Borrar
EL CANDELABRO

DESAHUCIO

ARANTZA FURUNDARENA

Jueves, 25 de diciembre 2014, 23:57

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Si ya de por sí tenía triste figura, su condición de doliente viudo no ha hecho sino acrecentar unos rasgos, una angulosidad y unos claroscuros dignos de un cuadro de El Greco. Nadie habla mal en Sevilla de Alfonso Díez. Al contrario, los que le han tratado con asiduidad se deshacen en elogios hacia él: «Con qué dignidad ha llevado su papel de consorte», comentan. Y lo dicen con la misma reverencia con que los fans de Curro Romero, ante una sonada espantá del maestro, proclamaban: «¡Qué bien se sabe de ir!». Es cierto que el viudo de la duquesa de Alba desprende en persona una bonhomía casi anacrónica en los tiempos que corren. También tiene flema suficiente para soportar preguntas a bocajarro, como la que le dispararon hace unos días en un homenaje a Cayetana: «¿Cuándo tiene previsto abandonar definitivamente el palacio de Dueñas?». Y es que Carabantes se enfrenta a un inminente desahucio. De lujo, pero desahucio. Dicen que ya ha empezado a sacar sus pertenencias porque Carlos, el nuevo duque de Alba, podría estar pensando en convertir el ilustre recinto en monumento abierto al público y no es cuestión de que las visitas se encuentren allí al viudo... sollozando. Por lo visto, aunque se casó con una octogenaria de salud muy delicada, Alfonso no se había hecho a la idea de perderla y está el hombre inconsolable. Quizá porque no solo ha perdido a su mujer, sino una segunda madre, un mito, un título, un estatus y varios palacios... A mí no me parecería mal que Díez se quedara en Dueñas. No como dueño, sino como cicerone. Es culto, discreto, elegante, posee una estampa antigua y cierta nobleza de rasgos que no desdicen los tapices, los cuadros y el mobiliario. Su amor por las antigüedades y su experiencia funcionarial incluso lo predisponen para hacer un excelente papel de guía. Quién mejor que él para explicar los pormenores de las obras de arte, los rincones ocultos y los entresijos del palacio... Yo que los Alba se lo ofrecía.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios