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Malú siente que ha experimentado un «exorcismo» con su nuevo disco.:: alberto ferreras
«Me siento más segura con los animales que con los humanos»

«Me siento más segura con los animales que con los humanos»

Malú se lanza a la carretera con una nueva gira. No le molesta que su gente la llame 'La Jefa'. «Es algo cariñoso»

LAURA UBAGO Y ANTONIO PANIAGUA

Viernes, 11 de mayo 2018, 23:54

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Criada entre flamencos -su padre es el cantaor Pepe de Lucía y su tío ese genio de la guitarra que era Paco de Lucía-, Malú ha mamado el cante jondo, pero también creció escuchando los discos de 'heavy metal' de su hermano. Se subió a los escenarios con apenas 15 años y ahora, a los 36, con algunas cicatrices a causa de una carrera precoz, ha dado un paso adelante. Malú se ha desnudado y ha mudado la piel. Ya no le imponen su criterio los poderosos de la música: ahora sus canciones son ella. Encerrada, descalza, con el pelo recogido y las ideas brotando sin prejuicios. Así. En esta mayoría de edad musical, Malú presentará uno de sus discos más esperados, de los que ya se conocen los sencillos 'Invisible' y 'Ciudad de papel', un trabajo que es todo un «exorcismo», como a ella le gusta decir. Malú en zapatillas, de negro por fuera, en un estallido por dentro, decidiendo letras y hasta qué instrumentos usar. Ha llegado el momento de que Malú dibuje en el aire con qué garra deben sonar las guitarras. Tiene sentimientos encontrados. Han pasado dos años desde la última vez que se subió a los escenarios (y siete meses de su ruptura con Gonzalo Miró) y se impacienta por regresar, aunque siente cierto vértigo al volver como productora, arreglista y autora de sus propios temas.

Ha grabado un videoclip de su 'Ciudad de papel', que es un plano secuencia enfocándole la cara y los ojos siempre a punto de llorar de rabia. O de emoción. Es el regreso más esperado porque será más Malú que nunca. Simplemente ella, con un sello discográfico, pero con su sello. María Lucía Sánchez Benítez, su verdadero nombre, se prepara para lanzarse a la carretera con una nueva gira, 'Oxígeno Tour', que comenzará en octubre en Málaga y recorrerá España, Latinoamérica y Europa durante lo que queda de año y todo 2019.

- Le encanta pasear con sus perras por el monte y además colabora con Rainfer, una organización que rescata a grandes primates. ¿Se siente más cómoda con los animales que algunas personas?

«Llevo dos años sin pisar un escenario. Necesito volver porque los sentidos se amuerman»

- Hay una frase muy recurrente: «cuanto más conozco a los humanos más me gustan los animales». Es una realidad. Es verdad que los animales tienen algo maravilloso: su irracionalidad. Actúan por impulsos, sensibilidad y sensaciones. Conozco a perros, gatos y primates muchísimos más empáticos que muchos seres humanos. El humano al final tiene unas armas como es la racionalidad y el desarrollo de la empatía, herramientas que debería usar mejor. Son su mejor cosa, pero también la peor. Por eso entre los animales me siento mucho más segura.

- ¿Cómo encaja la fama?

- Forma parte de mi ADN y mi piel. Comencé muy pequeñita, con quince años. No concibo la vida de otra forma porque no he conocido otra cosa. Empecé a trabajar cuando estaba todavía en la búsqueda del uso de razón. Han pasado 20 años desde entonces y la fama forma parte de mi vida. No me lo planteo como algo extraordinario.

- En algunos conciertos, no siempre en los más grandes o relevantes, se le han saltado las lágrimas. ¿Qué ve cuándo los focos iluminan al público?

- Mucha emoción, veo mucha energía; es algo que cada vez me impresiona más. Cuando celebramos conciertos y veo que se llenan lugares que ni yo misma imaginaba, siento muchísimo más amor y cariño del que puedo procesar.

- Su equipo la llama 'La Jefa' . Cuentan que su propia exigencia se la traslada a sus colaboradores porque le obsesiona que todo esté perfecto. ¿Le gusta o le molesta su fama de dura?

- No me molesta, todo lo contrario, me divierte. Empezaron a llamarme así y me hacía gracia, pero en el mundillo nos llaman así a todos. No me lo tomo a mal, sino como algo cariñoso.

«Necesitaba contar más»

- ¿Por qué ha esperado 20 años para imponerse en la creación de sus canciones? ¿Cómo ha sido todo ese proceso?

- Todos los discos que he publicado han pasado por mi mano. Las canciones las elegía yo. Además, ya había hecho mis pinitos como autora. Pero es verdad que sentía la necesidad de contar mis historias de una forma mucho más desgranada, con calma. Y es cierto que al final el ritmo que he ido llevando en estos últimos 20 años demandaba un espacio, tomar una perspectiva. Por eso me he demorado tanto. Ocurrió que elegí la misma fórmula de siempre y me di cuenta de que se me quedaba obsoleto, vacío. Necesitaba contar muchísimo más. Ha sido ahora cuando he logrado imponerme, cuando me he sentido con la capacidad de poder hablar sobre todo lo que soy y ha sido mi vida.

- Siempre se ha definido como una gran tímida. ¿Qué coste ha tenido este desnudo integral en forma de canciones?

- Por un lado es un exorcismo increíble. Me he quitado pequeños pesos de encima. Pero por otro me genera una sensación de inseguridad muy intensa porque me expongo mucho.

- ¿Cómo será la traslación de esa intimidad a un espectáculo casi rockero?

- Va a ser brutal. Todas las historias que estoy contando son absolutamente biográficas. Al estar metida en los arreglos y la producción lo que me pide el cuerpo es música bastante más agresiva. Siempre he dicho que las canciones nacen de una forma y luego van evolucionando. Ahora están en ese proceso para incorporarse al escenario.

- ¿Tiene miedo a la nueva etapa?

- No es exactamente miedo. Llevo dos años sin subirme a un escenario y ya necesito volver, porque parece que los sentidos se me amuerman. El escenario es la única forma en que puedo y sé expresarme. Sí que tengo nervios y estoy acumulando muchísima adrenalina.

- ¿Qué espera provocar en el público?

- Uf, es una pregunta difícil de contestar. Sinceramente, lo único que me planteo a la hora de sacar un disco y poner en pie una gira es que la gente los disfrute. Lo que pretendo es que cuando se apaguen las luces, el cerebro de la gente se apague a la vez y el espectador esté en otro lugar, en un mundo en el que todo se pueda conseguir y sea bastante más alegre que el exterior.

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