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Instante del pavoroso accidente que padeció antes de desfilar.
Sobreponerse al infierno

Sobreponerse al infierno

Saida Prieto, la aspirante a Reina del Carnaval de Tenerife que estuvo a punto de morir tras arder su fantasía en 2013, ha superado un calvario. Ahora se prepara para un nuevo asalto al trono

ICÍAR OCHOA DE OLANO

Miércoles, 6 de diciembre 2017, 23:49

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Uno nunca cuenta con que algo pavoroso le suceda, con que el horror se adueñe de su vida y lo deje crudamente por escrito en cada centímetro cuadrado de su cuerpo. Y desde luego no contempla que ocurra en ese último impulso, esa última inhalación antes de entregarse, con todos los sentidos afilados, a ese acontecimiento único sobre el que se ha fantasedo tantas veces. Saida Prieto Hernández estaba justo ahí, en ese instante previo antes de izar los brazos y dejarse caer por el vertiginoso tobogán de sensaciones del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife. Espectacularmente transformada en 'Isis, la reina de los dioses', recibía entre bambalinas los últimos retoques en la fabulosa arquitectura en rojo pasión, hecha a base de plumas, cristales, ricas pasamanerías y tejidos brillantes, que el diseñador Willy Jorge había confeccionada para ella. Solo faltaban unos minutos para que se abriera el telón de la gala de aspirantes a hacerse con el trono de la edición de 2013 y emprendiera su desfile. Fuera le aguardaban 20.000 asistentes y millones de televidentes de los cinco continentes, a los que llega la señal de la retransmisión vía satélite. La cima del éxtasis.

Nunca llegaría a pisar el escenario. Una chispa procedente de la decoración pirotécnica que llevaba incorporada la fantasía de la candidata anterior prendió en su traje y, de forma instantánea, lo devoró con ella dentro. La imagen del accidente produce espanto. Conocer el calvario que ha llevado la joven para sobrevivir y sobreponerse a aquel infierno congela las palabras.

Saida, una bailarina de entonces veintiséis años y madre soltera de una niña de tres, tardó un mes en volver a despegar los ojos y regresar a la vida. Lo hizo en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, a donde acordaron trasladarla desde un centro sanitario de Santa Cruz de Tenerife al comprobar la extrema gravedad de sus heridas. El fuego había quemado la mitad de su cuerpo y durante cuatro de las casi doce semanas que permaneció allí estuvo inconsciente. «No podían sacarme del coma de lo mal que estaba», cuenta de carrerilla, como si quisiera ahuyentar el padecimiento de aquellos días.

«Cuando me vienen imágenes de aquello las piso y sigo adelante» «Pasé tres años de pastillas y morfina. Todo era dolor, no quería hacer nada» «De repente entendí que tenía otra oportunidad de seguir aquí» «Estoy en el proceso de aceptar mi cuerpo, cosido a cicatrices»

Cuando por fin despertó, le aguardaban 32 operaciones y un devastador tormento de dolor físico y moral que le estremece recordar. «Las llamas me afectaron sobre todo a la espalda. Así que tenían que arrancarme mi propia piel de mi torso para poder injertármela detrás», explica sin edulcorantes, al otro lado del móvil. Alejada de su hija, Carla, torturada por el trauma y sin apenas poder moverse, Saida se precipitó por el agujero angosto de la depresión. «De vuelta en casa, todo era dolor y sufrimiento. No quería saber de nadie, ni salir de allí. Fueron tres años de pastillas, morfina y corticoides. Lloré mucho», sintetiza sin mentar cómo tras sesenta días tumbada tuvo que aprender de nuevo a andar o cómo la sobremedicación y un forzoso sedentarismo le alteraron física y emocionalmente. De los 48 kilos que pesaba cuando se presentó en la gala, pasó a 98. De su cambio de carácter prefiere no hablar.

«Ahora estoy feliz»

Hace ahora un año, su comparsa, Los Cariocas, le lanzaron el guante para que volviera a sus filas y la chicharrera, que siente pasión por el Carnaval de su ciudad, se lo tomó como la oportunidad de reencontrarse con aquella chica enérgica y positiva que era antes del fatídico 7 de febrero de 2013. La experiencia le puso las pilas.«De pronto comprendí que me habían dado una segunda oportunidad de seguir aquí. Decidí cogerla y exprimirla. Vale más mi vida, mi hija, mi familia, que mi cuerpo», cuenta de vuelta del gimnasio, a donde va cada día un par de horas desde que, hace un mes, un par de empresas se ofrecieron a patrocinar su nuevo asalto al reinado del Carnaval.

«Estoy feliz. No tardé un segundo en decir que sí. Los sueños están para cumplirlos», proclama. Y si hay alguien que merece rebozarse en ellos, esa es Saida. No le obsesiona ganar. Se conforma con «escuchar su nombre y salir al escenario», y dejarse llevar por la fuerza arrolladora del Carnaval. Aún no sabe nada de la fantasía que llevará, pero se la hará el diseñador Santi Castro, «uno de los mejores». Entretanto, fortalece piernas y brazos. Tiene que lucir un ingenio de oropel que puede alcanzar los 200 kilos como si portara una sábana. «La movilidad de mi brazo derecho no es completa y si paso mucho tiempo de pie, me duele la parte trasera de las rodillas. La piel injertada no se estira igual», confiesa.

Pero lejos de inquietarla, el desafío le ha devuelto la ilusión. «Estoy orgullosa de mí misma. Lo afronté, lo luché y aquí estoy. Me siento en deuda con todos los que estuvieron conmigo en aquellos malos momentos o preguntaron por mí. Quiero decirles desde el escenario: 'Aquí estoy, se puede con todo'».

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