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Desfile de Juanjo Oliva.
Los 70 vuelven loco a Juanjo Oliva

Los 70 vuelven loco a Juanjo Oliva

Las acertadas falsas apariencias de Ana Locking dan paso a la tibieza de Devota & Lomba

Gloria Salgado

Lunes, 9 de febrero 2015, 13:38

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La persecución de la forma es el argumento principal de la propuesta de Ulises Mérida. Una colección en la que se descubren nuevas maneras de ver y observar las prendas que cubren la figura femenina. Las siluetas evolucionan desde la línea recta hasta llegar a las más poéticas y orgánicas curvas envolventes, manteniendo la verticalidad de los diseños de la firma, solo posible gracias al modelaje sobre maniquí.

Los materiales se mueven entre una gama de tejidos pesados como el paño, terciopelo con acabado geométrico, pasando por moharé de algodón, crepés de lana, cuero con acabado metalizado y micro lentejuela sobre base de tul, hasta llegar a la ligereza de las organzas satinadas. Una colección muy apetecible que se tiñe en azul petróleo, negro con acabado metalizado y verdes secos y brillantes.

Mérida ha compartido desfile con Esther Noriega y sus pequeñas cosas, que al final han resultado ser demasiadas. Una propuesta muy interesante a la que le sobraban piezas.

Un fallo común de alguien que acaba de llegar y pretende mostrar todo su potencial. Los tejidos tradicionales - crepé, punto, gasa, pelo, paño, chantilly, sedas, imitaciones de astracán, brocado- se renuevan, destacando los cortados a láser.

La paleta de colores oscila entre tonalidades cálidas como el azul iceberg, beige, camel, marsala, ynegro ceniza.

Ángel Schlesser ha sido el siguiente. Su sello inconfundible ha embriagado la pasarela. Siluetas de patrones limpios, depurados al máximo, en busca de líneas rectas que ayudan a crear looks urbanos y contemporáneos.

Abrigos largos y masculinos, entallados y más femeninos con doble botonadura de uniformidad militar, son una parte importante de la propuesta, dejando paso a pantalones anchos y rectos que se acortan a la altura del tobillo, vestidos de corte asimétrico y faldas de línea trapecio a media pierna.

En contraste con el minimalismo de las formas, la colección está compuesta de texturas y detalles que enriquecen la propuesta: flecos de lurex, lanas de mohair, chalecos y abrigos de cordero afgano, botones metálicos o aplicaciones de flores, rompen la sobriedad de las formas mientras contrastan con los tejidos que componen la base de la colección: paño de lana, franela, crepé, cady, tweed y lamé en crudo, piedra, camel y marino, mientras que la noche se atreve con amarillo, verde bosque o granate.

Después ha llegado el turno de una renovada ya era hora- Amaya Arzuaga. El romanticismo ha irrumpido en sus vestidos lego. Puzzles en los que el largo midi reinaba en su color fetiche, el negro, acompañado de crudo, burdeos, gris, azul metálico y petróleo. La franela, tecno satén, muflón con plumeti, lana acolchada y neopreno de red cortados al láser daban vida a pliegues y superposiciones de capas.

Las falsas apariencias de Ana Locking

La tarde ha empezado con la originalidad de Ana Locking. La colección, inspirada en la sociedad de las apariencias, ha sido un derroche de imaginación. Faldas que pretenden ser pantalones, vestidos anchos que, gracias al patronaje, parecen estrechos.

Un juego de identidades ficticias en el que también participan los materiales: punto sintético que simula ser pelo, plisados que en realidad son tiras cosidas o canalé de punto plastificado a modo de piedra. Las siluetas beben de los sesenta de Antonini, de la mujer de la clase alta que está aburrida de la comodidad y busca el riesgo. Lo mejor: su línea de hombre inspirada en los mods.

Menos interesante ha sido la metrópolis de Devota & Lomba. Una visión paralela de la realidad, la selva urbana artificial, saturada de asimetría, de información, de contrastes y el equilibrio armónico necesario de áreas verdes.

Lo verde nos sosiega y nos lleva de alguna forma al origen, un refugio exterior nos prepara para enfrentar el duro día a día. Lanas, cashmere, algodones, gasas y textiles a modo de pluma resultan demasiado tibios para una propuesta que se salva por la calidad de los detalles artesanales patrios.

El caos ha llegado con Juanjo Oliva y una colección que fusiona dos en una como preparación de lo que le viene en septiembre, cuando desfilará en Madrid y Nueva York. En la ciudad estadounidense es donde ha encontrado la inspiración para llevar a cabo su nuevo proyecto, de líneas setenteras, por ser la década en la que nació. De los fuegos artificiales, la música disco y el estampado animal ha pasado a un camuflaj de flores sin ni siquiera pestañear, llevando el estilo militar a la sofisticación de la noche, usando por primera vez las lentejuelas. Un poco de todo para llegar a cualquier mujer.

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