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El ex primer ministro laborista Gordon Brown arenga a los defensores de la campaña del 'no' durante un mitin en Glasgow.
Gordon Brown, el salvador de la unión

Gordon Brown, el salvador de la unión

El exprimer ministro insiste en que se cumplirá la promesa de más autonomía pese a la división del 'no'

ÍÑIGO GURRUCHAGA

Domingo, 21 de septiembre 2014, 00:44

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«Demasiado viejo para ser un líder político, demasiado joven para convertirme en un viejo estadista», según se describió ayer Gordon Brown está viviendo, a sus 63 años, su tercera resurrección. El hijo del predicador ha dado siempre una tonalidad religiosa a sus aspiraciones públicas y su rostro refleja ahora contento por ser saludado por los medios de comunicación y por rivales políticos como el hombre que salvó la Unión. Su discurso en el mediodía del miércoles, la víspera del referéndum, fue emitido en directo por las televisiones británicas y causó conmoción. El historiador Simon Schama escribió en su cuenta de Twitter: «Gordon Brown ha recuperado Escocia de las manos del Partido Nacional Escocés. El discurso de su vida». En el canal YouTube, 364.544 personas habían visto al menos un fragmento en la tarde de ayer.

Lord Ashcroft es un billonario que construyó su imperio en Belize, financió al Partido Conservador en sus años más difíciles y por ello fue investigado y criticado por la maquinaria laborista de Brown. Paga ahora unos interesantes sondeos privados sobre asuntos políticos. «Tengo que decir a regañadientes que me parece que Gordon Brown ha ganado la campaña del 'no'», escribió Ashcroft. Es la tercera vez que el laborista vive un momento que se acerca a la gloria. Cuando, tras años de rencores, discusiones, gritos o meses sin dirigirle la palabra desbancó a Tony Blair y se hizo cargo de la dirección de Reino Unido, en junio del 2007, tuvo en sus primeras semanas una popularidad desbordante. La población harta de la retórica alada de un Blair aún en el barrizal de Irak veía a su sustituto como un hombre de principios, como un político con sustancia.

Sus consejeros le dijeron que convocase elecciones inmediatamente, en septiembre, y él dudó y dudó y finalmente no se atrevió. Aquel otoño fue el último en el que el mundo sintió la ilusión de que todo el mundo occidental viviría en una continua expansión y la descomunal crisis cayó sobre las manos de un Brown desacreditado. Había asegurado mil veces el fin de los ciclos de 'booms' y caídas gracias a su política económica. Recuperó su prestigio con la propaganda que sus propios colaboradores extendieron, que le presentó como el hombre que evitó la catástrofe económica mundial, convocando en Londres la primera cumbre del G-20. Su gestión en el momento agudo de la crisis doméstica británica o la eficacia de su diplomacia internacional después ha sido expuesta a críticas que no permiten decir con firmeza que salvó al planeta.

Tras la derrota, esta sí mayúscula, en las elecciones de 2010, se retiró a su casa escocesa, con su mujer y sus dos hijos pequeños. Es activo en organismos internacionales dedicados a la reducción de la pobreza infantil en el mundo o promotores de la educación en regiones olvidadas de África. Sigue siendo diputado por la circunscripción que le eligió, Dumferline, aunque no ha intervenido ni una sola vez en la Cámara de los Comunes, que apenas visita.

Reapareció en la política doméstica pública hace seis meses, con un discurso favorables a la unión en la campaña escocesa. Su participación aumentó gradualmente. Y en las últimas semanas ofreció además el espectáculo público de su reconciliación con su viejo amigo y líder de la campaña 'Mejor Juntos', Alistair Darling. El día 8, tras la publicación del único sondeo que dio victoria al 'sí' y de otros que mostraban un emparejamiento, el Brown hombre de acción resurgió.

Prometió en un discurso un calendario celérico de implementación de transferencias adicionales a Escocia que cumpliría el Gobierno de Londres. El trabajo de elaboración de un Libro Blanco comenzaría inmediatamente; en noviembre se presentaría y en enero vería la luz el proyecto de ley. El primer ministro, David Cameron, que dice que ha hablado mucho con Brown en los últimos tiempos y lo considera su amigo, los líderes liberal-demócrata y laborista, respaldaron el calendario.

¿Esa iniciativa de Brown realmente salvó la unión? Según un sondeo de lord Ashcroft después del voto, dos tercios de los que decidieron qué votar en los últimos días lo hicieron por la independencia y las transferencias no están entre los factores que inclinaron a los votantes de uno u otro lado. Pero Gordon Brown ha ocupado la escena. En la que hay un importante enredo. ¿Es real ese calendario? Hay elecciones en mayo, no hay tiempo para aprobar esa ley. Lo mejor que podría ocurrir es que los tres partidos se comprometan a introducir el proyecto de ley en el Parlamento en sus programas electorales. ¿Calendario para hacer qué? No se sabe. Porque los tres partidos principales difieren en sus propuestas. Por ejemplo, Brown cree que no es conveniente transferir todo el impuesto de la renta a Edimburgo, algo que apoyan conservadores y liberal-demócratas. Cameron, Nick Clegg y Ed Miliband ofrecieron en un anuncio solemne y conjunto más poderes fiscales, la transferencia de algunos subsidios de la seguridad social y el mantenimiento de la fórmula de asignación de gasto a las regiones británicas que se aplica a Escocia, que ha creado un buen lío entre los conservadores.

Ofertas improvisadas

El líder conservador ha estado cerca de presidir la quiebra de la unión británica y ha hecho ofertas improvisadas a Escocia cuando una comisión de su partido pasó meses elaborando la visión futura de las autonomías británicas para incluirla en el programa electoral en mayo de 2015. En su abrazo con Brown se ha comprometido a hacer cosas que su partido no comparte. Para compensarlo, el primer ministro afirmó en la mañana del viernes que una comisión y un comité del Gabinete estudiarán 'la cuestión de West Lothian' y harán propuestas para igualar los derechos de ingleses quejosos con el trato favorable a Escocia a cuenta de sus rebeliones. La cuestión, planteada por un político laborista opuesto a la autonomía, en el referéndum escocés de 1979, decía: ¿No tendrán diferente valor los diputados escoceses e ingleses si los primeros participan y votan en el Parlamento sobre asuntos que no les afectan, pues están transferidos?

El anuncio de Cameron de que estudia la reforma del estatus de los diputados escoceses en Westminster ha llevado a Miliband a declarar que no suscribirá el plan legislativo del 'premier', que incluye la transferencia a Escocia. Porque el laborismo sería el más perjudicado; es el que más diputados escoceses tiene. Gordon Brown está, sin embargo, contento. Prometió ayer dedicarse a animar la vida política escocesa, a promover debates para que no se debilite la energía social que inyectó el referéndum. Quiere debate y acuerdo de todos los partidos para acabar con la pobreza infantil en Escocia, para encarar el desempleo en las ciudades desindustrializadas que han votado a la independencia. Quiere animar al voluntariado social y político.

Con Alex Salmond retirado del Gobierno y del liderazgo de su partido en noviembre, con Alistar Darling, el líder de Mejor Juntos, apagado en el momento en el que emergió su camarada, con los líderes de las ramas escocesas de los partidos británicos carentes de carisma, Brown era ayer el líder escocés más relevante. Pero no quiere ejercer. Ayer, pidió a sus electores en Dumferline que confíen en él, que las transferencias por él anunciadas llegarán en el calendario por él anunciado. No hay un calendario real, no hay transferencias precisas. Pero el Gordon Brown de sus grandes momentos ya solía hacer estas cosas.

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