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El público contempla un combate de lucha libre en la Tabacalera de Lavapiés, uno de los escenarios habituales de este espectáculo en Madrid. :: daniel alonso
Golpes de efecto

Golpes de efecto

Los 150 practicantes de la lucha libre en España admiraron de niños al Último Guerrero y Hullk Hogan. Antes, en los 60, llenaban las plazas de toros y triunfaban en Estados Unidos y México

FERNANDO MIÑANA

Sábado, 12 de noviembre 2016, 23:44

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A Marco Correas hay alguna gente en Madrid, asidua de los espectáculos en Tabacalera, que le conoce como Caretaker. Era el nombre de guerra en sus tiempos de luchador, de practicante del wrestling, la lucha libre, el deporte que plantó su simiente en los años 80 y 90, cuando Telecinco comenzó a emitir lo que tradujo como Pressing Catch y popularizó a personajes como Hulk Hogan o el Último Guerrero. Entre los niños de aquella época están los cerca de 150 practicantes que hay ahora en España. Unos pocos en Cádiz y Bilbao, unos cincuenta en Barcelona divididos en dos grupos, y otro medio centenar en Madrid.

Caretaker se retiró en julio y ahora es el alma de la WWW, la organización que empieza a abrir el camino en Madrid con la lentitud y el empeño de un rompehielos. «Somos los herederos de la SWA, que formaron una escuela cuando Cuatro recuperó el Pressing Catch en España en 2004», recuerda Correas. La triple W encontró su nicho en Tabacalera, la sede de sus actuaciones. Primero en una pequeña nave donde se reunían 150 adeptos a este espectáculo a mitad camino del deporte y el teatro. Y luego, cuando comenzó a cuajar, en la nave central, donde ya se juntan 400 espectadores. Sus grandes hitos han sido una actuación en el Campo de Cebada, en el 2014, donde juntaron a casi mil personas, y otro, «el mejor campeonato que se ha hecho nunca en España», cuando les invitaron a participar durante tres días en la Casa de Campo durante el Arnold Classic Europe.

La lucha libre en España parece algo cíclico, un deporte sincronizado con los años en los que algún canal de televisión lo ha incluido en su parrilla. «Ahora está en Neox y cuenta con una audiencia estable de 180.000 o 200.000 espectadores», explica Pere Hernández, un entusiasta de 45 años que comenzó a seguirlo a finales de los 80 en TV3 y Canal 9. «En esa época no hubo seriedad para difundir su práctica en España. Los luchadores antiguos ya estaban mayores y, encima, no querían enseñar a los jóvenes por si les quitaban el trabajo».

¿Los luchadores antiguos? Pues sí. «En España hubo un tiempo en que se llenaban las plazas de toros de Madrid, Barcelona y Valencia para ver la lucha libre». En la capital se repartían los espectáculos entre el coso de Vistalegre, el circo Price y el campo del Gas, en la calle del Gasómetro, junto al paseo de las Acacias, donde se enfrentaban los colosos del ring: Bengoechea, Jesús Chausson, Víctor Castilla...

Unos pocos se atrevieron a salir de España y triunfar en algunos de los grandes escenarios de la lucha libre: Reino Unido, Japón, México y, sobre todo, Estados Unidos, donde se mueve más dinero. Tres de ellos -Hércules Cortez, Crusher Verdú y Benny Galant- se convirtieron en grandes estrellas.

Benny Galant en realidad era el nombre artístico de Benito Galán, un sevillano que se afincó en Barcelona antes de dar el salto a México. En América se hizo un nombre apareciendo en el cuadrilátero con una capa y llegando a apostar su cabellera en cuatro ocasiones. Su enfrentamiento contra Mil Máscaras está considerado como un combate antológico en México. Este andaluz participó en tres películas allí, pero también apareció como secundario en dos grandes producciones rodadas en España por Anthony Mann: 'El Cid' (1961) y 'La caída del Imperio Romano' (1964).

Más grande aún fue la figura de Alfonso Carlos Chicharro, conocido en la lucha como Hércules Cortés o, ya en Estados Unidos, Cortez. Fue el decimotercer hijo de Jaime Chicharro, un abogado y diputado carlista por Nules (Castellón) con raíces en Zarautz (Guipúzcoa). Hércules fue un personaje con algunas aristas, lógicas en un hombre que perdió a cuatro de sus hermanos en la Guerra Civil. Poseía el físico de un Sansón -1,95 de altura y 165 kilos de peso- y eso le permitía destacar en cualquier disciplina: fue subcampeón de España de lanzamiento de jabalina y campeón en lucha grecorromana tras derrotar en la final a Miguel de la Quadra Salcedo.

