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El drama de Melania

El drama de Melania

La mujer de Donald Trump provoca la ruptura entre la Casa Blanca y la industria de la moda. Influyentes modistos se niegan a vestir a la futura primera dama de Estados Unidos

LUIS GÓMEZ

Domingo, 18 de diciembre 2016, 00:23

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Ya quisieran muchas mujeres sufrir en sus carnes el drama que acecha a Melania Trump. Pero, en fin, es lo que le toca a la futura primera dama estadounidense. Por primera vez en la historia del país más poderoso del planeta, influyentes modistos han anunciado su negativa a vestir a la mujer del presidente. Lo han dicho muy alto y claro, por lo que no cabe lugar a posibles malentendidos. De no dar marcha atrás, Marc Jacobs, exdirector creativo de Louis Vuitton; Tom Ford, el tejano que salvó a Gucci de la ruina; y Humberto Leon, el diseñador de Kenzo, no la darán ni una sola puntada. Otra cosa es que la mujer de Donald Trump, aficionada al comercio electrónico, se encapriche de sus colecciones y se atreva a pasar personalmente por las lujosas tiendas de estos creadores.

Por dinero no será, pero sin haber tomado asiento en la Casa Blanca el magnate se enfrenta a su primera gran crisis. La polémica se veía venir. En plena campaña, algunas de las agujas más renombradas tomaron partido por la candidata demócrata. Veteranos como Calvin Klein, Donna Karan y Michael Kors y la influyente vanguardia de origen asiático, representada por Joseph Altuzarra, Prabal Gurung y Thakoon, se alinearon con Hillary Clinton. El posicionamiento de la plana mayor de la moda, incluida Anna Wintour, la poderosa editora de 'Vogue', tampoco pareció preocuparle a la exmodelo. Melania, que compra su propia ropa, nunca ha ocultado sus preferencias por marcas de ultralujo europeas como Valentino, Saint Laurent y Manolo Blahnik. Tras la victoria de su marido, lució en sus primeras apariciones públicas espectaculares modelos de Gucci y Balmain.

El asunto parecía que no iba a pasar a mayores en la creencia de que Clinton terminaría imponiéndose. Sin embargo, Sophie Theallet, estilista que se ha ocupado los últimos ocho años de los 'looks' de Michelle Obama, abrió la caja de los truenos al confesar en su cuenta de Instagram que ni muerta perdería el tiempo con Melania. «Como soy una persona que celebra todo tipo de diversidad, la libertad individual y los diferentes estilos de vida, no participaré ni me relacionaré de modo alguno con la primera dama. La campaña de su marido, marcada por los mensajes racistas, sexistas y xenófobos, son totalmente incompatibles con los valores en los que creemos», advirtió nueve días después de los comicios.

Mediación de los veteranos

La declaración de Theallet cayó como una bomba y convirtió la industria norteamericana en un polvorín. En aras de trasladar un soplo de paz a un escenario donde se libran otro tipo de guerras, dos de los nombres más respetados de la moda estadounidense -Diane von Fürstenberg, presidenta del Council of Fashion Designers of America (CFDA), y Tommy Hilfiger- tendieron puentes de conciliación y abogaron, sin éxito, por enterrar cualquier conato de rebelión. «Los diseñadores deberían estar orgullosos de vestir a Melania. Es una mujer muy bella», recalcó Hilfiger, mientras que su veterana colega pidió al gremio que «abriese la mente», mostrase generosidad y tuviese compasión.

De nada han servido sus súplicas. Las llamadas a la calma alborotaron aún más un gallinero donde las diferencias políticas siempre han saltado a la luz pública, pero nunca habían llegado al extremo de despreciar la rentabilidad económica y el impacto mediático que supone encargarse del ropero de la primera dama. Jackie Kennedy consagró, por ejemplo, a Oleg Cassini, y Narciso Rodríguez, de origen cubano, debe gran parte de su gloria a Michelle Obama.

Definitivamente, no hay vuelta atrás. La editora de la sección de moda de 'The New York Times' sugirió que la derrota de Clinton marcó un final para la relación entre la industria de la moda y el poder de la Casa Blanca. Tom Ford, que ya desistió hace años de vestirla, insiste en que Melania no es «mi imagen», aunque tampoco se habría ocupado del estilismo de Hillary: «Para llegar a todo el mundo no se debe llevar necesariamente ropa cara», razonó. Jacobs alegó razones políticas para justificar su escasa empatía con la exmodelo: «Personalmente, prefiero poner mi energía en ayudar a aquellos que han resultado dañados por Trump y sus partidarios».

En medio de este enorme revuelo, sorprende el apoyo recibido por parte de Jean Paul Gaultier. Estaba cantado que la diplomática Carolina Herrera, la gran dama de la moda neoyorquina, se postulase como candidata, pero no uno de los protagonistas más contestatarios e irreverentes del circo de la moda: «No tengo nada malo que decir en contra de ella. No es una cuestión política y viste mejor que Hillary. (Melania) no es mi objetivo, pero si me pidiera que la vistiese, ¿por qué no iba a hacerlo?», sentenció hace pocos días en Londres.

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