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EL CANDELABRO

PÁJARAS

ARANTZA FURUNDARENA

Lunes, 13 de febrero 2017, 23:31

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Hay aves del paraíso cuyos machos acarrean extravagantes e incómodas plumas con la única finalidad de captar la atención de las hembras. El piquero de patas azules es un palmípedo con las cachas de color pitufo que para conquistar a una de su especie tiene que demostrar que es capaz de bailar y silbar a la vez al estilo de Gene Kelly. Y luego está el famoso pergolero... Quién no ha visto alguna vez uno de esos documentales en los que el macho se desvive por construir, brizna a brizna, una especie de arco triunfal que luego decora con un variado 'mobiliario' de colores (desde piedras o conchas a tapones de botella de agua mineral) a la espera de que ella se fije en él. Y cuando ella (con el máximo desdén) por fin se asoma, él canta, baila y ejecuta piruetas dignas de un Circo del Sol ornitológico. Pero a pesar de tanto esfuerzo muchas veces ve cómo esa hembra, tras contemplarlo largo rato con indiferencia (tal vez hasta con sarcasmo), al final sale volando.

En todos estos casos las hembras suelen ser más grandes en tamaño que el macho, de color pardo, vulgares, incluso feas, carecen del vistoso plumaje que ostentan ellos y no poseen ninguna de sus asombrosas habilidades. Y a pesar de todo, hay que ver cómo se dan a valer... Tal vez alguien piense que las hembras de la especie humana somos unas pájaras, pero basta con darle la vuelta a todo lo anterior (poner hembra donde dice macho y viceversa) para demostrar que es justo al contrario, que nuestra forma de relacionarnos con el sexo opuesto es mucho menos ventajosa que la de nuestras hermanas las aves.

Es de agradecer que Dani Rovira, en la noche de los Goya, se subiera a unos tacones para intentar ponerse en nuestros zapatos. Pero se quedó corto. Para tener el retrato completo le faltó someterse a las innumerables torturas que gustosamente acepta a diario la mujer con el único propósito de lucir bella, vistosa y tal vez (inconscientemente) ser la reina del cortejo. Basta contemplar la alfombra roja de los Goya como si fuera un documental de National Geographic (ellas, tiritando en sus tirantes, ellos, confortables en sus trajes) para advertir lo mucho que tiene que aprender la hembra humana de esas listísimas pájaras.

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