es el descrédito de Miliband-con su habla nasal, su rigidez argumental y física- que el resultado inevitable debía ser, como así sucedió, que ha reducido, según los sondeos tras la noche del jueves, la diferencia con Cameron en su credibilidad como posible jefe de Gobierno. A partir de ahora, habrá un debate entre los líderes de los siete principales partidos, que promete ser un guirigay anodino, y un programa de entrevistas sin debate con Cameron, Miliband y Clegg. La televisión no decidirá estas elecciones, que se dilucidarán en decenas de circunscripciones, las más disputadas, que ahora añaden la incógnita sobre el impacto del nuevo partido UKIP.

Los conservadores deberían ganar las elecciones. Su estratega, el australiano Lynton Crosby, está convencido de que la gestión económica y la ventaja de Cameron sobre Miliband como posible primer ministro serán suficientes. Aunque Charles Moore, biógrafo de Margaret Thatcher, manifestaba ayer reservas en 'The Daily Telegraph'.

«Demasiado fino»

«Cameron cuando tiene que aseverar con insistencia la dirección y el propósito es demasiado fino para empujar», escribía. «No está predicando qué quiere para Reino Unido en los próximos cinco años, probablemente porque no lo sabe». La conclusión de Moore es que los electores «han de ser convencidos de que habrá un beneficio».

Cameron tiende además a cometer errores. En una entrevista publicada ayer en 'The Times' identifica tres en su mandato: no haber emprendido una reforma de la maraña burocrática que ralentiza las decisiones de los gobiernos, no haber acometido un entendimiento complejo del terrorismo islamista y no ser capaz de arrastrar a su partido.

Lo decía antes de cometer otro error estrepitoso en la relación con sus correligionarios. En la última sesión del Parlamento, el jueves, el Gobierno presentó súbitamente una propuesta para cambiar la manera de elegir al Líder de los Comunes, o presidente de la Cámara. Cameron y los suyos querían derribar al actual presidente, John Bercow, conservador que se les atraganta.

Charles Walker, presidente del comité parlamentario que estudia los procedimientos de la Cámara, intervino lloroso y se llevó una insólita ovación en pie de los escaños laboristas tras describir cómo, tras proponer en los últimos meses el mismo voto secreto que quería el Gobierno, había estado con varios ministros el miércoles y le ocultaron que planeaban aquel golpe.

El Gobierno fue derrotado en el último voto de su mandato. Y Cameron abrió una carrera para el liderazgo de su partido al declarar que, si gana, se retirará tras ejercer otros cinco años como primer ministro. A la pasividad que le reprochan, añadió división, derrota e incertidumbre antes de la disolución del Parlamento y el inicio formal de la campaña.

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