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TEXTO: JAVIER GUILLENEA FOTOGRAFÍA: MARK RALSTON
Domingo, 27 de mayo 2018, 00:48
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No siempre se puede agredir al gran líder del orden mundial. Y, aunque se pueda, nunca es conveniente porque esas no son maneras y es posible que haya consecuencias. Pero de vez en cuando no está de más ceder a la tentación y darse un antojo. El capricho lo ofrece el Museo de las Ilusiones de Hollywood, que contiene entre sus paredes un sinfín de trampantojos que le dan al visitante la oportunidad de tomarse fotos como si formara parte de una realidad compuesta por ilusiones ópticas. Todo es imagen, nada es verdad, pero eso no impide que el público sienta la adrenalina en su cuerpo cuando surfea entre tiburones, sobrevuela rascacielos, trepa por acantilados vertiginosos, escapa a duras penas de catastróficas erupciones volcánicas o prepara hamburguesas gigantes. Las ilusiones ópticas que permiten a los visitantes formar parte de imaginarios universos tridimensionales han sido creadas por artistas del sur de California que no han desaprovechado la ocasión para ofrecer la posibilidad de noquear al mismísimo Donald Trump. Pocos rechazan la tentación de calzarse los guantes y golpear al presidente de Estados Unidos. Aunque sea ilusorio, siempre es un antojo.
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