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TEXTO: CARLOS BENITO y FOTOGRAFÍA: BORIS HORVAT/AFP
Sábado, 1 de agosto 2015, 23:31
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Uno ve a Guillaume Néry paseándose por el Mediterráneo, mientras entrena para el campeonato mundial de apnea que se celebrará en septiembre, y de inmediato piensa en criaturas fabulosas, en sirenas y tritones que retozan en su silencioso reino del mar, libres de las brusquedades y las tensiones de este secarral nuestro. Cómo no poetizar, si la foto es como una ventana a un universo sereno y precioso. Menos mal que Néry, por muy sobrehumano que parezca, no es capaz de leernos la mente, ya que le daría mucha rabia toda esa morralla sobre su supuesta condición anfibia. «Un pez respira debajo del agua. El mundo submarino no es mi lugar», ha declarado, un poco harto ya de que, con tanto preciosismo, se pierda de vista lo esencial: su mérito está precisamente en que no tiene agallas.
De las de respirar, claro, porque de las otras anda bien servido. Néry, uno de los grandes del buceo a pulmón, ha batido varias veces el récord mundial de profundidad. Dice que esos tres minutos y medio de inmersión son de una intensísima felicidad, sobre todo en cuanto baja más de 30 metros: «Estás colgando como una molécula de agua en la enormidad azul. En ningún otro sitio puedes experimentar el infinito con los cinco sentidos», describe. Parece que, a veces, él también se sumerge a fondo en la poesía.
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