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Fuerzas especiales que combaten a Boko Haram descansan en la ciudad de Diffa, cerca de Nigeria. :: joe penney / reuters
Nigeria vota entre dudas y polarizado

Nigeria vota entre dudas y polarizado

La cita electoral que celebra hoy el país para elegir presidente aviva la división social y el miedo a un rebrote de las tensiones religiosas

GERARDO ELORRIAGA

Sábado, 28 de marzo 2015, 00:53

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La incertidumbre sobrevuela las elecciones presidenciales que se celebran hoy en Nigeria, la mayor potencia africana. Las encuestas difundidas por los diarios locales apuestan por un triunfo del candidato opositor Mohammadu Buhari, a pesar de que la última ofensiva victoriosa contra Boko Haram ha restituido al presidente, Goodluck Jonathan, parte de la credibilidad perdida tras varios años de expansión de la banda islamista.

La polarización aporta mayor presión a esta convocatoria, la quinta desde que el país recuperó la democracia, hace dieciséis años. Unos 69 millones de votantes acuden a las urnas en una atmósfera de gran hostilidad entre las dos fuerzas más importantes, el gubernamental People's Democratic Party y su principal rival, la coalición All Progressives Congress (APC). La adscripción religiosa y étnica de ambas entidades ha contribuido a esta peligrosa división. El primero de los partidos tiene mayor arraigo entre la comunidad musulmana, mayoritaria en el norte, mientras que el segundo concita mayores adhesiones entre la cristiana y animista, la más numerosa en el sur, más rico y urbano.

Los antecedentes violentos de anteriores comicios, las escaramuzas entre ambas formaciones y la severa advertencia de esta última formación sobre su radical oposición a un supuesto triunfo amañado del actual dirigente aportan mayor tensión. Ni siquiera la escenificación de la conciliación entre ambos líderes ha impedido que miles de residentes en los estados septentrionales originarios de la costa hayan abandonado sus hogares en previsión de incidentes si se produce la reelección de Jonathan.

Pérdida de respaldos

La crispación también se ha agudizado tras el reciente intento de asesinato de Chibuike Rotimi Amaechi, gobernador del Estado de Rivers y antiguo aliado del presidente, del que renegó hace dos años para unirse a sus enemigos políticos y convertirse en director de la campaña de Buhari. Las deserciones dentro del frente gubernamental han sido frecuentes en los últimos tiempos, al compás de un descrédito generado por los reveses contra la insurrección islamista y las acusaciones de masiva corrupción dentro de una Administración inoperante y venal.

El jefe del Ejecutivo ha sufrido también la retirada del apoyo de las autoridades tradicionales de la etnia igbo, la más importante en el territorio meridional. Mientras, el país también teme que Boko Haram atente contra los colegios electorales en el noreste del país gracias a su nutrida red de terroristas suicidas o, incluso, que la probable derrota del actual dirigente exacerbe los ánimos en la región del Delta del Níger, rica en petróleo, políticamente progubernamental, pero donde la contestación no deja de aumentar. Sus pobladores sufren la esquilma de recursos naturales y la marginación social y económica a pesar de proporcionar los medios que han alentado el desarrollo nacional.

El clima de impunidad ante las continuas violaciones de derechos humanos y la inseguridad también han caldeado los ánimos de la población. La condición de país más rico del continente aparece socavada por la penuria que soporta la mayoría de sus ciudadanos y las enormes carencias de sus infraestructuras. Más de la mitad sobrevive en la miseria, tan sólo un tercio tiene acceso a electricidad y el 40% ni siquiera cuenta con acceso a agua potable. La situación humanitaria se ha agravado por la guerra contra los rebeldes islamistas, responsable de la devastación de los Estados nororientales y el desplazamiento de más de un millón de sus habitantes.

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