Dragonita es la estrella

La fama le abrazó en la lucha libre. Primero triunfó en España y luego impuso su fuerza y su presencia escénica en Francia, Venezuela y Estados Unidos, donde conquistó el cinturón de campeón del mundo tras vencer en el Madison Square Garden a Lou Thesz, una leyenda de la época. Como profesional se hizo muy popular en Norteamérica derrotando a mitos como The Bruisher, Carpentier o The Crusher. Cada semana recibía en su domicilio cerca de 500 cartas de sus fans.

Nunca renunció a sus orígenes. A Hércules Cortés le gustaba lucir en la solapa la Cruz de San Andrés y a finales de los 60 aparecía en un programa de TVE donde se enfrentaba a un pulso con gente anónima. Nunca le ganaron y solo pidió que le dieran el premio, de 100.000 pesetas, a un panadero de manos enormes que logró empatarle. Como su compatriota Benny Galant, también hizo sus incursiones en el cine, dejándose ver en varios espagueti-western.

Este luchador era presentado como 'The Mighty' (El Poderoso) Hércules Cortez y se convirtió en uno de los grandes del wrestling. Por eso miles de niños estadounidenses lloraron su muerte prematura aquella noche de 1971 en la que estampó su Mustang -también tenía un Pontiac, un 'escarabajo' y un Volvo- cuando regresaba de un combate en Ohio.

No era un mundo exclusivo de hombres. En la época dorada también hubo alguna luchadora que se atrevió a romper los esquemas de la época, como Mari Carmen Fernández, una secretaria que, al salirdel taller donde trabajaba, subía a su Seat 127 y se marchaba al gimnasio a entrenar con los chicos.

Aunque nada que ver con el presente, donde una gallega llamada Raquel Arijon se ha dado a conocer en el Reino Unido como Dragonita. Tiene 28 años y con solo cuatro se quedaba pegada a la tele de la casa paterna en A Coruña contemplando embobada a Hulk Hogan. Con 21, cuando iba a estudiar su último curso de INEF, se enteró de que en Barcelona había una escuela de lucha libre, pidió el traslado de expediente y se mudó a la Ciudad Condal a perseguir su sueño.

Un día se presentó la oportunidad de probar fortuna en Londres y no se lo pensó. «Hay trenes que solo pasan una vez. En Barcelona conocí a un luchador que vino a dar un curso y contacté con él». Ha transcurrido casi un lustro y allí sigue. Se define como «semiprofesional» y asegura que le pagan 40 libras (44,5 euros), «como mínimo», por pelea. «Ahora casi no lucho. Hago un combate o dos al mes, pero al principio tenía uno o dos a la semana». Dragonita invierte parte de lo que gana en su atuendo. Botas, mallas y un top de colores llamativos. Y una máscara artesanal, obra de El Último Chingón, un mexicano afincado en Barcelona, por la que aflojó cien euros.

Sus padres nunca han ido a verla pelear, asegura que por circunstancias, pero tampoco han puesto trabas, aunque admite que, al principio, su padre se mostró reacio. Dónde se metía su niña. Ella les cuenta sus hazañas, como el día que cumplió su sueño y se subió a un ring en Japón. «En el 2015 estuve tres meses allí. La empresa que me contrató me lo pagó todo: el apartamento, donde vivía con otras chicas, el transporte, la comida... Todo. Fue una gran experiencia, aunque dura. Descansabas los lunes, entrenabas de martes a viernes y los sábados y domingos tenías los shows». A los tres meses expiró su visado y tuvo que volver a Londres con el recuerdo de aquellas grandes veladas con las gradas a rebosar. Y allí tiene previsto seguir mientras no cambie la situación económica en su país de origen.

En España sigue siendo una utopía, no ya vivir de esto, sino cobrar. Incluso para las dos grandes estrellas de la lucha libre: La Pulga, en Barcelona, y A-Kid, en Madrid. «Es más, les cuesta dinero. En Madrid los shows son gratuitos, igual que los de Spanish Pro Wrestling en Barcelona, donde solo el grupo de Riot Wrestling cobra tres euros por la entrada», aclara Alexandre Bonilla, uno de los pocos informadores especializados que hay en España.

Y la pregunta del millón a la que se enfrenta todo luchador cuando habla con profanos: ¿Pero esto no es mentira? Marcos Correas rescata la respuesta que le dio a un amigo fanático de 'Star Wars'. «¿Y eso por qué no te lo planteas cuando ves las películas de 'La Guerra de las Galaxias'?». Más desafiantes eran los bizarros luchadores de los 60 y los 70. «Si te parece que nos golpeamos de mentiras, súbete al ring con nosotros un día...».

Los profesionales de la WWE, algo así como la NBA de la lucha, actúan en España los días 11 (Madrid), 12 (Barcelona) y 13 de noviembre (Bilbao).

Un ring de lucha necesita mayor amortiguación. Una opción es importarlo, por 5.000 euros; otra, fabricartelo tú mismo, como hizo Marco Correas en Madrid.

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