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Ritos. Las ceremonias de iniciación son una de las señas de identidad de las fraternidades, que nacieron con un aura de secretismo. :: r.c.
Tradición desfasada

Tradición desfasada

Las fraternidades nacieron en las universidades estadounidenses para crear lazos eternos entre los estudiantes. Han degenerado en bacanales en ocasiones mortales y ahora los campus plantean medidas para reconducirlas o prohibirlas

JAVIER GUILLENEA

Jueves, 26 de abril 2018, 23:45

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El año 1968 fue especial en la historia de las poderosas fraternidades universitarias de Estados Unidos. Ese año fue el último en el que no murió ningún joven en una de ellas a causa de una novatada o una ceremonia de iniciación, pero la buena racha duró muy poco. Desde entonces no ha habido curso sin fallecimientos. La lista de víctimas en una de esas asociaciones que tanto salen en las películas parece un parte de guerra. En lo que va de siglo ya han muerto 73.

Tim Piazza, de 19 años y alumno de la Universidad Estatal de Pensilvania, perdió la vida el 4 de febrero de 2017 después de tragar una gran cantidad de bebidas alcohólicas. Incapaz de mantener el equilibrio, cayó por unos escalones al sótano del edificio Beta Theta Pi, en el que aspiraba ser admitido. La caída le fracturó el cráneo y le rompió el bazo pero nadie le ayudó, no era cuestión de estropear la fiesta. Pasaron doce horas hasta que a uno de los miembros de la fraternidad se le ocurrió llamar a una ambulancia.

El 14 de septiembre de ese año Max Gruver, de la Universidad Estatal de Louisiana, murió entre vapores de alcohol. Él quería entrar en la Phi Delta Theta. El 3 de noviembre le tocó el turno a Andrew Coffey, de la Universidad de Florida. Murió después de beber casi de un trago una botella de bourbon para demostrar a sus futuros hermanos que era digno de pertenecer a Pi Kappa Phi. Un día más tarde, en la Universidad de Texas, Matthew McKinley Ellis fue hallado sin vida tras participar en una fiesta regada con alcohol de Phi Kappa Psi. Ninguno de ellos había cumplido 21 años, la edad en la que en Estados Unidos está permitido beber algo más que batidos.

Tantas muertes en tan poco tiempo aceleraron un debate que había comenzado hacía años, cuando se empezaron a tomar medidas para atajar las numerosas violaciones que se producían en las fiestas de las fraternidades. Muchas universidades habían dejado de ver a estos grupos de alumnos como un pilar algo revoltoso de la vida estudiantil, pero pilar al fin y al cabo, y se plantearon dar el paso de suprimirlas. En julio de 2017, tras la muerte de Tim Piazza, la Universidad de Harvard publicó un informe en el que abogaba por prohibir las fraternidades y las hermandades (su equivalente en chicas) por «sus efectos desgarradores». Lo que les ocurrió en meses posteriores a Max, Andrew y Matthew no hizo sino ratificar esta conclusión.

El proceso de desmantelamiento ha comenzado en algunas universidades, pero es lento y choca con el peso de unas organizaciones cuya influencia va más allá de los campus. Sus antiguos miembros están presentes en todos los niveles del poder político y económico del país y constituyen una jugosa fuente de financiación para las instituciones académicas.

Hermanos de pago

En Estados Unidos existen 123 fraternidades y hermandades con cerca de nueve millones de miembros, muchos de los cuales suelen donar dinero a sus universidades cuando se gradúan. Estas organizaciones cuentan con sedes nacionales y se extienden en capítulos (filiales) por todos los campus del país, donde tienen su base de operaciones en los típicos edificios que aparecen en las películas. En 2011, el valor de sus inmuebles y terrenos ascendía a unos 3.000 millones de dólares.

