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DÓNDE ESTABAN LOS NUESTROS

LA OPINIÓN JORGE ALACID

Lunes, 4 de julio 2016, 23:15

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Se atribuye a Pío Cabanillas, aquel peculiar ministro de Franco que luego se embarcó como otros de su quinta en la aventura de la Transición, la frase célebre de «al suelo, que vienen los nuestros». Una máxima pertinente cuando debe analizarse el curioso comportamiento en las urnas de aquellos partidos que sufren mal de altura y, por lo tanto, ingresan en el territorio electoral haciendo recuento de las propias fuerzas antes de lanzarse a cortejar el voto del tibio. Del español medio. De la legión de indecisos.

El PP riojano nunca llegó tan dividido a las urnas en los últimos veinte años, pero sale del 26J como el triunfador absoluto de las legislativas en La Rioja. Ya se impuso en diciembre, cuando las primeras disidencias internas aún no habían aflorado con la intensidad reciente, pero aquel fue un triunfo menor, desvaído. Una amarga victoria que se reflejaba en los cariacontecidos semblantes con que sus mandatarios comparecieron en aquella noche electoral. Por el contrario, el pasado domingo menudeaban las risas, la satisfacción evidente... Aunque lejos de la euforia propia de aquellos tiempos en que sólo había un líder para capitalizar el éxito. Hoy, Pedro Sanz debe compartir protagonismo con José Ignacio Ceniceros y tal vez por esa razón la alegría tiende a ser eso, alegría, pero contenida.

Lo cual no evita concluir que la sonrisa que lucían en sus rostros los mandatarios máximos del PP riojano pareciera sincera. Tenían razones para gozar como en los viejos tiempos, cuando superaban en porcentaje más de la mitad del censo, porque además de mantener su hegemonía en La Rioja, añadían algunos otros factores que ayudaban a endulzar el triunfo. Por ejemplo, el reencuentro con sus electores de siempre: cerca de tres mil papeletas que en diciembre viajaron a los caladeros de Ciudadanos procedentes de la derecha-de-toda-la-vida habían regresado a casa. Una cifra que, sin embargo, no explica en exclusiva la magnitud de la victoria del PP. En realidad, su principal fuente de satisfacción nacía de que una cifra similar de papeletas: otros tres mil votos, también emprendían el mismo camino de vuelta al hogar familiar. Los votos de la abstención.

Que fue la causa principal de que gripara el motor del PP allá en diciembre. Esta vez, la militancia, incluso la más cualificada, se desentendió del pulso entre sus líderes que atenaza al conjunto del partido desde la implantación de la bicefalia. Tocaba votar en unas legislativas y cada afiliado se puso la camiseta del PP para que Mariano Rajoy retuviera La Moncloa. Una hipótesis que de momento no ha pasado de la teoría a la práctica: cuando lo haga, los populares riojanos podrán presumir de haber contribuido como suelen. Porque ahora, aunque por el PP ya saben dónde están los suyos («los nuestros», que diría Cabanillas), toca continuar mirando hacia Madrid.

De la habilidad de Rajoy para formar Gobierno dependerá en consecuencia que se active la alicaída vida interna, siempre mejorable. Siempre pendiente de la convocatoria del congreso nacional, al que debería seguir el regional. El momento clave para despejar tanta incógnita que hoy sobrevuela la convivencia entre tantos gallos en un corral tan pequeño. La hora decisiva, cuando pueda cristalizar otra de aquellas frases que también se atribuyen al mentado Cabanillas. Eso de «hemos ganado. No sabemos quiénes, pero hemos ganado». Una sentencia que todo el PP riojano podía hacer suya en el día después: ha ganado en La Rioja, en efecto. Ahora hace falta saber quiénes son los que han ganado.

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