La primera fue Phi Beta Kappa, que fundó un grupo de estudiantes del Estado de Virginia en 1776 con el objetivo de impulsar la excelencia en las humanidades y las ciencias. Al estilo de otras de la época, esta sociedad se caracterizó por su secretismo, rituales de iniciación y reglas de honor y lealtad. Para crear ambiente, nada mejor que tomar su nombre del alfabeto griego, que es lo que hicieron las fraternidades que comenzaron a proliferar a partir de entonces.

De este origen alfabético proviene el concepto de 'vida griega', que conecta con la cultura asociacionista de Estados Unidos. El también llamado 'sistema griego' está basado en el desarrollo de actividades filantrópicas, académicas o culturales y también busca establecer un vínculo indestructible entre sus miembros. El que es de Sigma Alpha Epsilon o cualquier otra lo es para siempre.

Pero no es gratis. «Son una élite, hay que pagar 2.000 dólares al semestre para ser de una fraternidad», afirma Ane Gómez, una estudiante de Derecho de la Universidad del País Vasco que hace un año participó en un programa de intercambio con la universidad estatal de Carolina del Norte. «Las casas de las fraternidades son lujosas por fuera y dentro tienen un sótano, una planta baja donde de día hay una televisión y billares, y de noche se celebran fiestas. En el piso de arriba -afirma- están las habitaciones, donde viven algunos estudiantes que pagan por ello».

Recuerda que acudió a una fiesta «en la que había guardas de seguridad» que de vez en cuando entraban en el edificio para comprobar que todo estaba en orden. Los recuerdos de Marcos Isadi, que estudió en la Universidad Tecnológica de Tennessee, son los de un joven de 22 años que apareció muerto en la casa de Tau Kappa Epsilon, «una pelea entre dos fraternidades que acabó con varios detenidos» y una celebración en la que los viejos hermanos desfilaron «como si fuesen veteranos de guerra». «No es que se lancen por la ventana, pero allí sí funciona eso que aparece en las películas, cuando empiezan a decir 'bebe, bebe, bebe'», dice Marcos.

«Todo roto»

«Honor y lealtad», proclamaban los pioneros de una vida, la griega, que muestra orgullosa sus iniciales en sus fachadas. Pero por dentro la decoración cambia. «Estuve en una fraternidad y aquello daba miedo, vivían en condiciones lamentables. Fui al baño a lavarme las manos y no lo hice porque estaba todo roto y asqueroso, parecía el bar de un pueblo en fiestas, solo que allí vivía gente», explica Adrián Irigoyen, que estudió una temporada también en Tennessee.

La más poderosa es Sigma Alpha Epsilon, que cuenta con 15.000 hermanos de pregrado repartidos en 230 capítulos y mantiene fuertes lazos con Wall Street. Esta fraternidad nació en 1856 para «promover los más altos estándares de amistad, erudición y servicio» para sus miembros. Su lema es 'el caballero verdadero', título de un poema que todos los hermanos deben guardar en la memoria.

Siglo y medio después de su nacimiento, a esta fraternidad se la conoce como 'Asalto sexual esperado'. Entre 2005 y 2013 se registraron en sus filas diez fallecimientos por intoxicaciones etílicas y novatadas. Muchas de sus filiales han sido cerradas o sancionadas por muertes, incidentes con heridos de gravedad, agresiones sexuales, racismo o consumo de alcohol y drogas. Los caballeros de Sigma Alpha Epsilon se han transformado en vándalos que las universidades intentan frenar. Las fraternidades son ahora un problema, la viva imagen de un desfase.

DE PELÍCULA

Las películas sobre fraternidades con escenas de alcohol, adolescentes calenturientos y juergas épicas se han convertido en un subgénero dentro de las comedias escolares. La madre de todas ellas es 'Animal house', que abrió el camino a otras como la saga 'American pie' , 'La revancha de los novatos' o 'Van Wilder: animal party'. Steven Spielberg incluye en todos sus filmes el emblema de su fraternidad: Theta Chi.

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